La acumulación de casos de muertes en soledad deja casi sin cámaras al anatómico

Según las estadísticas, en lo que llevamos de año se contabilizan 92 autopsias.

Piso de la calle La Paz de Zaragoza donde fue hallado el cadáver de un hombre que llevaba varios días muerto.
Piso de la calle La Paz de Zaragoza donde fue hallado el cadáver de un hombre que llevaba varios días muerto.
Oliver Duch

El elevado número de fallecimientos judicializados registrado a lo largo de este verano ­ha empezado a causar problemas al Instituto de Medicina Legal de Aragón (IMLA), donde casi no hay espacio para tantos cuerpos. Sobre todo, porque las personas halladas muertas después de varios días han de permanecer en cámaras de congelación a la espera de poder ser identificadas oficialmente. El centro cuenta con cuatro frigoríficos individuales para estos casos, que serían ser suficientes en condiciones normales. Sin embargo, el repunte de las muertes en soledad genera preocupación.

Las estadísticas confirman que este está siendo un verano atípico. Según los datos que maneja el IMLA, durante los meses de julio y agosto de 2017 se practicaron un total de 93 autopsias. Y a 9 de agosto de 2018, con prácticamente todo el mes por delante, ya se contabilizan 92. Los forenses reconocen que se trata de una cifra muy elevada y que, de mantenerse la tendencia, podrían acabar desbordados.

Pese a las elevadas temperaturas de este comienzo de agosto, los especialistas del IMLA aseguran que este verano no se ha producido ningún fallecimiento por golpe de calor. En cualquier caso, recuerdan que al dispararse el mercurio se agrava el estado de personas mayores con enfermedades cardíacas o respiratorias.

La Policía regenera los dedos

Tres de los cadáveres hallados el miércoles en distintos domicilios de la capital se encontraban en avanzado estado de descomposición. De hecho, las autopsias revelaron que estas personas podrían llevar más de una semana muertas. En estos casos, resulta muy complicada su identificación, ya que el reconocimiento de los familiares resulta imposible.

Cuando esto ocurre, los forenses recuperan los dos dedos índices de los fallecidos y se los entregan a la Policía Nacional, que regenera la piel en su laboratorio para poder tomar las huellas dactilares. Según los especialistas, en el 95% de los casos se consigue poner nombre a los cadáveres. Pero hay ocasiones en las que no es posible y es preciso recurrir al ADN, que se extrae de un diente o de algún hueso. Por esta razón, el IMLA está obligado a conservar congelados los cuerpos en cámaras. Y no es hasta que la Policía da por identificada a la persona fallecida cuando se produce la entrega de los restos a sus familias.

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