GUÍA GASTRONÓMICA II

Cocina a ras de suelo

Hoy continuamos nuestro recorrido alimenticio por la planta cero de la Avenida 2008, donde encontramos platos más europeos con alguna excepción como las delicias de caviar ruso o los kebabs pakistaníes.

El primer restaurante con el que nos topamos en nuestro recorrido desde la plaza Aragón es el de Dinamarca. Algunos puede que no hayan reparado en él porque está un poco escondido al final del pabellón dentro de uno de los cilindros. Aquí la comida está dividida en cuatro grupos según la edad. Un personaje representa cada uno de los menús: Hay uno específico para niños que trata de hacer la comida divertida elaborando su propio perrito caliente por 10 euros. Mientras que a las personas de edad avanzada se les recomienda comida más tradicional como un bistec a la danesa con cebolla tierna por 20 euros. Para las mujeres se ha pensado en platos más elaborados y sensuales como arenque marinado con patatas, 15 euros, y los hombres tal vez prefieran algo más nutritivo como albóndigas de carne con patatas y verduras por el mismo precio. Puede pedir cualquiera de estos platos desde las 13.00 hasta las 19.30, y a partir de entonces los bocaditos salados son una buena opción.


Pero si un plato es poco para su apetito voraz tras horas de paseos por Ranillas, acérquese al restaurante belga donde ofrecen un menú del día de tres platos por 15 euros. Ensalada de pescado, costillas marinadas con ensalada y patatas son una de las combinaciones que sirven. El horario es de 13.00 a 16.00 y de 20.00 a 23.00, aunque las tapas se sirven durante todo el día. Si ve muy llena la parte de abajo del restaurante, no se desanime porque cuentan con un comedor para 50 personas en el piso de arriba.


En la vecina Alemania sirven comidas durante todo el día hasta las doce de la noche, y todos los platos que pueden encontrarse son muy tradicionales. Destaca la amplia selección de carnes, y que casi todo viene acompañado de una ración de puré. Los precios van desde los 4,90 euros de una sopa fía de pepino con nata, a los 18 de un estofado ácido del Rin con pasta y lombarda con compota de manzana.


Cambiando totalmente de materia prima, pasamos por el restaurante portugués, donde la base es el pescado. El chef Carlos Silva recomienda sobre todos los platos el bacalao que traen directamente de Portugal. “Nosotros no desalamos tanto el bacalao, y por eso la gente se sorprende cuando lo prueba en el restaurante. Además lo cocinamos de muchas formas diversas: con espinacas, crema, zanahoria, en tiras o tacos…”, indica Silva. Pero la carta no se queda solo en esto, también destaca el pulpo con aceite y ajo, así como las ensaladas, todo bañado con uno de los 20 vinos que traen de los viñedos más prestigiosos del país luso. Para el postre puede pedir una dietética macedonia casera de frutas tropicales, o probar los deliciosos pastelitos de nata tan famosos, que no se deben confundir con los de Belém. Los precios oscilan entre los 14 a los 19 euros y el horario es de 13.00 a 15.30 y de 20.30 a 23.30.


Si los platos de los pabellones anteriores podían ser previsibles, Rusia sorprende con sus ‘delicatessen’ de alta cocina. Las crepes de caviar, salmón o pollo y setas adoptan forma de nidos, cilindros o triángulos y rompen con el concepto establecido de comida rusa. Eso sí, el caviar viene desde la propia tierra de los zares, porque la calidad no es la misma. Aún así, solo cuestan entre 3 y 6 euros la pieza. También tienen platos más contundentes como salchichas al horno, o chuletas de cerdo con patatas fritas que sirven desde las 13.00 hasta cerca de las dos de la mañana. La terraza nocturna es un gran aliciente porque el espacio en el interior es escaso.


La ruta pasa por Bulgaria, que aparte de la archiconocida Moussaka, también ofrece otras especialidades como pimientos asados de primero, y salchichas con alubias de segundo. Eso sí, no puede irse sin tomar de postre los deliciosos yogures con fresas de la región. Estos tres platos le costarían 18 euros.


El último, y tal vez el más práctico y rápido de todos, es Pakistán. Con sus combinados de shawarma, el kebab pakistaní, y una lata de bebida a 7 euros han triunfado entre los noctámbulos de la Expo. Su perfecta ubicación junto al anfiteatro, y sus horarios tardíos lo han convertido en el lugar perfecto para comer algo antes o después de los conciertos. Los pastelitos de pistacho y almendras son una auténtica delicia para concluir la noche con buen sabor de boca.