HISTORIA

Abrillantando el callejero de hace tres siglos

Chunta propone que se rescaten los nombres antiguos de las calles del Casco para saber, por ejemplo, por qué la plaza de Salamero se conoce como 'del carbón' o cuál era la ruta de coronación de los reyes aragoneses.

Plano general de 1879. Es el trabajo pormenorizado de Dionisio Casañal. En la imagen se aprecia la guía, que se despliega en 249 cartografías detalladas.
Abrillantando el callejero de hace tres siglos

Hay muchas calles que se han perdido en el callejero pero no en la memoria popular. Esta es la razón por la que muchos ciudadanos se refieren a la plaza de Salamero como 'la del carbón' o algunas personas mayores continúan llamando calle de San Gil al último tramo de Don Jaime I.

El grupo municipal de Chunta llevará a pleno en septiembre una iniciativa para recuperar los nombres históricos de las calles del Casco de Zaragoza. No se trata de sustituirlos por los actuales, sino de poner bajo el nombre presente una placa que indique la denominación histórica y explique su motivo y su contexto.

"Mucho 'rebullón' de calles y callizos medievales desapareció con la creación de las grandes avenidas en el Casco como San Vicente de Paúl o la calle de Don Jaime I, que llegó a recibir simultáneamente hasta tres denominaciones diferentes", explica Juan Martín, portavoz de la formación nacionalista, para quien las calles del Casco podrían tener un tratamiento diferenciado del resto de la ciudad. Tras muchas semanas de trabajo, "en un ejercicio de romanticismo puro", su grupo ha documentado 257 calles con mapas, planos y legajos de hace tres siglos. "Principalmente, nos basamos en el minucioso trabajo de un funcionario municipal, Tomás Ximénez de Embún, que en 1901 hizo una descripción de la Zaragoza antigua, interpretando planos de Dionisio Casañal de 1879. También hemos manejado facsímiles de la Zaragoza de 1769 y cartografía que está disponible en la web municipal", explica el historiador y responsable de asuntos europeos de Chunta Miguel Martínez Tomey.

Entre los ejemplos más llamativos está el de la actual calle de Abén Aire, que en su día se denominó 'la del burdel viejo'. Tampoco hay que olvidar que la calle de Predicadores debe su nombre al convento que hoy en día alberga dependencias del instituto del agua y el IES Luis Buñuel. Por cierto que, aunque no hay ninguna placa que lo recuerde, allí fue donde Pedro IV rasgó con su puñal el privilegio de la Unión en 1348 y donde Fernando el Católico promulgó el decreto de expulsión de los judíos en 1492.

Gremios y servicio postal

También figuran en los planos antiguos las calles de los Aguadores, la plaza de la Leña o de la Cebada, que da idea de dónde se encontraban los depósitos de grano para el abastecimiento del cereal. "Muchos entramados de calles estaban compartimentados y recibían los nombres según tuvieran una iglesia cerca, viviera alguien importante o trabajara algún gremio en ellas", explica Martínez Tomey. Muchas eran fornos (evidentemente, de los antiguos panaderos), pero también había mesones, sombrererías, botigas y abundaban los fosales. Por ejemplo, la actual plaza del Pilar se encuentra en lo que antes fue el fosal de Santa María, un antiguo cementerio donde se reunía el consejo de la ciudad. Hubo que esperar hasta el siglo XIX, cuando se instauraron los servicios postales, para numerar las puertas y cambiar la fisonomía urbana.

Repasando seculares callejeros, se puede incluso rastrear términos aragoneses, que se utilizaban desde 1500. En otras ciudades no hay denominaciones como trenque, puyada (bajada), postigo, fosal o callizo, que sí eran habituales en las localidades aragonesas. Chunta, también subrayando esta parte lingüística, confía en sacar adelante la propuesta porque "así se haría un favor a la memoria histórica, se fomentaría la faceta turística y educativa de la ciudad e, incluso, potenciaría la candidatura a la capitalidad cultural europea de 2016".