VENTA AMBULANTE

Los vendedores del rastro aseguran que las ventas han descendido un 50%

El colectivo denuncia que hay 210 puestos menos que a principios de 2010, y piden al Ayuntamiento de Zaragoza que le deje incentivar la zona con nuevas actividades.

Los puestos del rastro mostraban este aspecto el miércoles
Los vendedores del rastro aseguran que las ventas han descendido un 50%
A. NAVARRO

Las ofertas de tres por uno, todo a un euro y 'más barato imposible' no son enganche suficiente para que los más de 700 vendedores del rastro puedan levantar unas ventas que, en los últimos meses, han caído más de un 50% y han provocado la desaparición de cerca de 210 puestos en el último año. Un descenso que los vendedores aseguran que supera el 80% si se compara con lo que ingresaban en 2006, cuando estaban instalados en la zona de La Romareda.


«Si continuamos así va a ser imposible continuar con el negocio. ¿Cómo voy a pagar las tasas municipales, el gasoil y mantener a dos familias si vendo una media de entre 10 y 20 euros al día?», se pregunta Enrique Clavería.


Él ocupa el puesto número 6 en el rastro de viejo y desde hace un mes no monta porque no vende nada, aunque tiene que notificar su ausencia ante los administradores del rastro porque si no podrían multarle. «Es una auténtica cacicada, porque nosotros ya pagamos mensualmente nuestras tasas, independientemente de que vengamos o no», indica.


Su queja se repite en cada uno de los más de 700 puestos (453 del rastro nuevo y más de 300 del viejo) que los miércoles y domingos ocupan la explanada del parquin de la Expo, un espacio muy criticado por los vendedores que consideran que les sacaron «del cielo de La Romareda» para llevarles al «desierto de la Expo».


Entre sus reivindicaciones: la reparación de los socavones del suelo (sobre todo de los pasillos centrales), los charcos que se forman por las filtraciones de agua y la lluvia,y la promesa incumplida de colocar cortavientos y ampliar las líneas de autobuses que llegan hasta este parquin.


«Todos los días antes de montar mi negocio tengo que recoger al agua a capazos. Lo he denunciado una y mil veces pero no me hacen caso», indica Antonia Borja que lleva 20 años dedicándose al negocio de la venta.


Indiferencia municipal


El deterioro de las instalaciones y la falta de público son los dos temas más recurrentes entre los vendedores, molestos por la indiferencia municipal. «Era el mejor rastro de España pero ahora está muerto. Si no nos dejan poner en marcha iniciativas atractivas, que llamen la atención de la gente y muevan la actividad, las más de 7.000 personas que dependen del rastro lo van a pasar muy mal», apunta Jesús Carbonell, presidente de la Plataforma por los Derechos del Mercado.


Entre las propuestas que los vendedores quieren llevar ante la Junta del Mercado, en la que hay una amplia representación municipal, se escucha de todo. Desde la instalación de puestos de frutas y productos con Denominación de Origen, a la colocación de expositores para que concesionarios de coches puedan mostrar sus modelos. Pero antes, se conformarían con reactivar los puestos más cercanos a la zona del invernadero, instalando áreas de juego y adecentando el espacio que ahora se ve desierto.


«En esta parte todo es cemento. Los vendedores no quieren colocar su mercancía porque no se compra nada y unos pocos huecos los ocupan ilegales que no pagan impuestos», señala José Hernández, responsable del rastro antiguo, en el que han desaparecido más de 190 puestos en los últimos meses.


Con estas medidas de reactivación, los responsables del rastro aseguran que se crearían más de 500 puestos de trabajo entre el colectivo de vendedores ambulantes. «Un único puesto da de comer a dos o tres familias. Y lo peor de esta crisis, es que los más jóvenes ya no saben cómo buscarse la vida. Nosotros no queremos mendigar, sino ganarnos el pan de cada día y evitar que los chicos estén en la calle con un brazo encima de otro», asegura Carbonell.


Competencia china


A la crisis y la falta de apoyo municipal, los vendedores añaden otro serio obstáculo: la competencia china. «Tiran los precios de tal manera que es imposible competir, porque ellos trabajan con muchísimo más género y más margen de ganancia», recuerda José Giménez. El pasado miércoles montó y desmontó su puesto en apenas media hora porque a su alrededor (en la zona más próxima al invernadero, la más afectada) no había nadie más vendiendo. «Me fui a Monzalbarba y allí me gane ocho o diez euros, que no es mucho, pero más de lo que hubiera ganado aquí todo el día. Pero lo peor de todo es que si no avisas te pueden multar hasta con 400 euros por no estar en tu hueco», afirma.