CIVISMO

El botellón se aleja de las calles del centro para instalarse en las riberas del Ebro

La zona está bastante aislada y las molestias a los vecinos son puntuales. La suciedad y el vandalismo son los principales problemas. Los jóvenes se reúnen en grupos cada vez más dispersos y menos numerosos

Restos del botellón junto al Ebro, el pasado domingo por la mañana.
El botellón se aleja de las calles del centro para instalarse en las riberas del Ebro
L. C.

Cambian las modas, hasta las más transgresoras, y eso afecta al botellón. La Policía Local ha observado cómo los grupos de jóvenes que se juntan para beber en la calle han cambiado poco a poco de ubicación. En concreto, desde los meses de primavera, el Balcón de San Lázaro ha ido tomando definitivamente el relevo de otras zonas más céntricas de Zaragoza.

Todos los sábados y domingos por la mañana, algunos puntos de la ribera –sobre todo en la margen izquierda, entre el embarcadero de Vadorrey y el puente de Piedra- amanecen salpicados de cristales, botellas y vasos.


Los agentes reconocen que han constatado el fenómeno, aunque aseguran que no se están imponiendo muchas sanciones. Las acciones pasan, sobre todo, por dar toques de atención a los chavales. “Los grupos son cada vez más pequeños y dispersos, y es difícil pillarlos in fraganti. A veces coges al que ha quedado rezagado, y entonces poco se puede hacer, aparte de reprenderle e intentar hacerle ver que no es un comportamiento cívico”, explican fuentes del Ayuntamiento de Zaragoza.


Tras la aprobación de la ordenanza del botellón el año pasado se fijaron los comportamientos objeto de sanción y las medidas correspondientes. Las multas por beber en la calle oscilan entre los 500 y los 1.500 euros, y en algunos casos la ordenanza marca que los jóvenes las pueden sustituir cumpliendo varias horas de trabajo en beneficio de la comunidad.

Hasta hace poco, las mayores concentraciones entorno al alcohol se registraban en la plaza de los Sitios, la zona de Miraflores y el Parque Grande. Sin embargo, el acondicionamiento de las riberas, la considerable presión mediática y policial sobre los citados espacios y la nada desdeñable cercanía del Balcón de San Lázaro a la zona de bares del Casco han terminado por influir en los hábitos de los jóvenes.


De hecho, las visitas de los agentes al entorno de la calle de Zurita se intensificaron el año pasado, y la Universidad comenzó a cerrar sus puertas laterales para disuadir a los jóvenes de que entraran a beber.

Menos ruidos pero mucha basura


Los vecinos del Centro respiran más aliviados. Sin embargo, combatir el problema en las riberas es un poco más difícil. La ordenanza regula las sanciones, y tiene muy en cuenta la molestia que se genera a la convivencia y los vecinos. Pero la zona del Balcón no tiene viviendas excesivamente cerca, y la Policía reconoce que no puede multar a los chavales porque sí. De hecho, la norma concreta que “se prohíben las reuniones o concentraciones en la vía pública o en lugares de tránsito público y zonas verdes, con ingesta de bebidas alcohólicas, cuando se impida o dificulte la circulación rodada o el tránsito peatonal, se perturbe la tranquilidad ciudadana o el derecho al descanso de los vecinos (...)”.


Afortunadamente, el botellón no está generando de momento muchos problemas de este tipo en las riberas. Sin embargo, sí que vulnera otra de las normas: la que marca que no se puede abandonar residuos ni alterar las condiciones ambientales del entorno.


De hecho, desde que comenzó el buen tiempo, muchos puntos de las riberas amanecen llenos de cristales rotos, bolsas, botellas y vasos de calimocho.


Los efectivos de Parques y Limpiezas reconocen que algunos puntos se han convertido en habituales dentro de su ruta de limpieza, y no solo los fines de semana. “Los jóvenes buscan cada vez puntos de encuentro menos llamativos y se reúnen en círculos más pequeños y desperdigados, de como mucho unas 30 personas cada uno”, añaden desde el Consistorio. Esto puede constatarse fácilmente observando los restos de las fiestas en esta zona verde.


Temor al vandalismo

Por otra parte, los vecinos sí que se muestran más preocupados por el hecho de que las concentraciones, aunque no muy numerosas, acaben desembocando en actos vandálicos.

Esta semana, el centro de interpretación del Balcón de San Lázaro apareció cubierto de pintadas, que lógicamente se hicieron por la noche.


Además, existe la inquietud de que este tipo de actos se extiendan al Parque del Agua. Así ha sucedido con la obra de arte ‘Marierismo Rococó’, un valioso conjunto que costó 308.000 euros para la Expo y se trasladará al Centro de la ciudad para que pueda conservarse en buen estado.


De todas formas, el Ayuntamiento se ha comprometido a terminar de instalar varias cámaras de videovigilancia en muchos monumentos y a lo largo de las riberas y del Parque del Agua. Se ha comprobado que estos aparatos tienen un poderoso efecto disuasorio sobre los vándalos.