SOLIDARIDAD

Los 'ángeles' de los sintecho en Zaragoza

Cruz Roja recorre por las noches las calles de Zaragoza para atender a las personas que duermen en la calle. Les dan cafés, dulces y mantas, pero sobre todo les facilitan apoyo y orientan sobre servicios sociales básicos.

Dos voluntarios de Cruz Roja atienden a una persona sin hogar en Zaragoza.
Los 'ángeles' de los sintecho en Zaragoza
VICTOR LAX

Cómo tienes la infección de la boca? ¿Ya has ido al dentista? Después de un rutinario ¡hola! estas son las primeras preguntas que Patricia Borraz, coordinadora del servicio de Unidad Móvil de Emergencia Social (UMES) de Cruz Roja, formula nada más abrir las puertas del cajero automático de una céntrica calle zaragozana, en la madrugada de ayer sábado. El receptor de la pregunta es Zakaullah, un pakistaní de 41 años que desde hace cuatro meses duerme todas las noches en el mismo sitio, rodeado de cartones, una vieja manta y comida "sana" porque los dulces de estos días "me han dejado la boca echa polvo".

Fue en verano de 2010 cuando los miembros de la UMES contactaron por primera vez con Zakaullah. En su ronda habitual por las calles de la ciudad para dar apoyo a las personas sin hogar, que realizan desde enero de 2005, se encontraron con este hombre de 41 años que llegó a Zaragoza para trabajar en la fruta. Aquel día le ofrecieron un café, unos dulces, una manta y un mapa con información sobre los servicios de la ciudad: médicos, alojamientos y comedores sociales...

Cuatro meses después, coinciden con él varias veces a la semana. Unos días se encuentra dormido cuando van a verlo y no le molestan, pero si está despierto Patricia y los dos voluntarios que la acompañan en su recorrido hablan un rato con él. "Somos sus confidentes porque a lo largo del día tienen muy pocas posibilidades de hablar con gente. Normalmente, nadie se acerca para preguntarles si necesitan algo. Por eso nosotros insistimos en acercarnos a ellos y si un día no están de humor para hablar, al día siguiente volvemos", apunta Borraz.

En su ronda, que comenzó a las 21.00 y terminó pasada la 1.30 de la madrugada, Patricia y Capa (el conductor), que llevan juntos desde 2006, contaron en su recorrido nocturno con el apoyo de Pilar y José Luis, voluntarios de Cruz Roja. Mientras la unidad móvil avanzaba estaban pendientes de mirar por la ventana para ver en qué cajeros y portales había gente durmiendo.

"Hay que atenderles, pero sin molestar. Entonces ellos se abren y te cuentan su vida y te das cuenta de que es gente 'normal', que no muerde a nadie y que han acabado en esta situación por una serie de circunstancias que nos pueden ocurrir a cualquiera. Los sintecho son los invisibles de la sociedad", apunta José Luis Bernal, un joven de 37 años que lleva un año como voluntario, el mismo tiempo que hace que está en paro.

Emotivo recibimiento

La primera parada de su ronda tuvo lugar en los alrededores de la estación de Delicias. Allí, se encontraron con Alicia, una portuguesa de 49 años que acaba de volver a Zaragoza después de intentar ganarse la vida en los campos del sur de España. El recibimiento no pudo ser más emotivo. "Patricia es mi ángel de la guarda. En el peor momento de mi vida, cuando nada tenía sentido, ella me dijo que tenía que seguir adelante y me informó de todos los sitios donde podía solicitar ayuda", explicó ante la mirada de su compatriota Carlos. Con él se irá hoy a Huesca "buscando una oportunidad, cada vez más complicada por culpa de esta crisis", asegura.

Ninguno se plantea la posibilidad de volver a su país. Ni ellos ni los dos argelinos que dormían también en la estación. La vergüenza es la razón que todos esgrimen. Les da apuro volver a su tierra porque "allí piensan que en España todo nos está yendo bien y después de siete años haciéndoles creer esto, ahora cuesta mucho volver", apunta uno de los argelinos de la estación, un joven de 28 años que vino a España porque creía que la vida aquí "era mucho mejor que la que dejé en mi país", matiza.

En otro extremo de la ciudad, Eduardo, un granadino de 72 años, que lleva dos durmiendo en las calles de Zaragoza, también alude a este sentimiento cuando se le pregunta porqué no vuelve a su casa. En el cajero donde duerme, es habitual que la gente entre a sacar dinero de madrugada, pero él parece invisible ante sus ojos. "Aquí nadie nos ve ni nos oye", señala, arremolinado entre su saco de dormir.

Muy cerca de allí, Patricia y sus compañeros se acercan para ofrecerle café a otro viejo conocido. En su 'alojamiento' habitual solo encuentran su colchón, un gorro de Papa Noel y una caja de dulces vacía. El reloj ya ha marcado la media noche, pero el inquilino de este portal todavía no ha acudido a dormir. "Hay noches que voy a un sitio y sino encuentro a la persona que solía estar allí, siempre pienso en positivo y creo que han tenido un golpe de suerte y están en un sito mucho mejor", concluye Borraz.