ATECA

Lluvia de manzanas contra La Máscara

Los vecinos, sobre todo los más pequeños, se volcaron con la popular tradición de las fiestas de San Blas. Protegido por su escudo, el personaje inició la subida al cerro mientras los asistentes le lanzaron 700 kilos de fruta.

Los vecinos de Ateca, en su mayoría niños, lanzan manzanas a La Máscara en la subida al cerro.
Lluvia de manzanas contra La Máscara
ALBERTO CRISTóBAL TOMEY

Cuando La Máscara emprendió con la procesión el camino que va desde la iglesia de Santa María hasta la ermita de San Blas, vecinos de todas las edades ya se agrupaban a la orilla del cerro. Allí arriba las manzanas estaban repartidas en pequeños montones y los niños ocupaban la primera línea. Al fondo, el conjunto del casco urbano y la confluencia de los ríos Jalón y Manubles. Abajo, naves industriales, una chopera pelada y algunas fincas. Ese era el paisaje que contemplaban quienes tomaron posición para perpetuar la tradición más llamativa de unas fiestas consideradas de Interés Turístico Regional desde 1995.


En algunos aspectos, esta manifestación etnográfica y cultural de Ateca es similar a las celebraciones de otras localidades de Aragón. La indumentaria de La Máscara recuerda a la que cubre al Cipotegato turiasonense, y los tomates que allí le llueven cada 27 de agosto son en este pueblo manzanas. Amarillas, no pequeñas, que del destrío pasan a convertirse en la esencia de una fiesta cada vez más conocida y siempre sentida por los que nacieron en el municipio.


Le hacen burla, la persiguen y la encierran pero a la vez la buscan para que les proteja. Además, es «la única figura pagana que va en la procesión», explicó el alcalde Javier Sada.


Entre las autoridades, acompañando a la peana del santo (adornada con roscones) llegó La Máscara a la ermita. Apenas faltaban diez minutos para las 13.00, los que empleó para encomendarse a San Blas pronunciando unos versos con los que reafirmó su valor. Cubriéndose el cuerpo con un gran escudo, inició el ascenso y empezaron a caerle los más de 700 kilos de manzanas.


Cuando estaba cerca de coronar la cima, miembros de la comisión y vecinos repitieron «¡ya basta!». Se trata de respetar las normas y a quien se ha ofrecido para que las fiestas de San Blas mantengan su elemento diferencial. Objetivo cumplido. En medio de la explanada, los chiquillos se arremolinaron alrededor del protagonista, que quedó en el centro de un gran corro con todos los allí presentes para juntos cantar: «En el puente de Alcolea había un puchero roto, le pegaron un barazo y cayó del puente abajo?».


Uno de los muchos que se acercó a abrazar y felicitar a Roberto Labrador fue Pepe Sánchez. «La lástima es que tengo 52 años, porque me hubiera gustado ser la Máscara», reconoció, y eso que antaño llegar al cerro era más difícil. «Por la noche veníamos a ponerle trampas en la subida para que cuando subiera se cayera», recordó. Lo sabe bien Manuel Royo, otro atecano que vio cómo sus tíos, sus primos, y antes sus abuelos se cubrían para evitar lo que les lanzaban. «Antes eran piedras y algunos salían con buenos chichones, aunque los guardas del campo los protegían». Antes del descenso, Roberto fue reclamado una y otra vez para hacerse fotos con él.