BAJO ARAGON-CASPE

Más de 2.000 personas se vuelcan con el octavo mercado de saldos de Caspe

Vecinos de varios municipios encontraron ropa y calzado a partir de dos o tres euros.

Un grupo de mujeres mira las ofertas de un puesto de zapatos, ayer en Caspe.
Más de 2.000 personas se vuelcan con el octavo mercado de saldos de Caspe
M. C. RIBÓ

Una vez más, los caspolinos respondieron de forma masiva al octavo mercado de saldos. Más de 2.000 personas se pasaron por la iniciativa de la Asociación de Empresarios y Comerciantes de Caspe y Comarca (APEC). Un total de 17 puestos, algunos con dos y tres expositores, ocuparon la plaza de España y parte de la calle Mayor, espacios convertidos en un mercadillo que abrió a las 10.00 y tuvo continuidad hasta última hora de la tarde.

Según la organización, el balance de ventas resultó satisfactorio. Cristina Bret, dinamizadora del comercio de Caspe, calificó de «buenísima» la acogida. Admitió que en la primera edición tenían cierto temor, si bien el respaldo popular fue tan grande que los propios comerciantes pidieron que se repitiera dos veces al año. Por eso ahora se celebra un mercado de saldos al final del invierno y otro en verano.


No solo los caspolinos acuden a esta fiesta del mercado, también la visitan muchos vecinos de otras poblaciones de la comarca del Bajo Aragón-Caspe o de la Ribera Baja del Ebro, sobre todo de Sástago y Escatrón.


La mañana fue soleada, lo que hizo que la mayor parte del público se concentrara en las horas previas a la comida. Después, en el momento de la sobremesa, como es lógico, la afluencia de público bajó, lo que aprovecharon los vendedores para comer en los mismos puestos. Por la tarde la situación repuntó, aunque se estropeó el tiempo, ya que hubo que retirar los toldos por las rachas de viento.


Los precios merecían la pena. Por ejemplo, se podían encontrar camisas de manga larga por tan solo dos euros o calzado desde tres euros. No solo había moda y complementos. Una joyería promocionaba relojes a partir de cinco euros.


Uno de los puestos que más visitas recibió fue uno de artesanía de cañas. Su responsable, Juan Pedrola, comentó que este material resultó clave para la economía caspolina de la década de los 60 del siglo XX. Ahora la caña es más un elemento decorativo, «ecológico y natural», afirmó Pedrola, quien añadió que «utilizando las cañas se mantienen limpias las riberas de los ríos».


María, una asidua del mercado, señaló que no se había perdido ni una sola edición porque «hay muy buenas oportunidades y precios excepcionales».


Los establecimientos hosteleros cercanos se unieron a la actividad comercial y pusieron los desayunos y aperitivos a precio de saldo. Por un euro y medio, el cliente podía tomar un pincho de tortilla y una caña. Sin embargo, Manuel, dueño de uno de los bares, admitió que se notaba la crisis económica con respecto a los mercados de años anteriores.


Como manda la tradición, con las compras se regalaron números para el sorteo de una gran cesta, compuesta por regalos donados por los propios establecimientos.


De forma paralela, la Asociación Juvenil Filia organizó talleres y actividades de animación infantil para permitir que los padres y las madres centraran toda su atención en las ofertas.