TRANSPORTE URBANO

Los vecinos se niegan a perder 'su' autobús

Las líneas 20, 30, 40, 45 y 53 suprimirán parte de su recorrido -en algunos casos hasta la mitad-, que será asumido por el nuevo trazado del tranvía.

Cuando el tranvía entre en funcionamiento el próximo 19 de abril, las líneas 20, 30, 40, 45 y 53 reducirán casi a la mitad su recorrido y morirán casi todas en la plaza de Aragón. Ya no subirán por Gran Vía, ni llegarán hasta la Universidad o el Hospital Miguel Servet, y la única opción será coger el tranvía. Sí que convivirán con el nuevo medio de transporte, pero solo durante dos meses, las líneas 30 y 40, que efectuarán dos paradas tras pasar la plaza de Aragón, en la plaza de San Francisco y en el Miguel Servet.

La noticia no ha convencido a los vecinos de Las Fuentes, ni a los del Actur, ni mucho menos a los de Santa Isabel y Casablanca, que se niegan a renunciar a 'su' autobús, el que les lleva de casa al trabajo, a la facultad o a casa de los abuelos. «Desde Santa Isabel hay muy mala comunicación y el 45 nos venía muy bien porque subía hasta más allá de Vía Ibérica, pero ahora no me traerá hasta la universidad y tendré que hacer transbordo con el tranvía», comentaba ayer Laura Exquerra, vecina de este barrio periférico. En Casablanca tampoco se recibió con alegría este futuro cambio. «Vivo en la urbanización Las Nieves y el 20 me dejaba en la puerta de casa. Pero el tranvía no, lo más próximo que me dejará será en Argualas», apuntaba Carlota Palacio. El C5 suplirá el recorrido del 20 por Casablanca. «Me parece muy bien, pero no sé ni dónde tiene las paradas», replicaba.

La supresión de parte del recorrido de estas líneas de autobús era un tema muy comentado ayer en las marquesinas de la ciudad. «Lo que yo no llego a comprender es cómo el tranvía va a poder asumir la cantidad de usuarios que dejarán los autobuses en la plaza de Aragón, que uno u otro pasan cada dos minutos. Dudo mucho que el tranvía pase con esa frecuencia», señalaba Francisco Ramírez. En total, serán 18 líneas las que terminarán su recorrido en el eje paseo de Pamplona-plaza de Aragón y Sagasta. «Fíjate, qué caos se montará en el centro de la ciudad y todos a subirnos al tranvía. Pasará como con el metro de Madrid, que no se podrá ni entrar», indicaba su hijo, Pedro Ramírez.

Junto a él, Pablo Bazán, un joven parado opinaba: «No es normal que quiten todos los autobuses por donde circule el tranvía. Creo que es una forma de obligar a que todo el mundo lo coja para justificar tanto tiempo de obras y toda la que están liando».

Decepción generalizada

Un grupo de mujeres que esperaba la llegada del 20 parecía comprender el desarrollo de los acontecimientos. «Ahora lo entiendo. Llevaba meses pensando cómo iban a poder circular autobuses, coches, bicicletas y taxis junto al tranvía, cuando en Gran Vía solo queda un carril... pero resulta que quitan los autobuses y a correr, nunca mejor dicho», explicaba María José Royo.

Mientras tanto, una señora mayor que estaba escuchando la conversación comenzó a lamentarse en voz alta. «¿Qué le ocurre, señora?», le preguntaron. «Que estoy muy disgustada», contestó ella. «Ahora qué voy a hacer yo, si el 53 ya no me llevará hasta casa de mi hija y el tranvía no llega hasta allí. No puedo ir andando el recorrido restante porque estoy mal de las piernas y tampoco me pueden venir a buscar porque vivo en Gran Vía y, como solo hay un carril, no pueden parar para recogerme», argumentaba. Solo los usuarios del 35 se mostraban «contentos» porque su línea se alarga hasta el Seminario. «No me voy a quejar, pero tampoco entiendo que la acortaran y ahora la alarguen de nuevo», decía Maribel Sanz.

Casi todos coincidían en que «habrá que esperar para ver qué pasa». «Y rezar» -incidía un usuario- «rezar con mucha fuerza».