El despiste y el calor en pleno mes de agosto de 1988 impidieron a un zaragozano acordarse de dónde había dejado su coche después de las cinco horas que duró su viaje de Zaragoza a Valencia.

El descuido pudo quedar en una anécdota graciosa si no fuera porque su mujer, de 70 años, se quedó dentro esperando la llegada de su marido.

La historia, contada el 12 de agosto de 1988 en HERALDO DE ARAGÓN, narraba que cuando llegaron a Valencia, camino de Andalucia, el coche se les estropeó y tuvieron que aparcar en una calle cualquiera. El señor, cansado del viaje y del bochorno veraniego, cogió un taxi para trasladarse al taller más próximo y encontrar a un mecánico que acudiera a arreglar su coche averiado, pero cuando tuvo que indicarle dónde tenían que dirigirse se le nubló la mente y se dio cuenta de que no tenía ni la más remota idea de la calle en la que había aparcado.

El nerviosismo y la angustia se apoderaron del zaragozano que no dudó en acudir a la Policía Municipal Valenciana que se volcó en la búsqueda del coche.

La mujer y el coche fueron localizados tras ocho horas en las que la paciente esposa no se movió del asiento.