Miguel Brunet: "Teníamos prisa por todo: por vivir y ganar la calle"

Miguel Brunet (Torrelló, Barcelona, 1961) publicó, en 2003, con prólogo del entonces alcalde Juan Alberto Belloch el libro ‘Lifaras y borinas. 25 años de peñas y fiestas populares en Zaragoza’ (El Aragonés), que se convirtió de inmediato en una referencia inexcusable del movimiento. Por ello, cuando César Falo concibió la muestra, pensó que ese apartado debía coordinarlo y asesorarlo Miguel, que vive en Zaragoza desde los 2 años.

"No es que yo fuera peñista exactamente desde joven. Era inquieto. Siempre he sido coleccionista de fichas, carteles, pancartas, ‘gadgets’ y documentos diversos. Más que las peñas en sí mismas, me interesaban muchas cosas. Era, como otros jóvenes que nacían a la democracia, una persona con inquietudes. Procedíamos de esferas diferentes: del movimiento scout, de cristianos de base, de grupos de teatro, de ateneos libertarios, etc. Esencialmente, teníamos prisa por todo: por ganar la calle, por vivir, por recuperar nuestra historia", dice.

¿Recuperar nuestra historia? ¿Dónde miraban exactamente aquellos jóvenes airados, apenas adolescentes? Miguel Brunet dice: "Queríamos recuperar la fiesta en la calle, conectar con la cultura de la II República, recobrar el tiempo perdido. Mirábamos la historia, la cultura, las tradiciones. Mirábamos al Pirineo, al excursionismo. Sé que puede parecer raro, pero teníamos auténticas ansias. Queríamos que Zaragoza tuviera unas fiestas populares como las que había en País Vasco, en Cataluña, en Navarra. O incluso en Huesca y en Teruel", añade.

Aquellos jóvenes, tocados también por la rebeldía política, la agitación asociativa y el entusiasmo del movimiento vecinal, pondrían la calle patas arriba y la transformarían en un avispero. Y de todo ello se habla en el Espacio Tránsito, ‘Contra las fiestas oficiales: fiestas populares’.

"Todo aquello cristalizó en el pregón paralelo que se hizo en 1977. Salimos desde el Canal Imperial, cruzamos el paseo de Sagasta y llegamos a Independencia. En la plaza de España, el cantante Joaquín Carbonell, desde el balcón de un edificio del Tubo, leyó un discurso crítico. Nuestra idea era entrar en la Lonja donde se hacía la cena oficial con las majas y comer allí, entre los invitados, nuestros bocadillos de tortilla de patata. Era una forma de subversión y de denuncia. Era el momento de cambiar". Se logró.

1977. El pregón de Carbonell

Miguel Brunet, "tampoco el propio Joaquín Carbonell", no recuerda lo que dijo el cantante y periodista. Sí el clima y una imagen imborrable: en la entrada de la calle de Don Jaime estaban los grises que cerraron el paso.

"Claro que hubo palos y disputas, creo que poco graves, pero aquel acto cambió muchas cosas. Era una despedida a los viejos hábitos del franquismo… En los años siguientes, las fuerzas de izquierda –pienso en el Partido de Trabajo, en el Movimiento Comunista o en el Partido Comunista, entre otros– intentaron captarnos para su causa", evoca.

En 1978 nacieron las peñas El Brabán, del Casco Viejo y Adebán, del Picarral. Al año siguiente, Peña Forca, a la que pertenece Miguel, y El Rebullo, Pasarela, Vaquillera, etc. "Nos se entiende la historia de las fiestas del Pilar sin la presencia de las peñas. Hemos trabajado en diferentes direcciones. Dicho con modestia, hemos sido determinantes para mejorar el modelo de convivencia. Hemos arrimado el ascua a la sardina de todos". Han tenido pabellones y bares, han organizado conciertos y han creado espacios tan curiosos como el Pabellón Urbano de Cesáreo Alierta.

"Hemos trabajado por la ciudad. Los tiempos han cambiado, y ahí seguimos. Seremos unas 30 peñas y 18.000 peñistas. Estamos integrados en Zaragoza", dice.

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