La plaza estaba preciosa. Casi vacía, pero preciosa. Gente ni para una escaramuza. Ni para reñir. Luz divina gracias al Plus. Bienvenidos ambos. Pésima novillada de Guadalest y de uno que pasaba por aquí, descargó y se fue. Menos mal que salió un precioso cárdeno claro de Los Maños, que hubiera arreglado más la tarde si cae en otras manos. Bravito en un puyazo largo, noble, repetidor. De cortijo. El resto fue una moruchada en escalera de la que solo se salva el segundo y por los pelos. Perdió las manos, se protestó, no peleó en varas, pero tuvo a su favor la repetición y la nobleza. Bueno y con calidad. Excesivo premio en el arrastre.

López Simón se lo llevó en el mejor lote. Sensacional el novillero que lo llevó siempre cosido en los vuelos. Templado. La muleta planchada y por delante. Vertical y de remate siempre atrás. Espadazo que de por sí valió un trofeo. Con el quinto, sin fuerza, le perdió los pasos justos para no agotarlo. Las series fueron más cortas, pero con cadencia. Importante actuación que pone la feria cara.

Cuartero se llevó un lote infumable. Un mostrenco y un paralítico que debió ir para atrás. Voluntarioso y obsesionado con la colocación, robó algún natural estimable, pero aquello se perdió.

Espaliú no se encontró. Muy a disgusto toda la tarde, tiró por la calle de enmedio. Fue breve.

FICHA

La Misericordia, segunda de abono. Un cuarto de entrada en tarde soleada.

Tres novillos de Guadalest, desiguales, sin raza. Dos de Casasola, mal presentados, mansos, y uno de Los Maños, bien presentado, noble.

Miguel Cuartero, de burdeos y oro, ovación y ovación.

López Simón, de rosa palo y oro, dos orejas y ovación.

Antonio Espaliú, de oliva y oro, silencio y pitos.

Presidió Manuel Pasamontes, mal. Tardó en devolver a los novillos y concedió una generosa vuelta al ruedo al segundo de la tarde.