INVESTIGACIÓN

La Universidad de Zaragoza desarrolla varias técnicas para detectar y predecir las dolinas

El grupo de Geomorfología exporta sus métodos a países como Israel, Irán o Arabia Saudí. Uno de ellos percibe hundimientos de menos de 1 cm/año con imágenes de radar captadas por satélite.

Investigadores del Departamento de Ciencias de la Tierra de la Universidad de Zaragoza están desarrollando diversas técnicas pioneras en la prevención, la detección y el seguimiento de dolinas y de otros movimientos del terreno. Algunas de estas herramientas ya se han exportado a otros países como Italia, Israel, Irán y Arabia Saudí, y otras permiten avances tan llamativos como la posibilidad de detectar hundimientos de menos de un centímetro al año utilizando imágenes de radar captadas por satélite.


Las dolinas son un fenómeno asociado a los suelos formados por sales y yesos. Estos materiales son altamente solubles en agua, y al disolverse suelen provocar que el terreno se hunda. En ocasiones se trata de un proceso lento y gradual en el que la subsidencia se produce por la flexión de los sedimentos situados por encima de la zona afectada. Sin embargo, el hundimiento también puede ocurrir de forma súbita: el agua forma cavidades que un momento dado se colapsan y hacen que el terreno ceda de golpe.


Si afectan a zonas habitadas o transitadas, las dolinas suponen un cierto riesgo, aunque los accidentes con víctimas son muy infrecuentes. Sin embargo, lo que sí provocan es cuantiosas pérdidas económicas tanto por sus efectos directos -daños en infraestructuras- como por los indirectos -devaluación de la propiedad, pérdida de producción... -.


Las sales y los yesos ocupan una parte importante de Aragón: el valle del Ebro, el Bajo Gállego, Calatayud, Orihuela del Tremedal... Por eso desde hace más de 20 años el grupo de Geomorfología del Departamento de Ciencias de la Tierra trabaja en el estudio de las dolinas y de sus riesgos. «Hablamos de un proceso que causa daños económicos cuantiosos en naves, edificios, carreteras... -recuerda el catedrático Francisco Gutiérrez Santolalla, investigador principal del grupo-. Por eso es importante desarrollar técnicas que nos permitan predecir dónde puede aparecer una dolina y detectar y caracterizar las que ya existen».


El problema es que, a diferencia de otros fenómenos naturales como las inundaciones o los terremotos, los hundimientos afectan a puntos concretos, lo que dificulta su localización. «Actualmente podemos identificar las zonas más propensas a la formación de dolinas y estimar su frecuencia temporal -explica Gutiérrez Santolalla-. Sin embargo, anticipar el punto concreto y el momento preciso en el que aparecerá una dolina es hoy en día inviable».


Estos condicionantes han llevado al grupo de Geomorfología a desarrollar modelos de susceptibilidad y peligrosidad que expresan la probabilidad de que en una determinada porción de terreno se formen nuevas dolinas. Este tipo de mapas permiten identificar las zonas más proclives a que se hunda el terreno, y se elaboran analizando factores como la distribución espacial de las dolinas ya existentes, la presencia de regadíos, canales o acequias, la profundidad del nivel freático, la cercanía de pozos subterráneos...


«Los modelos tienen que ponerse a prueba, pero una vez validados sirven para llevar a cabo una planificación preventiva orientada a evitar, en la medida de lo posible, la construcción de estructuras en las zonas de mayor riesgo », comenta el investigador.


Colaboración del CSIC


En cuanto a las herramientas utilizadas para detectar y caracterizar dolinas ya existentes, el grupo de Geomorfología está ensayando el uso de la interferometría de radar, una técnica que utiliza las imágenes de radar que captan los satélites espaciales para cuantificar los movimientos del terreno ocurridos en una zona concreta.


«Comparando imágenes tomadas en distintos momentos, desde el ordenador de un despacho se pueden detectar hundimientos de menos de un centímetro al año -destaca Gutiérrez Santolalla-. Este método lo aplicamos en colaboración con la investigadora del CSIC Carmen Castañeda, y es especialmente útil para estudiar lo que sucede en zonas urbanas y en infraestructuras lineales».


Cuando se trata de delimitar y de prever la evolución de un hundimiento concreto, los investigadores de la Universidad de Zaragoza recurren a técnicas geofísicas y al 'trenching'. Las primeras utilizan métodos como el georradar o la tomografía eléctrica para obtener una especie de radiografía del subsuelo.


Por su parte, el 'trenching' consiste en estudiar el interior de las dolinas mediante la excavación de zanjas. Los sedimentos encontrados se datan mediante métodos como el carbono 14, y a partir de la información obtenida se pueden establecer los límites precisos de la dolina, su edad, el tipo de subsidencia que genera -brusca o gradual- y su tasa de hundimiento. «Cuanto mayor es nuestro conocimiento de la evolución de la dolina en el pasado, más capacidad tenemos de pronosticar su comportamiento en el futuro», explica el catedrático Gutiérrez Santolalla.