HERALDO ABIERTO

La cara y la cruz de los quioscos post Expo

Mientras las terrazas ubicadas en las riberas están a pleno funcionamiento estos meses estivales, aquellas proyectadas en el anillo verde se deterioran a pasos agigantados. El ayuntamiento asegura que es consciente del problema y busca soluciones.

Por fuera. El quiosco del Azud, en Vadorrey, ha sido el último en inaugurarse, concretamente, a comienzos de la etapa estival de este año.
La cara y la cruz de los quioscos post Expo
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La Expo cambió la fisonomía y el 'skyline' de la capital aragonesa, adecentó las riberas y creó todo un Anillo Verde de casi 40 kilómetros para el paseo y el esparcimiento en Zaragoza. La ciudad dejó de vivir de espaldas al río, y las orillas del Ebro se convirtieron en una nueva zona de ocio. Otras grandes apuestas e inversiones del Consistirio no corrieron la misma suerte. Prueba de ello son los quioscos proyectados en el Anillo Verde en su tramo entre los barrios de Miralbueno y Oliver, que presentan signos claros de abandono.


Basta con pasear una tarde por las riberas para saber que los quioscos levantados al calor de la Expo, como el Q4 de las Tenerías, Luna Morena en el Actur, el Molino de San Lázaro, entre el puente de Piedra y el de Hierro, la más reciente cafetería El Puerto, junto al Azud, u otras más antiguas, como Le Pastis, cerca del barrio de Jesús, son un hervidero de gente durante los meses estivales. "Esta generación ha sabido recuperar el río y disfrutar de él", explica Pablo Polo, de la Asociación de Vecinos de Vadorrey.


Uno de los síntomas más claros del éxito conseguido por estos quioscos post Expo es el continuo trasiego de clientes en las terrazas, de familias paseando a orillas del Ebro o de ciclistas haciendo uso del carril bici. Precisamente, este aspecto es lo que da rentabilidad a los quioscos, y los convierte en negocios atractivos para los empresarios. Junto al Canal Imperial se levantan otros quioscos, aunque no son tan exitosos como los que están junto al Ebro.


Quioscos no tan rentables

Alejados de las riberas, y bastante más al sur, los quioscos construidos junto al Corredor Verde se "mueren del asco", como apunta un vecino de Miralbueno, Ricardo Berenguer, de 33 años. Son tres estructuras de ladrillo, madera y aluminio que, en un principio, tenían previsto albergar servicios de cafetería, prensa, alquiler de bicicletas y hasta de venta de flores. En varias ocasiones, el Ayuntamiento los sacó a concurso, y en ninguna se presentó oferta alguna.


El plan de ordenación urbana recoge la edificación de viviendas al lado del Anillo Verde. Sin embargo, fruto de la crisis, la burbuja inmobiliaria explotó y el proceso de construcción se paralizó. "Estos quioscos estaban mal diseñados desde el principio. En verano, hace mucho calor en esta zona porque los árboles todavía no han crecido y, en invierno, el viento es muy fuerte", crítica Ricardo. "Además, si en las zonas habitadas los negocios no funcionan, ¿cómo lo van a hacer aquí? ¿Quién monta una cafetería para dar tres cafés al día", se pregunta.


El resultado se aprecia a simple vista: los quioscos se han convertido en un foco de suciedad e, incluso, alguno sirve de casa improvisada para varios transeúntes que hasta han llegado a hacer fuego en su interior, como apunta Ricardo.


El Ayuntamiento asegura ser consciente del problema que generan estas infraestructuras inutilizadas y busca soluciones factibles y poco gravosas. Los vecinos sugieren derruir el quiosco y dejar la estructura para dar sombra. "Sería triste tener que desmontarlos", apuntan fuentes municipales.