urbanismo

El interés etnográfico del Jardín de Ricla compromete la obra de 2.025 pisos

Los vecinos del área rural colindante con el barrio de Santa Isabel recelan del proyecto urbanístico. Su antiguo molino, las balsas y una venta tradicional han sido catalogados con el apoyo de Apudepa.

El molino es una de las joyas del Jardín de Ricla y lo mantiene un vecino, Antonio Ostáriz.
El interés etnográfico del Jardín de Ricla compromete la obra de 2.025 pisos
ESTHER CASAS

Un núcleo rural con la espada de Damocles de un proyecto urbanístico. Esto viene a ser el Jardín de Ricla, un asentamiento tradicional en la periferia zaragozana que aún conserva viñas y huertas de olivo. Al final del barrio de Santa Isabel, por una cuesta tras la N-II, se alcanza un antiguo molino, unas ventas quijotescas y un puñado de casas construidas con maderos de acacia y cerramientos de adobe. Tan singular es este 'núcleo rural de antaño' que Patrimonio la ha declarado área de interés etnográfico, en una resolución que compromete el auge inmobiliario que Urbanismo tenía previsto en la zona.

Más de 2.025 viviendas están proyectadas junto al Jardín de Ricla. Construcciones que, además, serían de siete y ocho plantas, lejos del modelo de baja más dos que se estila en Santa Isabel. Los vecinos recelan de este proyecto, alertan sobre la cantidad de pisos que permanecen vacíos que existen y apuestan por la conservación de sus espacios naturales y por un perímetro de protección que respete el citado 'interés etnográfico'.

"En toda esta zona se podría hacer el gran parque que no tiene Santa Isabel. Un corredor verde que aliviara la zona y que sirviera para poner en valor el molino, el caedero (la balsa) y la venta de Paniagua, porque los monumentos también tienen un entorno", comenta José Antonio Ramos, que nació en la conocida como 'torre de Ricla' y lleva cerca de 20 años reivindicando este asentamiento.

Ejemplo de gestión hídrica

"El Ayuntamiento podría colgarse una medalla si mantuviera el eco tradicional de las huertas y las viviendas bioclimáticas de antaño", afirma Belén Boloqui, presidenta de Apudepa (Acción Pública para la Defensa del Patrimonio Aragonés). Su asociación también plantea que podría realizarse un centro de interpretación en el molino y que la balsa, las acequias y la parcelación agrícola sirvieran para explicar los sistemas de regadío tradicionales y la gestión hídrica a la antigua usanza.

El resto de vecinos del Jardín de Ricla -en el área vive medio centenar de zaragozanos- se han vuelto expertos, también, en las leyes aragonesas de protección del paisaje y otras normativas sobre la gestión sostenible del medio rural como el informe Auken de la UE sobre el desarrollo urbanístico.

"Si no llega a ser por la crisis en el sector de la construcción ya nos hubieran borrado del mapa", denuncia Ramón Rubio, presidente de la asociación de vecinos que se creó en 1991. Ahora temen una rápida reactivación del proyecto urbanístico, dado que las subvenciones para construir VPO se recortarán drásticamente en 2011 con la Ley de Economía Sostenible.

Los trámites, de hecho, ya se están agilizando como demuestra que el consejo de gerencia de Urbanismo, a pesar de la declaración de Patrimonio, haya emitido su "parecer favorable" (con abstenciones de CHA e IU) al convenio previsto. "No se concibe que lo que uno protege el otro lo quiera desmantelar", denuncian los vecinos, destacando la descoordinación entre departamentos.

"En 2007 decían de hacer 1.588 viviendas y ahora las cifran en 2.052. La promotora ha exigido que se le conceda el máximo de edificabilidad (75 viviendas por hectárea, cuando la media de Zaragoza es de 53), lo que desnaturalizaría la zona", afirma Ramos. Previsiblemente, el 60% de los pisos serán de protección oficial y la promotora se ha comprometido a ceder gratuitamente al Consistorio 489 viviendas. La ubicación de estos pisos estará en una zona colindante con el polígono de Malpica, donde actualmente se está rellenando la gravera de Mamblás.

El quid del problema -según los afectados- está en que los suelos del Jardín de Ricla fueron cambiados de catalogación "sin aviso y sin contar con los vecinos". "En 1998 pasamos de habitar en suelo de protección de regadío a estar en suelo urbanizable de usos productivos", dice Ramos que achaca tal cambio a la especulación.

Actualmente el proyecto urbanístico se encuentra paralizado en el Inaga porque el entorno también posee un valor medioambiental: posee colonias de abejarucos, una pareja de lechuzas y águilas culebreras. "También pueden verse erizos, ranas, sapos, culebras (bastardas y de escalera) y en la balsa del Pilar hay camadas de ánades", comentan henchidos los vecinos, que son quienes se encargan motu proprio de mantener las sendas y los caminos que recorren los 300.000 m² del que consideran su "pequeño paraíso".