Ventura, un mandón sin techo

El rejoneador hispano-luso volvió salir por la puerta grande en Zaragoza.

Ventura, frente al sexto toro de la tarde, al que arrancó dos orejas.
Ventura, frente al sexto toro de la tarde, al que arrancó dos orejas.
Raquel Labodía

Esta vez fue la gente del caballo, a la que poco hay que contarle sobre lo que significa amar y cuidar a un animal, la que tuvo que soportar los insultos provenientes de la manifestación antitaurina al dirigirse a La Misericordia. También mientras se agrupaban en torno al café o la copa previa, este domingo amenizado por una charanga que la empresa contrató para hacer frente a los ataques animalistas que brotaban desde la plaza del Portillo. Música y alegría frente a la intolerancia. Y hasta aquí la publicidad gratuita en cuatro líneas que, de no ser por la acertada novedad reivindicativa, no existirían.

Ya dentro, donde se paga, los aficionados al rejoneo -y al toreo en general- siguieron desbordando entusiasmo, siempre correspondido por los de abajo. Salvo en el quinto toro, que tuvo que ser apuntillado en los medios tras caer lesionado y desbaratar las opciones de triunfo de Andy Cartagena, todas las funciones descubrieron la particular conexión jinete-aficionado de los espectáculos de rejones.

Desde un Rui Fernandes que no aparentó sumar 20 años de alternativa y dejó marchar uno de los mejores animales que se han lidiado a caballo en Zaragoza, hasta un rotundo Diego Ventura que no acusó el haberse encerrado con seis toros en Madrid solo 24 horas antes. Con el triunfo de Las Ventas sin digerir, el hispano-luso exhibió el brío que lo caracteriza y puso la plaza boca abajo. Hacía mucho tiempo que no se veía un público tan entregado. Los que dudaban de su rendimiento -y del de la cuadra- por la exigua separación entre festejo y festejo se tranquilizaron al momento. Ventura cautivó de inicio con la artillería pesada. Nazarí, Remate, Lío… los tendidos rendidos a la máxima figura del rejoneo actual. Así lo ratifican los números y un hambre de éxito que no encuentra techo. Este domingo sumó otras cuatro orejas, pero, por encima de todo, está su compromiso. No esquiva los retos y justifica su condición de mandón.

Sus incondicionales, le pidieron el rabo tras desatar la locura en el cierre. El rejón de muerte había caído trasero -también pelín bajo- y el presidente, con buen criterio, privó a Ventura de reeditar la hazaña de 2014. Los aplausos se tornaron en bronca al usía. Fue cuestión de segundos. Los que precedieron al ligero desfile hacia Gómez Salvo. La gente del caballo vio marchar a su ídolo en volandas. Ventura había vuelto a Zaragoza a lo grande.

La Misericordia es un escenario fetiche para el último hombre capaz de arrancar un rabo aquí. Ocurrió en 2014, antes de que Pablo Hermoso imperara en la época de Simón Casas como empresario. Mario Pérez Langa era fijo en los carteles que completaba Lea Vicens. Este domingo no hizo falta la presencia del rejoneador aragonés, que traía mucha parroquia de la Comarca de Calatayud, para que se registrara una buena entrada en los tendidos. Dos tercios, aproximadamente. La mejor en lo que va de feria. Tres tardes de otras tantas puertas grandes.

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