El día después de la batalla campal

Mientras unos extraían ayer de sus comercios el barro acumulado, otros se hacían selfis con los árboles caídos.

Varios vecinos observan y fotografían cómo se partió un árbol de gran porte en el paseo junto al Canal Imperial.
Varios vecinos observan y fotografían cómo se partió un árbol de gran porte en el paseo junto al Canal Imperial.
G. Mestre

Cuando a duras penas habíamos aprendido a decir ‘ciclogénesis explosiva’, ahora toca familiarizarse con los ‘vórtices de racha’. Este es el término con el que los expertos se refieren al fenómeno meteorológico acaecido el miércoles en Zaragoza y que puede resumirse de forma sencilla: la gran tromba de agua apenas duró diez minutos, pero se tardan unas 48 horas en arreglar todo el desaguisado. Al menos esto es lo que calculaban ayer los técnicos municipales, mientras se afanaban en priorizar unos trabajos de limpieza sobre otros. Está previsto que hoy la ciudad recupere "la completa normalidad", siempre y cuando –claro estᖠno llueva de nuevo. Ayer los grupos de Whatsapp aún hervían con las fotos de los estragos que causó la gran tormenta en Zaragoza y el vídeo de los coches a merced del agua en Galán Bergua apareció en todos los informativos nacionales. Quien más quien menos tenía a un familiar o a un conocido que se hallaba dentro de aquel improvisado carrusel de autos de choque y todos confiaban ayer en que los seguros se hicieran responsables de los daños en los vehículos... También se hicieron virales algunas imágenes del ‘oleaje’ en el paseo de la Mina y la de un joven, baturro él, que junto a un árbol caído en Aragonia bromeaba con que aquello era una catástrofe y había que reclamar daños y pedir indemnizaciones. Pero no todo iba a ser hacerse selfis junto a los árboles caídos y los contenedores volcados por el viento, ayer también tocaba arremangarse y agachar los riñones para achicar agua de bajos y garajes o para extraer barro de tiendas y taponar filtraciones en comercios, como hicieron los detallista de la carpa provisional del Mercado Central, que tiene una cubierta ‘a dos aguas’, pero tras ver la cortina que caía el miércoles nadie lo diría...

Otra imagen curiosa fue la de los viandantes de Gran Vía, a la altura de Tomás Bretón, donde sorpresivamente el bulevar central parecía reconvertido en una selva centroamericana. Los ciclistas tenían que hacer un zigzag entre dos frondosos árboles vencidos sobre el carril bici y algunos niños jugueteaban subiéndose a las ramas de los plataneros vencidos, antes de que los operarios de parques los trocearan y se los llevaran. Emulando a pequeñas ardillas, poco les importaba a ellos que si el efecto vela, la torsión del remolino o los vórtices malignos.

El alcalde no fue a las zonas afectadas para "no incordiar"

Pese a la violencia de la tormenta del miércoles y los desperfectos que provocó en muchas zonas de la ciudad, el alcalde de Zaragoza, Pedro Santisteve, no visitó las calles afectadas ni lanzó ningún mensaje a la población. No obstante, fuentes del gobierno municipal aclararon ayer que estuvo informado en todo momento de lo que ocurría en la capital aragonesa y de las medidas que se fueron adoptando para atender las múltiples incidencias. Santisteve, afirmaron las citadas fuentes, estaba participando en un plenario de ZEC cuando se produjo el diluvio. "Estuvo pendiente de todo y pregunto por las afecciones y por si había algún herido. En todo momento estuvo informado", explicaron desde el gobierno. Añadieron que no hacía "ninguna falta" que el alcalde se presentara a ningún punto de la ciudad. "Si se hubiera desplazado una comitiva habría incordiado el trabajo de la Policía y los bomberos", indicaron las citadas fuentes. Santisteve ya generó polémica el pasado abril, cuando se ausentó de la ciudad y viajó a Chile en plena crecida del Ebro.

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