Mora corta una barata oreja en una aburrida tarde

Pese a resultar mansurrona y falta de raza, la novillada desarrolló buena condición en el último tercio.

Pablo Mora, en un inicio de rodillas en su faena al primero, de nombre Lavandero.
Pablo Mora, en un inicio de rodillas en su faena al primero, de nombre Lavandero.
Raquel Labodía

Una tarde soporífera. Para el olvido. Ahí es donde caerán las seis faenas y el despojo que cortó Pablo Mora al primero. En el olvido. La tercera y última novillada de la feria se hizo eterna. Ni los de luces ni el juego del encierro fueron capaces de calentar a la gente.

A la salida algún iluso se contentaba con aquello de que por lo menos, había visto cortar una oreja. Qué manera de engañarse y de hacer creer a los chavales que ese es el camino. Y no. Nada más lejos de la realidad.

La novillada del Parralejo no se comió a nadie. Como las dos anteriores. Un encierro agradable, de buenas hechuras, con la carita cerrada y que se dejó hacer de todo. Pese a la mansa condición de la mayoría, tuvo calidad y clase en la muleta. Para disfrutar. O por lo menos, para decir algo más. Quizá sea ese el problema. Que los tres chavales tienen poco que contar. Mecánicos. Sin alma.

El nombre de Manuel Diosleguarde venía corriendo como la pólvora por los mentideros taurinos y ayer resultó decepcionante. Con algo más de gusto que sus compañeros, hizo lo más destacado de la tarde en su faena al tercero. Un novillo mansurrón en los dos primeros tercios y al que el salmantino supo mantener en la muleta toreando al natural sobre la mano izquierda. Falló con los aceros.

En sexto lugar salió un remiendo de Carriquiri digno de cualquier plaza de talanqueras. Impresentable. Y más, en esa casa.

Le sobraron enganchones mientras toreaba de capa y, con la muleta, volvió a demostrar que lleva muy poquito tiempo con caballos. Demasiado verde, pese a no tener mal concepto. Lo intentó por ambos pitones sin decir gran cosa y volvió a fallar con la tizona.

Otro de los que venía con la vitola de puntero era Francisco de Manuel. Sin embargo, su paso por Zaragoza fue algo más que discreto. Le cayó en suerte el agradable segundo. Un animal algo más chico que sus hermanos, con poquita fuerza pero con infinita clase. Trató de cuidarlo con la pañosa y lo llevó a media altura y sin molestarlo. Faltó acople y lo despidió con una estocada delantera.

Con el quinto quiso calentar a la gente y cogió los palos. Pero ni por esas. Pasó en tres ocasiones y clavó siempre a cara pasada. Tampoco levantó a nadie con la muleta. Una faena con pocos argumentos ante un animal que se desplazó sin gracia ni transmisión y al que despidió con un sainete con la espada. Mal.

Los trofeos, mera estadística

Pablo Mora se llevó una barata oreja de su paso por el coso de Pignatelli tras hilvanar una faena sin historia al primero de la tarde. Un animal repetidor al que recibió de rodillas en el centro del ruedo y con el que se descubrió como un novillero más.

No se entendió con él. No le dio el sitio ni el aire que pedía el animal y terminó por ahogarlo en una faena en la que sólo destacaron tres muletazos sobre la mano izquierda.

El potable cuarto se lo brindó a la cuadrilla y compuso una faena sobre el pitón derecho en la que abusó del pico. Periférico. Mal.

Saludaron Jarocho y Fernando Sánchez, de la cuadrilla de De Manuel, tras parear al segundo.

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