Bocatas a cambio de conversación

Una asociación de jóvenes visita dos veces a la semana a casi un centenar de personas sin hogar que viven en calles de Zaragoza para darles comida y compañía.

Un voluntario deja comida a una persona en un cajero.
Un voluntario deja comida a una persona en un cajero.
Raquel Labodía

Algunos perdieron su trabajo durante la crisis, otros cayeron en el mundo de las drogas y también los hay sin apoyo familiar. Ahora viven en la calle y aunque cientos de personas pasan por delante de ellos, en ocasiones se sienten invisibles. Sentados frente a ellos, hay estudiantes universitarios dispuestos a regalar su tiempo –y también su dinero– para ayudar a estas personas.

Un café, un bocadillo, una buena conversación o simplemente un rato de compañía. Cerca de un centenar de jóvenes forman la asociación Bokatas, que visita dos veces a la semana a personas sin hogar que se encuentran en las calles de Zaragoza. Cada martes y jueves, divididos en siete grupos, peinan las aceras, los cajeros y otros lugares recónditos para conversar con ellos. Un trueque en el que todos salen ganado. Aunque Bokatas existe a nivel nacional desde 1996, este proyecto no llegó a Zaragoza hasta hace solo dos años, en octubre de 2015. Un grupo de estudiantes de Trabajo Social decidieron extender la idea a la capital aragonesa tras hacer un trabajo sobre exclusión social. "Empezaron siendo casi 10 personas, ahora tenemos 90 voluntarios y 25 en lista de espera", indica Alberto Martínez, coordinador general de la asociación en Zaragoza.

El paseo de la Independencia, el Casco Viejo, la Gran vía, Fernando el Católico, el parque Bruil, Delicias, Tenerías, La Almozara y Las Fuentes forman las siete rutas que en la actualidad recorren los jóvenes andando, en bicicleta e incluso con coches. No obstante, esperan abrir nuevas vías ya que son conscientes de que en estos momentos no cubren el 100% de Zaragoza. Según Martínez, antes de comenzar con un nuevo itinerario tienen que estar seguros de que hay una necesidad en la zona y personas "que no se van a ir en un tiempo corto". Para ello es indispensable hacer antes "rutas de exploración". "La número 7, que va por las Tenerías, La Almozara y Las Fuentes es nueva. Hemos tenido que coger a siete voluntarios para ella", comenta el coordinador.

El centro Pignatelli es el núcleo donde comienzan cada jornada. Allí hacen los bocadillos y se dividen hacia sus respectivos itinerarios. Los productos con los que cuentan provienen de donaciones de diferentes empresas que colaboran con Bokatas y de los propios bolsillos de los voluntarios, según explica Martínez. Café, pan, agua, fruta, bocadillos –a los que les deben el nombre– e incluso roscones, que se repartieron el día de San Valero. Asimismo, están en un proceso de difusión de su labor, potenciando las redes sociales, para que lleguen a ellos nuevas empresas y voluntarios. "También nos damos a conocer en las facultades y vendemos merchandising. Por ahora nos va bien y podemos costear todo", añade.

El perfil de los voluntarios es bastante homogéneo. Estudiantes universitarios, con una media de edad de 22 años, solidarios y concienciados con la causa. "Estar en Bokatas me ha cambiado la vida", admite Alberto Martínez. "Ahora los considero mis amigos, pero antes los sin techo eran invisibles para mí" añade. Natalia Gascón es una de las veteranas. Pertenece a la ruta 1 y señala que cuando comenzó a andar la asociación "solo se salía un día y había pocas rutas". "Los conozco, los he visto en sus días bajos de ánimo, les he acompañado a echar currículos... He vivido muchas etapas con ellos", expresa la voluntaria. Porque las visitas no se reducen solo a los martes y jueves. Bokatas también hace actividades como ir al cine, a los fuegos artificiales del Pilar o visitar museos, entre otras.

Según el último estudio elaborado por Cruz Roja sobre personas sin techo llevado a cabo en el año 2016, había 126 viviendo en las calles de Zaragoza.

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