"La muerte en soledad es solo el punto final a años de abandono"

Los mayores de 65 años que mueren solos en sus casas se han convertido en un problema social que las instituciones y la ciudadanía deben solucionar, según los expertos.

Los vecinos suelen avisar a las autoridades cuando se percatan de algo inusual.
El bastón de Benito A. R. estuvo un mes apoyado en su puerta hasta que alguien se preguntó por qué estaba ahí. El jubilado fue hallado muerto en su domicilio de la calle Monasterio de Alahón, en Las Fuentes, el pasado 29 de abril.
Raquel Labodía

En Aragón, 83.000 personas mayores de 65 años viven solas. Según una reciente encuesta de A+M para HERALDO, seis de cada diez querrían estar acompañadas porque se encuentran desatendidas, pero sus circunstancias familiares lo hacen imposible. El problema de esta parte de la población figura desde hace tiempo en la agenda de las administraciones públicas aragonesas, sobre todo después de que en los últimos ocho meses hayan fallecido en la soledad de sus casas una decena de jubilados.

La solución no se antoja fácil, advierten los expertos."Es tan grande el número de personas mayores que viven solas que sería muy difícil llegar a todas, habría que destinar muchos recursos". Quien habla es José Manuel Arredondo, forense del Instituto de Medicina Legal de Aragón (IMLA), buen conocedor de esta realidad, ya que trabaja en Zaragoza y la ciudad concentra el mayor número de casos de este tipo.

El forense no dispone de estadísticas de fallecidos en estas circunstancias, ya que lo que contabilizan son causas de muerte y sus patologías, pero no le cabe duda de que los casos han aumentado en los últimos años en la Comunidad. El repunte va íntimamente ligado a cambios sociales como la incorporación de la mujer al trabajo (hace décadas la mayoría de las mujeres de mediana edad eran amas de casa y se encargaban del cuidado de los mayores) o las economías familiares (pisos más pequeños, salarios más ajustados, etc.)."En el caso particular de Aragón inciden en el aumento de casos dos cuestiones importantes: el envejecimiento de la población y el clima extremo: pasamos del frío a temperaturas muy elevadas en poco tiempo", apunta el forense.

Un problema de desarraigo

Para Arredondo, "las muertes en soledad son solo el punto final a años de abandono, la punta del iceberg" y explica que este desamparo se advierte en aspectos como la alimentación."En muchos casos, cuando acudes a la casa de una persona que vive sola y lleva muerta varios días, te das cuenta de que se ha alimentado mal porque apenas tiene comida en el frigorífico y observas que las ropas y la casa están descuidadas. A veces no tienes claro ni dónde dormía esa persona", explica. En el IMLA han llegado a conocer los límites del olvido en el que están inmersos muchos mayores cuando en alguna ocasión, tras la autopsia, han llamado a un familiar de un anciano muerto para que se haga cargo del cuerpo y han encontrado una negativa por respuesta.

También conocen de cerca esta realidad los miembros de la Hermandad de la Sangre de Cristo, que se hacen cargo cada año de la recogida de cadáveres en la capital aragonesa y su entorno metropolitano. Explican que en los últimos meses no han advertido un incremento preocupante de los mayores que mueren solos –"es una realidad que siempre ha existido, pero ahora la sociedad quizás esté más sensibilizada", opinan– y afirman que los cadáveres que son descubiertos varios días después de la muerte representan un porcentaje pequeño."Esto tiene que ver con el desarraigo en la vivimos actualmente", lamentan desde la Hermandad.

Redes de barrio y solidaridad

En este sentido, hay que destacar lo que vienen advirtiendo los sociólogos desde hace tiempo: una parte de la sociedad se ha olvidado de sus mayores. Hace unos meses, Carmen Gallego, profesora titular de Antropología Social y Cultural en la Universidad de Zaragoza, explicaba a HERALDO que los ancianos han quedado "desplazados" de la unidad familiar y su soledad es mayor en las ciudades, porque en el medio rural los vecinos están al tanto de las necesidades de sus paisanos. Por ello, la antropóloga abogaba por crear proyectos comunitarios en los barrios de las ciudades que funcionen a modo de ‘redes de convivencia’, dinamizadas por los propios vecinos y con recursos de la administración.

"Tiene que ser la sociedad en su conjunto, no solo las instituciones, la que ponga remedio a esta problemática", apunta el forense José Manuel Arredondo. En Zaragoza, la Oficina del Mayor y el Centro de Convivencia para Personas Mayores del barrio de Santa Isabel se pusieron manos a la obra a finales de 2017 y lanzaron el proyecto ‘Nos gusta hablar’, destinado a paliar el aislamiento entre los jubilados.

En núcleos más pequeños, como Formiche Alto (Teruel), también han lanzado una iniciativa similar para los mayores del pueblo a través de la asociación cultural Cabezo Alto. Organizan actividades que recuperan tradiciones del pueblo, reuniones, clases de gimnasia, etc. Precisamente en esta localidad, cercana a la capital turolense, a finales del año pasado murió un anciano solo. Primitivo D. se cayó en su vivienda el 31 de diciembre por la tarde y sus vecinos lo encontraron al día siguiente, cuando faltó a su cita con el guiñote en el bar de la localidad. Su pérdida entristeció a este pequeño pueblo y el presidente de la asociación cultural del pueblo, Víctor Tomás, puso palabras al sentimiento de sus convecinos y abrió un espacio de reflexión para toda la sociedad: "La muerte de un anciano es como perder un libro antes de terminar de leerlo".

Comentarios
Debes estar registrado para poder visualizar los comentarios Regístrate gratis Iniciar sesión