EDITORIAL

La variante de El Burgo

Las circunstancias de la inauguración de la variante de El Burgo describen muy bien la cara y la cruz de las infraestructuras en Aragón. El avance tan positivo que supone la variante ha llegado con dos años de retraso sobre lo previsto, y sin que haya fechas fijas para la necesaria salida de la localidad hacia Castellón. Obras tan necesarias debieran tener continuidad a un ritmo más rápido.

LA apertura de la variante de El Burgo es una gran noticia, que acabará con las molestias sufridas en momentos de tráfico intenso y, sobre todo, con los graves problemas de seguridad vial, ya que cinco personas han muerto atropelladas en la carretera de Castellón a su paso por ese municipio. Dicho esto, no parece de recibo que obras tan necesarias resulten tan costosas de conseguir. Los vecinos del municipio llevaban tres lustros reclamando la variante. Y su inauguración ha llegado sin que haya conexión de salida hacia Castellón, por la demora que acumula el proyecto de desdoblamiento de la N-232. La puesta en funcionamiento de Motorland, en Alcañiz, ha llevado a las autoridades de Fomento a comprometerse a culminar esta obra básica para el Bajo Aragón a la mayor brevedad posible. Pero ayer Víctor Morlán no dio plazos ni fechas concretas. Tanto las variantes de Fuentes de Ebro, en servicio desde el pasado verano, como la de El Burgo tienen preparadas sus estructuras para el desdoblamiento. De ahí que los tiempos dependan de la voluntad política. Ahora, más que nunca, es momento de reclamar que la realización completa de ese equipamiento fundamental no siga acumulando retrasos y se incluya en el calendario de Fomento como objetivo prioritario.