Miguel Ipas: "El remate sería dar uso a los cuatro edificios emblemáticos"

El vicepresidente de la asociación Legado Expo dice que el evento de 2008 dejó muchas cosas buenas en la ciudad, pero falta dar uso y abrir al visitante la Torre del Agua, el Pabellón Puente y los pabellones de España y Aragón.

Miguel Ipas, en el Pabellón Puente del recinto Expo
Miguel Ipas, en el Pabellón Puente del recinto Expo
Guillermo Mestre

Los responsables de la asociación Legado Expo Zaragoza 2008 muestran el corazón ‘partío’ cuando se les pregunta por el balance de un proyecto que hizo vibrar de emoción a toda una Comunidad hace ahora diez años.

Cuando pasean por Ranillas, algo que hacen con frecuencia, y ven cómo está ahora la zona y cómo han quedado los edificios emblemáticos de la Expo, las sensaciones son agridulces. No pueden criticar lo que ha quedado, pero tampoco están satisfechos al cien por cien.

"Como resumen de la Expo, a diez años vista, –dice Miguel Ipas, vicepresidente de la asociación– hay que reconocer que fue un evento que mereció la pena. Significó un cambio para la ciudad de Zaragoza, la modernizó".

Mientras recorre el recinto Expo, Ipas va enumerando todo lo bueno que dejó la celebración de la Exposición Internacional: "Unas infraestructuras que llevamos disfrutando 10 años, todos los cinturones de circunvalación, los puentes que se construyeron, las terminales del aeropuerto, la zona del meandro de Ranillas, las riberas, el Parque del Agua... Tenemos todo esto tan asumido –apunta– que mucha gente no se acuerda de cómo era la ciudad hace una década. Piensan que todo esto siempre ha estado aquí".

A fin de cuentas, hay que recordar que la Expo se planteó también como una excusa para mejorar la ciudad y conseguir unas inversiones del Estado de casi 2.000 millones de euros en total. "Y ese es el principal éxito. La exposición acabó, pero llevamos diez años disfrutando de estas infraestructuras", afirma Ipas.

Un avance para Zaragoza

Por ello, se resiste a dar una opinión catastrofista, aunque la asociación Legado Expo (que surgió para velar por la conservación y promoción de los emblemas que dejó la muestra de 2008) siempre se ha mostrado muy crítica con la desidia política. "No quiero que quede la imagen negativa de que fue un desastre, algo malo para la ciudad o que ha sido un derroche", insiste Ipas. "La Expo fue un avance para Zaragoza", reitera.

Entre lo que funciona, Ipas cita los espacios públicos, "que están muy bien mantenidos", dice; el Parque del Agua, la zona del frente fluvial... Y la zona empresarial, que está logrado atraer a empresas privadas además de oficinas y departamentos públicos (con la Ciudad de la Justicia, como motor indudable), el Auditorio y el Acuario.

Pero esta realidad no puede ocultar "otras pequeñas cosas que habría que rematar", dice.

Porque, en opinión de los responsables de la asociación Legado Expo, lo peor es el olvido en el que parecen haber quedado los cuatro edificios emblemáticos de la Exposición: la Torre del Agua, el Pabellón de España, el de Aragón y el Pabellón Puente.

"La falta de aprovechamiento de estos espacios es lo más lamentable", apunta Ipas, para quien es obvio el tirón turístico de todos ellos: "Son los que más llaman la atención de los visitantes cuando vienen a la ciudad –recuerda–, los que más inversión requirieron y son los que están hoy cerrados y sin uso".

Tirando de memoria, el responsable de Legado Expo recuerda que cuando se diseñaron, se tenía la intención de que al término de la exposición no quedaran como simples recuerdos de lo que albergaron un día. En aquel momento, se tenía muy presente el deseo de que la Expo de Zaragoza no acabara como la de Sevilla de 1992, con la mayor parte de los edificios semiabandonados.

"Había un compromiso de reutilizar los edificios, de hacer algo en ellos cuando acabara la Expo, pero no se ha hecho nada", recuerda.

La Torre del Agua y el Pabellón Puente siguen esperando un uso. Aunque tras el evento se barajó para ambos distintas posibilidades culturales y expositivas, ninguna terminó de cuajar.

El Pabellón de España, que parecía destinado a albergar el Instituto de Investigación del Cambio Climático, tampoco ha corrido mejor suerte. La crisis económica y los recortes que la acompañaron disolvieron un organismo que no llegó a aterrizar en Ranillas. En teoría el I2C2 (que así se llamó al Instituto) iba a arrancar a finales de 2011, pero acabó disuelto en 2013.

Intentos frustrados

Organismos públicos como Tráfico o la Universidad de Zaragoza valoraron también la posibilidad de darle un uso, pero ninguna se materializó. Desde entonces, las únicas intervenciones realizadas en el edificio han sido para repararlo.

El año pasado, el Gobierno central acabó la rehabilitación de la fachada, reparó parte de las columnas exteriores (que habían ido perdiendo losetas), el estanque y la cubierta del edificio. Pero nada se ha vuelto a decir de su posible utilización.

En cuanto al Pabellón de Aragón tampoco ha terminado de arrancar. Propuestas de tipo turístico que se han ido barajando en esta década no han llegado a cuajar.

El vicepresidente de la asociación Legado Expo reconoce que faltan recursos, pero insiste en que estos cuatro edificios se pueden adaptar para según qué actividades.

"La Torre del Agua –enumera– está en buenas condiciones. Y el atractivo que genera ese espacio interior único atraería turismo". Sobre todo después de que la escultura Splash volviera en 2014 a su ubicación original.

"En mi opinión –continúa– la Torre del Agua con el Splash tiene más poder de atractivo para los visitantes que otros museos o emplazamientos culturales de Zaragoza". En cuanto al Pabellón de Aragón tampoco haría alta una gran inversión, en opinión de Ipas.

"Los cuatro edificios, iconos de la Expo, están en buenas condiciones y se pueden utilizar. Son emblemas de la ciudad y están desaprovechados", lamenta.

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