El acusado de asesinar a su mujer pide perdón a su hijo porque su madre "ya no está"

La fiscal solicita al jurado que aplique en su veredicto las agravantes de violencia de género, ensañamiento, alevosía y parentesco.

El acusado, durante una de las sesiones del juicio que se celebra en la Audiencia Provincial de Zaragoza.
El acusado, durante una de las sesiones del juicio que se celebra en la Audiencia Provincial de Zaragoza.
Oliver Duch

Cristinel Ionel Surca, de 34 años, juzgado por el asesinato de su mujer, Alexandra Rodica, de 27, ha utilizado este jueves su derecho a la última palabra para dos cosas fundamentalmente: pedir perdón a todo el mundo menos a su mujer e insistir en que no veía al niño y que ella lo cambió de colegio sin pedirle permiso, según él. "Quiero pedir a todos perdón por lo sucedido. A la sala, al jurado, a mi hijo porque su madre ya no está; a mis padres, porque no tienen culpa alguna; a mis suegros, al juez, al fiscal, a los letrados. Les deseo mucha suerte en su vida profesional y familiar. Perdón a mi abogada, que me ha defendido y no podía hacer más por mí", ha dicho.

El acusado de este crimen machista ha reiterado que no recuerda nada de lo ocurrido el 10 de julio de 2016, aunque dijo que asumía la "responsabilidad de los hechos". Sobre todo, apuntó, después de ver el vídeo en el que su hijo de 5 años explicaba a la Policía cómo su padre había acuchillado a su madre y luego se había clavado el arma él. "Confío en mi hijo porque nunca ha mentido", ha afirmado y ha añadido: "He querido mucho a mi mujer, la he querido mal y la sigo queriendo".

El inculpado ha escuchado cómo las tres acusaciones –ejercidas por la Fiscalía, el Gobierno de Aragón y la familia de la víctima–, solicitaban para él 25 años por asesinato más un año por quebrantar la orden de alejamiento de su mujer.

La fiscal Clara Isabel Pueyo ha hecho hincapié en que Cristinel Ionel planeó el asesinato de su esposa; sabía la hora en que iba a llevar al niño al punto de encuentro de Conde Aranda; compró un juego de cuchillos en la calle de Alfonso I (su hijo creyó que llevaba un juguete para él porque los metió en una bolsa de colores); la esperó en el portal y, delante del niño, le dio seis cuchilladas. De ellas, una en el abdomen que le alcanzó el hígado, el páncreas y el estómago, otra en la espalda que le rompió dos costillas y atravesó el pulmón y otra en el cuello que le seccionó la yugular y la carótida.

Para la fiscal, concurren las agravantes de parentesco, alevosía, ensañamiento –"es más doloroso que esté un hijo delante que cualquier otra cosa", dijo– y la de violencia de género. "En este caso está claro eso de ‘la maté porque era mía’", ha indicado, y ha recordado que el acusado decía a su hermana que no podía separarse porque se había casado "hasta la muerte".

Por su parte, la defensa ha mantenido que se trata de un delito de homicidio con la eximente de trastorno mental o, subsidiariamente, la atenuante de obcecación. La letrada ha expuesto que el derecho de defensa está por encima de opiniones y juicios de valor y que cuando se ejerce desde el turno de oficio, como es su caso, solo interesan las pruebas y se deben apartar los valores, las creencias y las opiniones.

Para ella, lo que existía en la pareja era una relación "tóxica" y un amor "mal entendido por ambos". Ha incidido en el efecto que el alcohol produjo en Ionel ­–"un chico de gimnasio que nunca había bebido"– y que se vio "superado por las circunstancias" y cuestionó la conclusión del forense que lo examinó solo para ver si estaba en condiciones de declarar. Para ella, la intención de su cliente de quitarse la vida era clara (se clavó el cuchillo en la cabeza) y se dirigió al jurado: "La primera condena de Cristinel es la del médico que le salvó la vida y lo condenó a vivir; la segunda cuando se lo tenga que decir a su hijo y la tercera la de ustedes".

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