VIDA EN RANILLAS

¿A qué le suena la Expo?

La Expo alberga un particular mundo de sonidos de diversa tipología. Entrar en el recinto supone sumergirse en un amplio rango de melodías que va desde las canciones infantiles de Fluvi y sus amigos, hasta los acordes del último grupo de rock del momento. Ningún otro espacio zaragozano ofrece tal diversidad auditiva.

El primer ruido, o sonido, según se mire, que escucha el visitante es el del detector de metales del control de seguridad. Si pita y se encienden las luces rojas probablemente llevará algo metálico encima que se habrá olvidado de pasar por el escáner. El siguiente sonido es el de los tornos al pasar la entrada por el lector, algo que supone el inicio de esta aventura auditiva.


Últimamente se han escuchado bandas sonoras de películas tales como Parque Jurasico, Amelie o La Guerra de las Galaxias a través de los altavoces instalados en las entradas, e incluso a lo largo de la Avenida 2008. Se oyen a diferentes horas del día y sin un criterio aparente.


Al adentrarse entre las multitudes, comenzará a oír un ruido general y continuo que le acompañará durante toda la visita, es el de las concentraciones de gente. Algunas personas mantienen un tono de voz normal en su excursión a Ranillas, pero otras llaman en voz en grito a sus seres queridos para que no se pierdan, o para indicarles dónde están. ¡Paco, aquí, estoy aquí! Y esto se repetirá a lo largo de todo el día, no se desanime y busque algún reducto de calma, que también los hay.


Si lo que desea es relajar su mente y sus oídos, el frente fluvial es la mejor opción. Allí está enclavado el Bosque Sonoro del artista Christopher Janey. Los troncos que lo forman poseen unos sensores de movimiento que producen sonidos al paso de la gente. Este sistema reproduce los ruidos que podrían oírse en un bosque cualquiera: pájaros, grillos, aullidos… Junto a él está la fuente "Appearing rooms" de Jeppe Hein cuyo sonido de chorros de agua también tiene un efecto relajante y en la que también puede darse un pequeño remojón. Y ahí junto al Ebro se puede sentar al sol, a escuchar el silencio. Algo muy valioso y difícil de encontrar en estos días.


Algo que también acabará por resultarle familiar es la canción de Dylan “A Hard Rain’s a-Gonna Fall” que suena en los megáfonos indicando los horarios de los espectáculos que se van a suceder, y mensajes oficiales de la organización recordando que deben protegerse del sol y buscar sitios con sombra, algo no demasiado sencillo en este caluroso verano.


A las 12.00 un ruido atronador anuncia el comienzo de la Cabalgata del Circo del Sol. Es entonces cuando la gente comienza a organizarse alrededor de la Avenida 2008 como si de autómatas se tratara. Cada uno ya sabe donde colocarse al son de la música creada especialmente para este espectáculo.


Otro de los sonidos diarios más apreciados por los visitantes, y sobre todo, por los niños es el del espectáculo que lleva a cabo Fluvi en la Puerta del Ebro y en la Plaza 20008 a las 9.30 y a las 18.00. Durante media hora la mascota hídrica y sus amigos se fotografían con los curiosos que se acercan a tocarla, como si esto diera buena suerte, mientras a través de un radiocedé suena una melodía cantada por voces infantiles.


La melodía que se repite noche tras noche y que puede llegar a oírse desde el centro de la ciudad, según como sopla el viento, es la de José Luis Romeo para el Iceberg. Este espectáculo se ha convertido en un segundo reloj que indica la hora de acercarse a las gradas fluviales a ver el show. Al finalizar, el público se mueve hacia la música que se escucha en el Anfiteatro 43. Da igual el concierto que esté empezando, que los visitantes acuden en masa todas las noches. Tal vez después de tres o cuatro canciones decidan que no les gusta y se marchen con la música a otra parte.


Todos estos ruidos, sonidos y melodías varias que pueden recabarse a lo largo del recinto, están distribuidos de tal manera que, aunque parezca increíble, no se acoplan. Solo hace falta cambiar de ubicación para cambiar de banda sonora del día.