EL LEGADO DE LA EXPO

Las disputas por la herencia de Fluvi

El futuro del Splash o el paradero de la magna maqueta de Zaragoza han protagonizado los últimos encontronazos entre quienes confrontan sus opiniones sobre el legado de la Expo. Se han catalogado centenares de piezas, pero hay dudas sobre si su destino será un museo monográfico.

Cuando apenas se ven ya bolsas de Andorra y comienzan a extinguirse -incluso- los voluntarios de la 'triste figura' que pasean su chándal azul como alma en pena por las riberas del Ebro, en el Ayuntamiento les ha dado por discutir sobre el legado de la Expo. Y discuten por su herencia material -véase los disfraces de Fluvi o los pingüinos del Iceberg- y por su huella intelectual, esto es, la Carta de Zaragoza -que se perdió, se encontró, pero parece lejos de ser la luz que guiaría a Naciones Unidas- y la Caja Azul, en la que se recogieron las conclusiones de la Tribuna del Agua por donde pasaron personalidades como Gorbachov, Rigoberta Menchú o Jeremy Rifkin.

 

Respecto a lo tangible, los carteles, los títeres y los 'atrezzos', hace más de un año se habló de la posibilidad de crear un museo monográfico -que incluiría mobiliario, mapas o maquetas- con todo lo que dieron de sí los tres meses de verbena zaragozana. El proyecto, sin embargo, a semejanza del futuro recinto empresarial de Ranillas, parece ahora estancado.

 

"Sí, sí. Habrá un museo, aún no tiene fecha ni ubicación, pero se ha catalogado ya todo el material que, de momento, se acumula y permanece almacenado en la base de la Torre del Agua. En breve será trasladado, junto a la escultura Splash, a dependencias municipales", explica Ricardo Martín Tezanos, de la sociedad pública Zaragoza Expo Empresarial.

 

Entre los 'restos de serie' que también se guardan en la Torre del Agua figuran pancartas y carteles de rincones del recinto como la Avenida 2008 o las plazas temáticas, algunos de los pingüinos que se suicidaban con la sinfonía de Calixto Bieito -entiéndase porque el guión así lo requería- o algunos carruajes y vistosas vestimentas que utilizaban los integrantes del Circo del Sol en sus cabalgatas. Asimismo, se acumulan recuerdos y regalos de los países participantes o, en algunos casos, elementos de sus pabellones que no fueron retirados. El acopio de material es enorme, y lo es aún más en lo referente a audiovisuales porque desde Holanda hasta Japón, desde Kuwait hasta Argentina, pocos eran los países -y las empresas- que no deleitaran a sus visitantes con vídeos promocionales.

 

Aunque la oposición tilda la propuesta del museo de "ocurrencia de un día de Jerónimo Blasco", parece que la aspiración de Zaragoza a la Capital Cultural Europea en 2016 podría impulsar esta iniciativa para que en el exterior no se perciba olvido ni dejadez en el legado artístico y cultural de la ciudad.

Pequeño aperitivo

De momento, para los nostálgicos, en la nueva Escuela de Diseño y Artes -entre las calles de Gertrudis Gómez de Avellaneda y de María Zambrano- se ha montado una pequeña exposición con parte del material recuperado. Allí se pueden ver, por ejemplo, las letras que decoraban la fachada exterior del pabellón de Corea, una maqueta del pabellón de las Iniciativas Ciudadanas (el Faro) que se redujo a escombros ante el elevado coste que implicaba trasladar, o un vídeo con lo más sorprendente de las actuaciones del 'Hombre vertiente', la propuesta de Pichón Baldinu que se representaba en la plaza de Inspiraciones acuáticas (la Concha), ya desmontada.

 

En su día se trató la posibilidad de que todos los citados artefactos ocuparan un ala en el Centro de Historia de Zaragoza, aunque por lo pronto -y a la espera de la creación de un museo específico- dan un toque de color, hasta el próximo 20 de diciembre, a la nueva Escuela de Artes.

 

Abandonando el recinto estricto de Ranillas, de lo que no cabe duda es que la recuperación de la ribera y el hecho de que el paseo por el Ebro haya vuelto a convertirse en cotidiano ha sido el mejor legado de la Expo.