EXPO 2008

Agua para el desierto

Entrar en el pabellón de Mauritania es como sumergirse en un poblado del desierto y entrar en la casa de la familia más importante del lugar. No en vano, hay una reconstrucción de una típica jaima y hasta palmeras y un camello estático.

En este pabellón, el pocero no haría negocio. Aquí las casas están hechas de adobe y no levantan un piso del suelo. La población está dividida en cuatro grandes grupos que se diferencian por sus costumbres y también por sus construcciones. Están los árabes, los Pulaar, los Soninké, y los Wolof. El hábitat que construye cada pueblo corresponde con la zona climática en la que vive y desarrolla una arquitectura adaptada a los materiales locales disponibles. En esta sociedad, son las mujeres las que se encargan de la decoración, que normalmente llena de color las estancias. “¡Qué curro lleva esto!”, exclaman algunos visitantes al fijarse en los curiosos detalles de las maquetas que decoran la primera estancia y explican estos modos de vida tan distintos de los que vemos a diario.


Mauritania es un país eminentemente desértico y por tanto, con una gran cantidad de población nómada. Los principales problemas a los que se enfrentan son el aumento de la desertificación y la escasez de agua. Sin embargo, el país tiene bastantes provisiones de agua subterránea, ya que el agua caída de la lluvia se filtra en el suelo y desciende hasta la capa freática. Este proceso además purifica el agua, y al extraerla, esta es de gran calidad. “Esshavi” es la marca más conocida y de calidad debido a sus minerales y oligoelementos.


Pero esta agua no es suficiente para cubrir las necesidades de los más de tres millones de mauritanos, por lo que actualmente el gobierno del país está enviando camiones de agua a las poblaciones más alejadas y a los suburbios de las ciudades. Aún así, es una medida paliativa hasta que se consiga el proyecto en el que están trabajando, “Aftout es Saheli”. La propuesta propone llevar a la capital, Nouakchott, y las ciudades cercanas agua desde el río Senegal. De esta manera se podría abastecer a la población durante unos 30 años. Pero la incidencia de esta propuesta cambiaría también el modo de vida de los mauritanos, ya que los llevaría a trasladarse a vivir a esta zona sur del país, lo que permitiría a los más pobres tener acceso a la educación, sanidad e higiene.


En pabellón aparte de estos contenidos sobre las políticas hídricas y la historia del país, también se puede ver una reconstrucción de un pequeño fragmento de desierto con sus palmeras y camello, de cartón, incluido. Además, una jaima con unos elegantes sofás en tonos dorados decora una de las esquinas de este espacio que invita a sentarse y relajarse por unos minutos mientras suena música tradicional.


Una mujer, que se ofrece a pintar tatuajes de ‘henna’ desde 3 euros, y un pequeño bazar despiden al visitante. La variedad y la calidad de los collares y demás alhajas se asemejan más a los típicos zocos a los que nos tienen acostumbrados los espacios asiáticos de la Expo que a los abalorios puramente africanos.