¿Está en su sano juicio el anciano que ha legado 2,4 millones y un piso a su cuidadora?

La Audiencia de Zaragoza deberá aclarar si la empleada y su pareja se aprovecharon del trastorno cognitivo leve del hombre o si este dictó testamento plenamente consciente de lo que hacía. La Fiscalía cree que el jubilado fue manipulado y pide penas de 2 años de cárcel por estafa.

La mujer acusada de estafa, junto al anciano al que lleva cuidando desde hace 16 años.
La mujer acusada de estafa, junto al anciano al que lleva cuidando desde hace 16 años.
José Miguel Marco

Un piso en Zaragoza y 2,4 millones de euros repartidos en cuentas corrientes, fondos de inversión, planes de pensiones y depósitos de valores. Ese es el patrimonio que Eleuterio, un anciano sin familia y afectado por una disquinesia –enfermedad muscular que le hace mover la cabeza y otras partes de su cuerpo de forma incontrolada– ha decidido legar a Anca M. V., la cuidadora que se encarga de él desde hace 16 años.

El hombre asegura estar encantado con el trato que le dispensa la mujer y haberla hecho heredera de sus bienes libre y voluntariamente. Pero la Fiscalía cree que la cuidadora y su pareja, Víctor V., se han aprovechado de las limitaciones del anciano para obligarle a cambiar su testamento, por lo que les acusa de estafa y pide para ellos sendas penas de dos años de prisión.

Durante el juicio celebrado ayer en la Audiencia de Zaragoza, los forenses que examinaron a Eleuterio explicaron al tribunal que este sufre un trastorno cognitivo leve que le hace "absolutamente vulnerable a cualquier tipo de manipulación". El doctor Salvador Baena reconoció que, "al margen de su problema muscular, que le hace más difícil comunicarse, a primera vista esta persona presenta una apariencia de normalidad". Sin embargo, tras explorarlo con detenimiento, tanto este como la psicóloga Cristina Andreu y la trabajadora social Elena Roales constataron su incapacidad para abordar asuntos de una mínima complejidad.

No opinan lo mismo el psiquiatra y profesor universitario Vicente Rubio Larrosa y la médico de cabecera del anciano, Rosa Subirón. "Es cierto que este hombre tiene un trastorno cognitivo leve, pero como el que tendría cualquier persona mayor de 50 años. Nada más", aseguró el primero, convencido de que Eleuterio "sabía perfectamente lo que hacía cuando cambió el testamento y cuando concedió el crédito a su cuidadora". Porque, como recordó la Fiscalía durante la vista, el hombre también prestó 82.000 euros a Anca M. V. sin intereses y sin plazos de devolución.

Fue precisamente la decisión del anciano de dejar este dinero a su cuidadora la que despertó las sospechas del director de la oficina bancaria donde Eleuterio guardaba su dinero. "Cuando le pregunté a solas si realmente quería transferir semejante cantidad, el hombre me hizo entender que temía lo que pudiera pasarle si no lo hacía", declaró ayer el bancario. "Consideré que se podían estar aprovechando de Eleuterio y presenté una denuncia en comisaría", apostilló.

Sigue viviendo con la pareja

Las defensas, a cargo de los letrados José Manuel Marraco y Ramón Campos, mantienen que sus clientes nunca se han beneficiado del anciano, "sino todo lo contrario". "Si no fuera por ellos, este hombre estaría totalmente desasistido. Y si el director de la sucursal presentó la denuncia fue únicamente porque no quería perder un cliente con semejante patrimonio", señalaron.

A raíz de la denuncia, Eleuterio fue incapacitado parcialmente y es ahora la DGA la que controla su patrimonio. Y por los avatares de este procedimiento judicial, el hombre llegó a tener bloqueadas por un tiempo sus cuentas. Afortunadamente, se pudo solucionar el problema para que dispusiera al menos de mil euros al mes.

Lo cierto es que el Gobierno aragonés no puso en su día ningún reparo al contrato de préstamo a favor de la acusada –al que debía dar el visto bueno– y tampoco se ha opuesto a que el anciano siga conviviendo con la pareja encausada. De si el hombre ha sido manipulado o simplemente ha dejado sus bienes a quienes se han preocupado por él, será el tribunal quien tenga la última palabra.

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