Santisteve se atasca en una crisis permanente en Zaragoza

La decisión de expulsar a parte de los ediles de la oposición de las sociedades públicas del Ayuntamiento ha dinamitado la legislatura. El alcalde encara el último año de corporación sin apoyos de la izquierda y con críticas por un mandato «en blanco».

Foto de archivo de Pedro Santisteve
El alcalde, el pasado 2 de marzo, cuando fue reprobado por todos los grupos de la oposición.
José Miguel Marco

El alcalde de Zaragoza, Pedro Santisteve, envió el pasado día 30 de mayo un correo electrónico a los portavoces de PSOE y CHA, Carlos Pérez Anadón y Carmelo Asensio, con el objetivo de hablar al día siguiente. Ni siquiera llamó por teléfono. Fue un mensaje áspero e impersonal con el que quería escenificar que hacía algo, que peleaba por recomponer unas relaciones rotas. En el encuentro, de más de dos horas, solo hubo un pulso. Otro más. Se despidieron con frialdad y una conclusión flotó en el aire: sin capacidad de acuerdos, Santisteve se asomaba al último año de mandato atascado en una crisis permanente que petrifica la gestión municipal. "Han sido tres años en blanco", coincide la oposición.

A solo tres días de su tercer aniversario como alcalde, ¿cómo ha llegado a un punto tan crítico? La base de lo que hoy ocurre está en una estrategia que desde el primer día dejó de lado el anhelo transformador con el que ZEC se presentó a las elecciones para aferrarse al crudo antagonismo.

Es la línea discursiva que trazó Santisteve en la noche electoral del 24 de mayo de 2015, cuando prometió "barrer el clientelismo y la corrupción" de un Ayuntamiento que había estado gobernado durante 12 años por el PSOE, el partido que le iba a dar la alcaldía días después. Si a esta actitud se sumaba la negativa de ZEC –que solo tiene 9 de los 31 ediles– a forjar un acuerdo de gobierno o de estabilidad con socialistas y CHA, la ruptura era cuestión de tiempo.

Año 1: los gestos

Como ocurrió en todos los ayuntamientos autodenominados "del cambio", el de Zaragoza quiso marcar una frontera con lo anterior mediante la política de gestos. Empezó con la bandera griega, para apoyar a Alexis Tsipras en sus negociaciones con el Eurogrupo. Estrenó la rutina de saltarse las mayorías democráticas con la decisión de cambiar el nombre del Príncipe Felipe, que acabó anulada por los tribunales. Y continuó con el intento (frustrado) de modificar el reglamento de protocolo para que los concejales no asistieran a actos religiosos.

Desde el principio fue a por el PSOE. Es lo que ocurrió con el proceso penal abierto por un sindicato próximo a ZEC contra todo el gobierno socialista anterior por el pago de 2,1 millones de euros por los 153 despidos de la contrata del bus. O cuando Santisteve acudió a la Fiscalía para denunciar supuestas irregularidades en la gestión de Ecociudad. Los dos casos acabaron en nada, pero rompieron cualquier posible conexión futura con los socialistas.

La tensión política fue acompañada de problemas de gestión, como la huelga del bus urbano más larga que ha vivido la ciudad y que solo se pudo resolver contratando a un mediador externo. Hubo episodios escandalosos, como el uso de dinero público para viajes de partido o para comprar un bote de gomina para el alcalde. O los intentos de ZEC de frenar proyectos de inversión, como Torre Village o el plan de Averly.

Pero Santisteve se sobreponía gracias al contexto político?. La dependencia que el PSOE tiene de Podemos en las Cortes de Aragón le permitió el primer año (y los dos siguientes) aprobar sus presupuestos y sus ordenanzas, a diferencia de otras grandes ciudades. Por eso, ZEC no dudó en jugar duro con PSOE y CHA, consciente de que la alcaldía no peligraba. Esta táctica agravó las acciones de desgaste que sufría desde la oposición y deterioró las relaciones personales hasta la situación crítica en que están hoy.

Año 2: los problemas de gestión

Tras un convulso primer año, ZEC tiró de la reducción de la deuda, que con carácter general se estaba produciendo en los grandes ayuntamientos, o de los primeros acuerdos con otras instituciones (la ley de capitalidad con la DGA o la cesión de la avenida de Cataluña con Fomento), para serenar la gestión. En un contexto de baja inversión, activó sus primeros proyectos, como la reforma del Mercado Central y sacó pecho del gasto social.

Pero, fruto de su minoría o de sus propios errores, sus principales propuestas no cuajaban o se estrellaban en los tribunales: la ampliación del Bizi, los problemas de los presupuestos participativos, los intentos de pleitear por el patrimonio de la Iglesia o las municipalizaciones, sobre todo la del servicio de atención telefónica 010. Mientras, la oposición daba duro, como ocurrió con la comisión de investigación de Ecociudad y el informe presentado a la Fiscalía en que se acusaba al alcalde de cinco delitos.

Año 3: la ruptura

La dificultad para articular mayorías desbocó la frustración de ZEC. La confrontación se reactivó como motor de su acción política. Un día Santisteve acusaba al líder del PP, Jorge Azcón, de "agitador de la ultraderecha", otro Zaragoza rechazaba entrar en la comarca central, el siguiente se negaba a colaborar con la DGA para cobrar el ICA (el edil Pablo Híjar llegó a romper un recibo) y se dejaba el último para respaldar el referéndum ilegal del 1-0 en plena crisis catalana.

Pero si por algo ha estado marcado este tercer año de Santisteve ha sido por la expulsión de parte de la oposición de los consejos de las sociedades públicas, una decisión sin precedentes que el pasado 9 de febrero rompió el juego de mayorías y los acuerdos de los grupos. La medida, que el gobierno quiso justificar por el bloqueo en el que supuestamente se encontraban estos entes, no solo destrozó los puentes con PSOE y CHA y empantanó toda la gestión municipal. Supuso la primera reprobación del pleno a un alcalde de la ciudad.

En paralelo, los conflictos internos entre los sectores de ZEC se avivaban al calor del relevo en la dirección de Podemos y la cercanía de las elecciones. Y la oposición destapaba casos de clientelismo, con contratos y subvenciones a personas o entidades afines a concejales del gobierno, o se conocían episodios esperpénticos como el viaje a Nueva York que el excoordinador de ZEC cargó a una cuenta del grupo municipal y cuyo coste luego devolvió.

Santisteve solo tiene un año para reconducir tres de conflictos, bronca y confrontación. Ha intentado comprometer a PSOE y CHA al calor de la moción de censura que acaba de ganar el socialista Pedro Sánchez, tratando de buscar una vez más condicionantes externos que le permitan recomponer las cosas y lograr un pacto de mínimos para salvar su mandato. Pero, aunque rectifique, puede que sea ya demasiado tarde.

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