El Pilar: 120 años de obras de restauración

El templo zaragozano, epicentro de la vida religiosa, social y cultural de Zaragoza y Aragón, ha alcanzado su fisonomía actual en el periodo en que se ha editado HERALDO.

Las basílica del Pilar con las torres en obras
Las basílica del Pilar con las torres en obras
Archivo Heraldo

Quien paseara por la plaza del Pilar de Zaragoza en septiembre de 1895, cuando se creó HERALDO DE ARAGÓN, se encontraría con una basílica muy diferente a la actual.

El Pilar, como tal, acabó de construirse a lo largo del siglo XX, en un proceso en el que, entreveradas, hubo que acometer sin demora importantes obras de restauración que lo salvaran de la ruina. De todo ello ha informado el periódico pormenorizadamente.

El siglo XX empezó con obras. Entre 1903 y 1907, los arquitectos José Yarza Echenique y Ricardo Magdalena se encargaron de diseñar y construir la torre del ángulo sureste, a imitación de la única que ya existía. En ella, además, se colocaron la campana que había pertenecido a otro edificio emblemático de la ciudad, la Torre Nueva, y esculturas realizadas por Dionisio Lasuén. El templo, pues, recibió la Exposición Hispanofrancesa de 1908 con dos torres. Para las otras dos que completaron su fisonomía exterior hubo que esperar varias décadas más.

Pero a finales de los años 20 la basílica estuvo a punto de quedar reducida a escombros. Aunque ya se habían hecho obras de reparación, el edificio se encontraba inestable y en muchos sitios habían aparecido grietas. Entonces entró en escena alguien que salvó la basílica: Teodoro Ríos Balaguer. Fue él quien había detectado los peligros y quien se encargó de repararlos. HERALDO sostuvo una intensa campaña informativa para dar solución inmediata al problema, que alcanzó dimensión nacional.

Ríos Balaguer fue arquitecto del Pilar hasta los años 60, cuando fue sucedido por su hijo, Teodoro Ríos Usón, del que a su vez recogió el testigo su hijo, Teodoro Ríos Sola, que desde 1978 se ocupa de la salud arquitectónica del Pilar. Tres generaciones de una familia de arquitectos con un objetivo común.

"La verdad es que el templo se venía abajo -señala-. Mi abuelo hizo obras muy importantes. Inyectó toneladas de hormigón para fortalecer la cimentación de la basílica, rehízo los pilares, restauró el pavimento, aseguró los arcos... Acabó lo más importante de las obras en el 37, y luego se ocupó de arreglar las cubiertas".

Las obras duraron hasta el 40, año del XIX centenario de la venida de la Virgen. Una placa en el coro mayor del templo recuerda que aquellos trabajos salvaron al templo de la ruina.

El problema del Pilar, según Ríos Sola, es su emplazamiento. «La ubicación es la que es, y no puede ser otra, porque allí se apareció la Virgen. Pero arquitectónicamente se plantean algunos problemas, no ya tanto por la proximidad del río como por el hecho de que el edificio está en una terraza inestable. Las filtraciones del agua del río han mermado la solidez de sus cimientos».

Entre 1942 y 1954, Teodoro Ríos Balaguer remodeló la fachada principal de la basílica, que se decoró con ocho esculturas de Antonio Torres Clavero. Coincidiendo en el tiempo, entre 1950 y 1961, los arquitectos Miguel Ángel Navarro, padre e hijo, completaron el aspecto exterior del templo y construyeron las dos torres que faltaban. El coste de los trabajos fue sufragado íntegramente por Francisco Urzáiz y su esposa Leonor Sala.

"Mi padre, Teodoro Ríos Usón, también tuvo que hacer obras de cierta importancia porque el Pilar es un edificio tan grande que siempre hay tareas de conservación pendientes -asegura Ríos Sola-. Saneó la cripta, arregló las cornisas de la torre alta... En el 78 participé con él en la restauración de las cubiertas y chapiteles, en una intervención importante que cambió la fisonomía del templo porque, entre otras cosas, quitamos el famoso neón del 'Bendita y alabada'".

Desde aquel año, el nieto de quien salvó el Pilar a principios del siglo XX se ha ocupado de 'curar' el templo. Ha tenido, también, momentos de gran responsabilidad, como cuando en 2001 dirigió las importantes obras de consolidación en una de las torres: las obras del párquin de la plaza del Pilar habían afectado gravemente a la cimentación de la torre, y hubo que realizar micropilotes de hasta 30 metros de profundidad.

Buena parte del exterior del templo se restauró para la Expo de 2008, aunque quedaron pendientes dos torres, que se terminaron en 2010, al tiempo que se instalaba en una de ellas un ascensor panorámico que ofrece insólitas vistas de la ciudad.

Y también se han hecho otras restauraciones, como la de la propia imagen de la Virgen (1990), la bóveda del Coreto pintada por Goya (1992-1993), el retablo mayor (1992-1994), las pinturas de la cúpula de la Santa Capilla (1995-1999) y la cúpula 'Regina Martyrum' (2000-2007), también goyesca.

La tarea nunca se acaba. "Quedan por restaura la cúpula central -señala Teodoro Ríos-. El proyecto arquitectónico está redactado pero la situación económica es delicada y es complicado encontrar financiación". Él, como en su día hicieron su padre y su abuelo, trabaja con la intención de que todas sus obras "cumplan su objetivo al menos durante 200 años".

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