¿Qué fue de los iconos de la Expo?

Algunos símbolos de la Expo aún esperan ser reivindicados, mientras que otros se vendieron al mejor postor o, en el peor de los casos, se les ha perdido la pista. Se dijo que se haría un museo con todos ellos, pero no ha fructificado.

La pieza que encabezaba la cabalgata del Circo del Sol.
La pieza que encabezaba la cabalgata del Circo del Sol.
San José

La cabeza de serpiente del Circo del Sol

Se dijo que se reutilizaría para el desfile del pregón de las fiestas del Pilar, pero se hizo ademán de sacarla hace unos años y se olvidaron de ella. En 2010, el reptil sí presidió en la entrada de Vía Univérsitas el Parque de los Insectos que en aquella ocasión se ubicó en el parque Delicias. La serpiente del Circo del Sol está en almacenes municipales, si bien ‘el lector’ de la cabalgata sí formó parte de una reciente exposición en la Sala de la Corona del Pignatelli el día de San Jorge, con la que la DGA celebraba los diez años de la muestra.

Los pingüinos del Iceberg

Suelen protagonizar algunas muestras puntuales nostálgicas de la Expo. Del espectáculo Iceberg se rescató el ojo y la pestaña del gigantesco rostro que giraba en el escenario. También se salvó el camión que salía por la boca y tres pingüinos de los que se lanzaban al Ebro. Alguno de ellos se ha dejado ver en el Acuario, en las oficinas de Turismo o en el Instituto de Tecnología. Al menos tres de estos pingüinos se guardan en un almacén propiedad de Expo Empresarial, si bien también los hay en casas particulares porque los zaragozanos los pescaban al caer al río.

Las cotizadas teselas luminosas del pabellón africano.

El brillo de las teselas africanas

Supuestamente servirían para decorar la fachada del centro de arte y tecnología de la Milla Digital. Pero no. El pillaje pudo con esta estructura y cuentan que la noche de la clausura de la Expo muchos trabajadores arrancaron y arramblaron con las teselas leds «como si fueran trocitos del muro de Berlín». La tecnología y a la iluminación de última generación hacía que se crearan paisajes cambiantes de la sabana africana y, como curiosidad, cabe citar que la ficha más sustraída (y más repuesta) durante la Expo fue la numerada como K2, que dibujaba unas montañitas.

La gran escultura de bidones

Decenas de bidones y garrafas colgaban de lo alto del Faro conformando una singular escultura que –se dijo– se reciclaría en otro espacio público. De momento, algunas de las botellas se conservan en el interior de uno de los cacahuetes, el denominado edificio Ebro 5, donde se encuentra el mayor almacén (que aún requiere de una exploración a fondo) de objetos la Expo. Allí están algunas garrafas del Faro pero parece que el ramo gigante de botellas (que colgaban a una altura de 22 metros y simbolizaban la necesidad de agua potable) se deshizo tras concluir la muestra.

Las frutas y hortalizas aragonesas que lucían en lo alto del pabellón de la Comunidad.

Las frutas hinchables del pabellón de Aragón

Uno de los secretos mejor guardado es el paradero de las frutas y hortalizas que iluminaban enhiestas el cielo de Ranillas. Es un secreto o un misterio, porque su ubicación es tan incógnita como incierta. Algunas fuentes apuntan a que permanecen en un almacén de la DGA en el polígono de Cogullada y otras a que pueden estar embaladas en el depósito de cachivaches de la Expo que existe en edificio Ebro 5. Eso sí, los hinchables exigían que se plegaran con mucho tino para preservar sus estructuras. Las 17 piezas hiperbólicas (cebollas de Fuentes, melocotón de Calanda, cerezas de Bolea...) eran obra de Quim Güixá y no se han vuelto a ver desde 2008.

El parasol original que se retiró y se cambió por un toldo con los nombres de los países.

Los coloridos topos del parasol

Los topos azules y amarillos de la que fuera pérgola textil que cubría la entrada de la avenida de Ranillas iban a ir a la basura. La asociación del Legado Expo los recogió y los regaló a los interesados a través de su página web. El Ayuntamiento decidió a finales de 2012 cambiar el inmenso parasol y sustituirlo por una nueva pérgola, con otra estética y concepto. Con diseño de Isidro Ferrer, se trata de lonas de tela inspiradas en una cubierta de cañizo con el nombre de los países que participaron en la Expo.

El maquetón zaragozano

La magna maqueta con toda la ciudad al detalle que se podía ver en el pabelló de Zaragoza (¡y que costó un millón de euros!) luce en el ‘hall ‘ del Ayuntamiento. Todas las piezas estuvieron dos años y medio desmontadas y guardadas en un depósito municipal. No era fácil buscarle una nueva ubicación porque la maqueta tiene 15 metros de largo por 6,7 de ancho. Lo mejor es que se ilumina en diferentes colores destacando los atractivos y edificios importantes de la ciudad.

Collares, pines y quincallas varias

Llaveros, pines, carpetas, mochilas, fundas de móvil, e incluso galletas y café fueron algunos de los artículos que se vendieron dos semanas después del cierre en un mercadillo de objetos procedentes de los diversos pabellones. Se celebró a los pies de la Torre del Agua y causó gran expectación entre los trabajadores del recinto y los cazadores de recuerdos. Piezas parecidas reaparecen después en casetas ‘regionales’ de las fiestas y ferias como las de Navidad o las Tres Culturas.

