TRIBUNALES

El homicida del peñista de Tauste declara que cogió el arma para asustar y se le disparó

Los testigos aseguran que apuntó contra la víctima a un metro de distancia y apretó el gatillo sin previo aviso y mediar palabra.

El acusado, Luis Miguel Gaspar, durante el juicio al lado de su abogada, Cristina Ruiz-Galbe.
El homicida del peñista de Tauste declara que cogió el arma para asustar y se le disparó
OLIVER DUCH

Luis Miguel Gaspar Aznar, de 35 años, reconoció ayer que disparó contra Benjamín Gracia Jiménez, de 27, cuando este se encontraba en la peña la Gaska, en Tauste, durante las fiestas de septiembre de 2009. El joven falleció a causa del tiro que le alcanzó de lleno en la axila izquierda y le partió el corazón.


La autoría del disparo no se discute en este caso. El problema jurídico está en si fue un asesinato, como mantienen el fiscal y la acusación particular, o un homicidio con atenuantes, como argumenta la defensa. La diferencia no es baladí pues puede suponer una pena de entre siete años que solicita Cristina Ruiz-Galbe, a los 20 que pide Javier Notivoli, pasando por los 16 que reclama la representante de la Fiscalía.


Una treintena de vecinos acudieron ayer a la Audiencia de Zaragoza para arropar a la familia de Benjamín Gracia Jiménez y a los amigos de este que presenciaron su muerte y que estaban citados a declarar. La versión de los hechos ofrecida por el acusado y los testigos no difiere sustancialmente, salvo en unas cuestiones muy puntuales y fundamentales: el momento del disparo y el estado de embriaguez del acusado.


Poco antes de las 7.00 del 22 de septiembre de 2009, Luis Miguel Gaspar coincidió con Benjamín Gracia y tres amigos de este en la puerta del bar Parrots, cuando el establecimiento ya estaba cerrando y donde el procesado se había tomado dos chupitos de whisky. En la calle y por motivos no aclarados, acusado y víctima (con quien no nunca había discutido) tuvieron un enfrentamiento que, según los testigos, no pasó de unos manotazos y empujones.


"Cuando se enzarzaron los separamos y él (Luis Miguel Gaspar) se fue vociferando por la calle y braceando. No hubo puñetazos. Si acaso una bofetada", coincidieron los amigos de Benjamín Gracia. "Me estaban esperando en la puerta, me pegaron y me rompieron la nariz", declaró el procesado.


Tras este incidente, la víctima y sus tres acompañantes se fueron a la peña la Gaska, donde se reunieron con otros vecinos y siguieron la fiesta. Mientas tanto, Gaspar se fue a su casa, cogió una de sus tres escopetas y un chaleco con cartuchos y se dirigió al lugar donde sabía que podía encontrarlos.


Para el fiscal y la acusación, esta actitud revela una clara premeditación, pues fueron 700 los metros que tuvo que caminar, tiempo suficiente pare reflexionar. Sin embargo, la defensa mantiene que su intención era quedarse en casa pero, al abrir el armario para cambiarse de ropa, vio las armas y "como estaba influenciado por el alcohol y las drogas, cogió una".


"La cogí con intención de asustarles para que me dejaran en paz. Pero, al llegar, un chico vino hacia mí (se supone que Benjamín) me agarró el arma y se disparó. No sé quién me dio el manotazo", dijo.


Por el contrario, todos los peñistas aseguraron que entró directamente al local, apuntó con el arma a la víctima y disparó sin mediar palabra. Añadieron que en ese momento no había nadie a su alrededor que pudiera tocar el cañón de la escopeta.


La letrada Ruiz-Galbe argumentó que el hecho de que la víctima recibiera el disparo en la axila demuestra que levantó un brazo para defenderse. "La jurisprudencia no exige que la defensa sea eficaz", mantuvo para justifica su calificación de homicidio. Para Notivoli ese gesto revela "un intento humano de protegerse ".


Las acusaciones discreparon en el delito de tenencia ilícita de armas, que el fiscal retiró a pesar de que la licencia estaba caducada. La defensa cree que es una infracción administrativa. Respecto al alcohol (1,27 gramos en sangre) y las drogas (un poco de anfetamina y cocaína), los forenses dijeron que tenía una "leve" afectación del control de sus impulsos que para Notivoli no existe.