"Ni contaminé las muestras con la cepa de la tuberculosis ni tenía ningún afán de revancha"

La técnica del laboratorio del Servet acusada de manipular análisis declara en el juicio que "cualquiera" pudo hacerlo. La Policía asegura que por fechas y capacitación, todo apunta a que fue ella.

La acusada se cubrió el rostro con una capucha y no se permitió fotografiarla en la sala de vistas.
La acusada se cubrió el rostro con una capucha y no se permitió fotografiarla en la sala de vistas.
Oliver Duch

La técnica del laboratorio del Hospital Miguel Servet Pilar V. V., detenida en junio de 2016 por la supuesta inoculación intencionada del bacilo de la tuberculosis en las muestras de 15 pacientes, se sentó este martes en el banquillo de la Audiencia Provincial acusada de delitos que podrían costarle hasta 19 años de cárcel. La encausada, que dada la alarma que generaron los falsos positivos fue suspendida de empleo y sueldo y pasó casi cuatro meses en prisión provisional, negó los cargos y aseguró ante el tribunal que "cualquiera" pudo hacerlo. De hecho, la defensa, a cargo de la letrada Olga Oseira, mantiene que no hay grabaciones ni pruebas que incriminen directamente a su cliente y que todo se sustenta en declaraciones de compañeros a la Policía. Pero lo cierto es que tanto los responsables del centro sanitario como los propios investigadores del Grupo de Homicidios coinciden en que absolutamente todos los indicios apuntan a la acusada.

A los agentes que arrestaron a la sospechosa les llamó la atención la frialdad con la que Pilar V.V. reaccionó cuando le informaron de los cargos que se le imputaban. "Nos sorprendió, porque no hubo irritación ni enfado", recordó el instructor de las diligencias a los magistrados de la Sección Sexta. Cuando le tocó responder a las preguntas de la Fiscalía y la acusación particular, el tono de la procesada también fue este martes bastante sereno.

"Ni contaminé las muestras con la cepa de la tuberculosis ni tenía ningún afán de revancha", declaró la técnica al ser interrogada por la forma en que encajó el cambio de destino en el hospital. Porque al tratarse de un caso sin precedentes y que escapa al entendimiento, los investigadores creen que la contaminación de las muestras pudo ser la airada reacción de la acusada a su reubicación dentro del laboratorio del Servet. "A mí me disgustó que me quitaran de microbacterias y me llevaran a genitourinario, pero yo no manipulé nada", insistió.

Durante la primera sesión del juicio, que este miércoles quedará visto para sentencia, se puso de manifiesto que la contaminación de las muestras se produjo en dos momentos determinados: el 4 de marzo y el 2 de abril de 2016. "La primera vez pensamos que podía tratarse de una contaminación cruzada accidental, aunque nos extrañó mucho que se produjeran siete positivos. Cuando un mes después pasó lo mismo, nos dimos cuenta de que aquello no había sido casual", explicó el facultativo a cargo del laboratorio de microbacterias.

Dos cepas enviadas por la OMS

Al margen del "extraordinario" número de casos positivos de tuberculosis, varios fueron los motivos que hicieron sospechar que alguien podría haber contaminado tanto muestras de sangre como virales. La jefa del servicio de Microbiología, que también declaró como testigo, recordó al tribunal que las dos manipulaciones se hicieron con cepas que habían sido remitidas al hospital por la Organización Mundial de la Salud (OMS). "Eso quedó meridianamente claro a través los análisis genéticos que hizo la Universidad de Zaragoza", indicó la funcionaria, quien precisó también que "se usaron dos cepas distintas de las diez que mandaron".

Los investigadores creen que la acusada utilizó una pipeta para inocular los virales que estaban en la centrifugadora, uno a uno, con el bacilo de la tuberculosis. Y lo hacen porque encima del aparato se encontró el precinto de dicha pipeta o cuentagotas y porque en dichos virales había más líquido del habitual. Según manifestaron varios testigos, había muy pocas personas capacitadas para hacer algo así. Tras hacer una lista, se investigó quién estaba trabajando los días en que se produjeron las contaminaciones y se llegó a la conclusión de que solo podía haber sido la encausada.

Sin embargo, Pilar V.V. asegura que las muestras se quedaron encima de la mesa de trabajo del laboratorio, "al que entraba más gente". Respecto a la caja de reactivos que apareció revuelta, indicó que se hallaba en una nevera "a la que también tenía acceso el resto de compañeros".

No había ningún control de acceso al laboratorio

Al salir a la luz la supuesta contaminación intencionada de tuberculosis en 15  muestras del laboratorio de microbacterias del Hospital Miguel Servet de Zaragoza se inició una investigación policial que puso de manifiesto la falta de seguridad de la instalación. Tanto es así, que después de estos hechos se adoptaron una serie de medidas para controlar mejor el acceso a una zona tan sensible del centro.

Como declaró la acusada y corroboraron después sus compañeros de trabajo, para entrar en este laboratorio no hacía falta usar ninguna tarjeta ni introducir ningún código. La jefa de servicio de Microbiología manifestó ante el tribunal que sí era preciso usar una tarjeta identificativa, pero los policías y el resto de testigos precisaron después que esta solo se requería para entrar en el laboratorio central y no en el de microbacterias. La defensa, a cargo de la letrada Olga Oseira, se apoya en esta falta de precaución para insistir en que su clienta no era la única que tenía acceso a la zona donde se produjeron las dos contaminaciones.

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