PATRIMONIO

El sepulcro de Épila, al descubierto

El próximo miércoles se presenta en Épila el sarcófago de la capilla de los condes de Aranda. Obra maestra de la escultura renacentista, una compleja investigación ha descubierto en él relieves hasta ahora ocultos.

El sepulcro de Épila, al descubierto
El sepulcro de Épila, al descubierto

Todo comenzó con un golpe de suerte. De esos golpes de suerte que solo tiene quien los busca. Enrique Galé, que llevaba diez años reuniendo datos sobre el poeta renacentista Pedro Manuel Ximénez de Urrea, descubrió en la biblioteca de Grenoble un ejemplar de 'Peregrinación de las tres casas sanctas de Jherusalén, Roma y Santiago'. Se conocía la existencia de la obra, pero se pensaba que no había sobrevivido ningún ejemplar, ya que la Inquisición la prohibió. Galé publicó un libro sobre el escritor gracias a la Institución Fernando el Católico (IFC), pero sigue hoy estudiando su figura: "Nos muestra lo internacional que fue Aragón -asegura-, y buena prueba de ello es que la mayoría de la documentación que manejo está en italiano". Pero el hallazgo puso además el punto de mira en el sepulcro de su padre, Lope Ximénez, primer conde de Aranda, y ahí saltó también la sorpresa. "Se trata de una pieza escultórica en alabastro de extraordinaria calidad, datable hacia 1500 y, de manera sorprendente, inédita -señala Álvaro Capalvo, secretario de la IFC-. Posiblemente ello se deba a la pésima tarea de montaje que sufrió el sepulcro tras la demolición de la antigua cripta de los Aranda, al ser trasladado a la nueva iglesia en el siglo XVIII, ya que quedó adosado a un muro y semioculto".

Y es que el análisis detallado del sepulcro reveló que era bastante problable que, a lo ya conocido (figura yacente tallada, tres caras con distintas escenas esculpidas) hubiera que añadir otro frontal tallado, vedado a los ojos actuales al estar adosado al muro. La Institución Fernando el Católico decidió averiguarlo. Y hubo suerte: no solo se logró documentar una pieza escultórica excepcional, sino que salieron a la luz escenas esculpidas en alabastro hasta ahora desconocidas. "Hemos trabajado todos a una -dice Adolfo Díez, concejal de Cultura de Épila-. El sepulcro se apoyaba en tres leones, y si originalmente estuvo exento, tenía que contar con otros tres. A mí un día me llamaron de la DPZ y me dijeron que tenía que localizar otros tres leones, que igual estaban en el palacio de los Aranda. Y sí, allí estaban, dos debajo de una fuente y otro en un cuarto cerrado. Con los leones y las pesquisas se siguió trabajando". Los leones tienen entre las garras el escudo heráldico de la familia, en azul y blanco.

Restos de 11 adultos y 2 niños

El monumento funerario es del siglo XV y, según los especialistas que lo han estudiado (Jesús Criado, María del Carmen Lacarra y Enrique Galé), posiblemente fue realizado por el taller de Gil Morlanes. "Estaba exento, en medio de la iglesia antigua de Épila y, al ser trasladado a la nueva, se dieron cuenta de que casi no les cabía, así que lo adosaron a la pared", relata Adolfo Díez. Lamentablemente, quienes decidieron pegarlo a la pared en el siglo XVIII destruyeron la cornisa inferior del sarcófago en esa cara, con lo que redujeron la cantidad de mortero necesaria para adherir el frontal al muro.

"Pero casi el 40 por ciento del sarcófago que puede verse ahora es 'nuevo' -señala el párroco, Miguel Ángel Barco-. Lo que hemos descubierto, además, está en alabastro en su color natural, así que originalmente la obra no estuvo pintada, como lo que conocíamos hasta ahora". El sepulcro se ha separado un par de metros de la pared, con lo que el visitante de la iglesia de Épila puede ahora girar a su alrededor y contemplar la obra tal cual fue concebida. No se ha restaurado, tarea que será complicada porque se encontró en el alabastro una alta concentración de sales, lo que encarece notablemente la operación. Pero la intención es restaurarlo y completar así la recuperación de una pieza excepcional.

El próximo miércoles, a las 20.00, una ceremonia religiosa presidida por el arzobispo de Zaragoza, Manuel Ureña, servirá para presentar la nueva disposición del sepulcro. En el transcurso del acto se reinhumarán los restos encontrados en su interior, con los que también hubo sorpresas. Según señala el antropólogo, José Ignacio Lorenzo, se hallaron restos de una decena de individuos. "Se encontraban en bastante mal estado y revueltos. Las condiciones de humedad y salinidad de la iglesia los habían perjudicado y el traslado los había revuelto. Encontramos dos ataúdes infantiles, que podrían ser los hijos del último conde de Aranda (aunque su edad posible contradice lo que nos aseguran las fuentes históricas), y huesos pertenecientes a once individuos adultos, varones y hembras. Curiosamente, solo hallamos dos cráneos". El estudio de los restos todavía no se ha terminado, y posiblemente se intentará extraer su ADN.

Una obra maestra. Arriba, a la izquierda, dos de las escenas esculpidas en alabastro que ven ahora la luz y que han estado ocultas durante más de doscientos años. A la derecha, uno de los seis leones en los que se sustenta el sepulcro, que exhiben en sus garras el escudo heráldico de los Urrea. Junto a estas líneas, la estatua yacente de Lope Ximénez de Urrea.