¿Qué encantos guarda la Casa de Amparo?

Este edificio, protegido por su interés arquitectónico, es un céntrico complejo de la capital aragonesa que acoge a casi 200 personas dependientes.

Casa Amparo de Zaragoza
El recorte en dependencia aumenta la demanda en la Casa Amparo de Zaragoza

Se construyó en el solar de un antiguo convento del siglo XIV, el de los Dominicos de la Orden de Predicadores, calle en la que se ubica, junto a la plaza de Santo Domingo. La carta de presentación es una fachada de ladrillo prensado visto con ventanales, un balcón de grandes dimensiones y un reloj en lo más alto. Todo simétrico.

Cuando se atraviesa el jardín de la entrada se descubren estancias que devuelven a otro tiempo, como el salón principal. Elegantes sofás, lámparas de araña y un piano completan la señorial estampa. En la actualidad es una zona de paso que da continuidad a uno de sus largos y anchos pasillos. La mayoría de estas zonas reciben luz de los patios, donde los usuarios pasean, juegan a la petanca, cultivan su huerto o disfrutan de un café.

En uno de estos patios y al lado del ambigú se levanta la iglesia. Es de una única nave, con arcos abovedados e imágenes de santos y vírgenes en la pared. Allí se celebra misa diaria. Esto demuestra que es una casa con mucha actividad, la misma que se refleja en su salón de actos y en las cientos de fotos que recuerdan las obras de teatro representadas por sus internos.

En la actualidad dispone de 180 camas para personas dependientes. Estos residentes están cuidados por enfermeras y otros profesionales sanitarios, además de las labores de acompañamiento que realizan las religiosas de la Congregación de Hijas de la Caridad de San Vicente de Paúl, formada por una decena tras las últimas defunciones. “Las monjas les visitan cuando están hospitalizados, rezan el rosario con ellos, nos ayudan en algunos casos y también les dan conversación”, explica Rosa Ledesma, jefa del área sociosanitario.

La Casa de Amparo ha sido reformada por los arquitectos Ricardo Magdalena, Regino Borobio, José Beltrán o José de Yarza. Tras estas, se han llevado a cabo múltiples rehabilitaciones, como la de 1980, con la que se modernizaron sus instalaciones. A pesar de las modificaciones se ha mantenido su magia. “Cuando paso por las escaleras antiguas me imagino a las monjas de los años 30 bajando con sus saya - confiesa Ledesma – Es un edificio con encanto”, añade.

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