Teresa Grasa: "Mi padre, me decía siempre: “hija mía, me gusta todo"

Artista e hija del primer fotorreportero de HERALDO, explica su pasión  por Zaragoza, la jota y la comparsa.

Teresa Grasa, ante una bella y perfecta foto de Aurelio Grasa de los fuegos artificiales, 1913.
Teresa Grasa, ante una bella y perfecta foto de Aurelio Grasa de los fuegos artificiales, 1913.
Guillermo Mestre

Teresa Grasa (Zaragoza, 1945) lleva más de 40 años mimando el impresionante archivo de su padre Aurelio Grasa (1893-1972), reportero en su inicios y médico. Lo hace con su marido, el artista Carlos Barboza, y con sus dos hijos. Grasa se crió en la tienda La Bola Dorada, en la calle Candalija, que regentaban sus padres Joaquín Grasa y Elisa Sancho, y allí descubrió un mundo de objetos y artículos: muñecos, confetis, caballitos de cartón y cabezudos, "que pendían del techo de la tienda", y esponjas naturales.

"Allí se vendían muñecos todo el año, sobre todo en el Pilar y en Navidad. Además de los zaragozanos, venían gentes de los pueblos para hacer sus comitivas y sus fiestas", dice. Quizá de ahí derive, sugiere Teresa, la pasión pilarista de su padre. En la exposición ‘Zaragoza y las fiestas del Pilar’ figuran diez fotos suyas.

"César Falo, el comisario, nos llamó. Repasando los archivos, hallamos alrededor de 30 obras de distintos períodos, desde las estereoscópicas de 1907, cuando tenía 14 años, pequeñas pero excepcionales, de un mundo que casi no hemos visto, hasta casi el final de su carrera". Teresa recuerda que ella fue dama de honor en las fiestas de la Lonja.

"A mi padre le interesaban la jota, las comparsas o los fuegos artificiales. Amaba Zaragoza con locura", dice. La estudiosa de Goya quiere hacer hincapié en algo que le parece importante: la primera foto de su padre en la muestra, cuando era reportero colaborador de HERALDO, es de 1912, se trata de una pieza de juventud.

"Pienso en el gigante del rey, al que pinta un niño en la Lonja. La foto es impresionante. Aurelio Grasa tenía 19 años, se desplazaba en su moto Griffon por la ciudad, iba y venía, y el diario anunciaba que en tres o cuatro horas revelaba sus fotos –explica Teresa–. Pese a su juventud, quería aprender y quería transmitir: esa foto, y muchas de las suyas, es un reportaje, una crónica de su época, un tema perfecto y, además, tiene atmósfera poética e intimista. Ahí hay arte". Esa foto aporta una información valiosa sobre la historia de la ciudad y la comparsa, que se guardaba en la Lonja, que hacía de almacén municipal.

"Aurelio Grasa era muy meticuloso. Se arriesgaba. Cuando miras su archivo percibes que no hacía una foto única: componía, buscaba otros puntos de vista, ansiaba la belleza. Lo hizo casi todo con sus cámaras de placas y con su Leica. Recuerdo que hablábamos de las fiestas, de Zaragoza, de sus inquietudes. Tocaba la armónica, el acordeón, pertenecía al club Pedal Aragonés, era un apasionado de la montaña. Me decía siempre: “Hija mía, me gusta todo".

Entre sus tomas, cuidadosamente positivadas, destacan las fiestas de la jota de 1911, con los bailarines de Tauste y los gaiteros de Estella, y las de 1913, en la que aparecen los bailadores Teresa Salvo y Francisco Espada y los gaiteros de Alcañiz. En la muestran se alternan las fotos publicadas en HERALDO, donde sustituyó en cierto modo "a su gran amigo Gustavo Freudenthal, un estupendo retratista, mayor que él. Se querían mucho", con otras inéditas.

"A Aurelio Grasa le gustaba mucho hacer secuencias de fotos, como si tuviera un ánimo cinematográfico, y por atrás escribía sus textos, daba muchos detalles y describía", añade. Quizá sin haberlo pretendido redactaba la leyenda del tiempo y de la foto.

-Consulta el programa de las Fiestas del Pilar en HERALDO OCIO.

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