Las banderas que ondeaban dentro del recinto de Ranillas.

Los cientos de banderas

Las banderas de los 106 países y 19 comunidades autónomas participantes se subastaron. Hubo cuatro juegos de banderas que se cambiaban cada 20 días (de noche con grúas) porque el cierzo las estropeaba. También hubo dos enseñas gigantísimas, una del BIE (Oficina Internacional de Exposiciones) y otra de España, que tenían 25 metros cuadrados cada una y que se colocaban en las grandes citas en el palacio de Congresos. Por difícil que parezca dada su enormidad (como un minipiso de los que se promocionaban entonces) se les ha perdido la pista.

Las obras de arte de los creadores de la tierra

En la cuarta planta del pabellón de Aragón podían verse el Bronce de Botorrita, la Virgen de Iguacel o, por citar un ejemplo más contemporáneo, un óleo con el que Antonio Saura. Todas estas piezas volvieron a sus propietarios tras la muestra, ya que eran préstamos temporales. Las obras de vanguardia que se escondían en los pilares de la primera planta eran propiedad de los artistas y el Gobierno de Aragón, al concluir la Expo, no las adquirió. Entre otras, se exhibían creaciones de Javier Codesal, Bernardí Roig y Baltazar Torres. También la instalación ‘Sueños azules’, del artista Ricardo Calero, de la que fueron sustraídas más de cien ‘lágrimas’ de cristal.

Las cestas de la telecabina

La telecabina de la Expo debía sobrevivir a la cita internacional y funcionar durante 25 años como recurso turístico de Zaragoza, pero dejó de girar hace más de ocho años por sus elevadas pérdidas. En mayo de 2015 comenzaron a desmontarse las cestas (los postes siguen) con la intención de preservarlas hasta su traslado a alguna estación de esquí. Los propietarios de esta infraestructura, Aramon, y la empresa que la fabricó, Leitner, buscan un complejo invernal que se interese por el telecabina. Tras la Expo se esperaban unos 190.000 viajes anuales pero apenas se alcanzaban los 35.000.

El preciado cuadro que pudo verse en el pabellón de la Santa Sede.

El Greco de la Santa Sede

‘El bautismo de Cristo’, el último cuadro que pintó el Greco antes de morir, se exhibió durante tres meses en el pabellón de la Santa Sede. Cedido por la fundación Casa Ducal de Medinaceli, a la que pertenece la obra fechada entre 1612 y 1622, fue tratado entre algodones y constantemente custodiado. Tras la Expo, con una escolta de seguridad, volvió por carretera hasta el lugar donde se expone habitualmente: la iglesia hospital de Tavera, un municipio de la provincia de Toledo. En Ranillas este cuadro y otras obras atrajaeron a 453.168 visitantes.

Una maqueta para El Faro

No es tan pequeña (está a escala 1:40) y se eleva sobre una base de piedras que quieren simbolizar a todas las organizaciones que trabajaron en ese espacio. El escultor Fernando Nácher (con experiencia como docente en el taller de cerámica de Muel) completó la maqueta del emblemático pabellón el Faro, que fue el punto de encuentro del comercio justo y las oenegés en la Expo. El edificio con forma de cántaro o botijo de barro fue obra del arquitecto Ricardo Higueras y se destruyó tras la muestra.

La ciudad de Valladolid compró la plaza temática y le dio nueva vida a orillas del Pisuerga.

La plaza temática Sed se reinventa en Valladolid

No deja de asombrar que el mejor paradigma de la buena gestión de la post-Expo se encuentre... ¡en Valladolid! Zaragoza decidió malvender el pabellón Sed, que se ha transformado en la ‘Cúpula del Milenio y se ha convertido en icono pucelano. Por apenas 12.000 euros y aduciendo que en el frente fluvial no se podía mantener por las crecidas del río, se perdió una plaza temática, al tiempo que sus gemelas, Agua Extrema o El Faro, sucumbían bajo la piqueta. Con alguna reformita, a orillas del Pisuerga luce como nueva.

El sino de los regalos oficiales

Zaragoza fue la sede pero España era el país organizador de la Expo, por lo que los regalos oficiales se llevaron todos a Moncloa. Los países africanos acostumbraban a regalar figuritas de animales; los europeos, cuadros y libros; los americanos, artesanías y telares; mientras que los árabes obsquiaban objetos de marfil o con dorados, eso sí, de menos de 125 dólares, porque tal era la norma. El libro de honor con todas las dedicatorias traducidas también está en Madrid.

Otros sueños que se frustraron

Cuando la gran verbena de Ranillas tocaba a su fin (el 14 de septiembre), hubo no pocas voces ciudadanas que pedían que se prolongara hasta el Pilar. Aquello fue imposible como fue también celebrar en 2014 ExpoFloralia en Las Fuentes (ExpoNabo para los amigos) que proclamaba Belloch a los cuatro vientos para arreglar la orla este. Mucho más cerca estuvo la capitalidad cultural europea del 2016, aunque finalmente fue San Sebastián la que se llevó el gato al agua.

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