Los últimos aguadores de Valdefierro

El distrito zaragozano de Valdefierro no tuvo suministro de agua corriente hasta comienzos de la década de los 70. Por entonces, los aguadores la repartían casa por casa.

Los últimos aguadores de Valdefierro
Los últimos aguadores de Valdefierro
Heraldo

En la primavera de 1968, cuando prácticamente en cualquier vivienda de la ciudad bastaba con abrir el grifo para disponer de agua corriente, en el barrio de Valdefierro siete aguadores se ocupaban de repartirla a domicilio con carros tirados por caballerías, motocarros y camiones provistos de cubas y cisternas.

El servicio público de abastecimiento de agua no llegaría a las casas de este distrito hasta mediados de los 70. Hace 50 años, tampoco era el único sector zaragozano que atravesaba este problema, a pesar de la excepcional situación de esta zona de la capital aragonesa, con una acequia próxima y a pocos metros del cauce del Canal Imperial.

Hacia 1950, se edificaron en esta parte de la ciudad las primeras parcelas, que comenzaron a poblarse con personas procedentes de diversos puntos de Aragón, así como de otras comunidades –Andalucía y Extremadura en mayor número– atraídas por el auge, ya en los 60, del llamado Polo de Desarrollo Industrial. La instalación eléctrica llegaría a finales de los 50; pero el agua corriente, igual que el transporte público, tardaría varios lustros en llegar.

Dos de aquellos aguadores fueron los hermanos Manuel y Antonio Gutiérrez, llegados desde Baena (Córdoba). Comenzaron juntos llevando el agua en motocarros, aunque un tiempo después se separaron y cada uno continuó atendiendo a sus respectivos clientes. Habían comprado un camión, que finalmente pasó a ser propiedad de Manuel, con capacidad para albergar hasta tres cisternas de 700 litros cada una. Fue una etapa dura para el barrio y sus vecinos. Manuel, padre de siete hijos, no podía permitirse contratar a nadie para que le ayudase en las tareas de servicio a las casas, bares y talleres del barrio.

Manuel Gutiérrez

Pilar y Enrique, dos de sus hijos, le echaban una mano en los ratos libres que tenían al salir del colegio. Pilar, la mayor de los hermanos, trabajó como aguadora junto a su padre desde los 9 hasta los 14 años: «Mis primos repartían con mi tío y mi hermano Enrique y yo, con mi padre. Como podíamos transportar hasta 2.100 litros teníamos bastantes clientes. Algunos contaban con depósitos de uralita en sus casas y los mas mañosos instalaban canalizaciones. Así se hacían la ilusión de tener agua corriente», recuerda.

«La mayor parte del agua la cogíamos en el Canal Imperial pero también en la acequia de Manolo, –añade–. La llamábamos así porque estaba enfrente del bar Manolo. En función de la zona a la que tuviéramos que ir la sacábamos de un sitio u otro».

La lluvia era un enemigo del negocio y un maná para los vecinos. «Cuando llovía pasábamos días sin abastecer y vendíamos muy poca cantidad. No eran tiempos para gastar y quien podía recogía el agua de lluvia», rememora Pilar Gutiérrez.

Pilar Gutiérrez, junto a un motocarro propiedad de su primo Antonio

«La cisterna grande de 700 litros se vendía, generalmente, a 60 pesetas; y la pequeña, de 300 litros, a 30, –subraya José Antonio, otro de los hermanos de Pilar–. El agua se cargaba casi siempre en el Canal Imperial, a la altura de Valdefierro y también en Casablanca, en la zona de las compuertas, cuando no había suficiente profundidad».

En el mes de febrero, cuando se vaciaba el cauce del Canal para su limpieza, solían acudir al barrio Oliver: «Del Canal sacaban coches, motos... de todo. Entonces, el Ayuntamiento nos daba un permiso para llenar las cisternas a través de las bocas de riego en Oliver y también en Gómez Laguna. Esa agua se vendía un poco más cara porque era de mayor calidad», apunta Pilar.

En Valdefierro no se conocía más que la del canal y la de la acequia. «La del Canal la tenías que dejar reposar para poder beberla, porque tenía sedimentos, y era la que se utilizaba para todo. No había otra», apostilla.

Los aguadores de Valdefierro soportaban el intenso frío invernal y las altas temperaturas del verano. «En diciembre y enero se calentaban las manos con el tubo de escape del camión. Ese era la única manera de entrar en calor entre carga y carga de cisterna», dice José Antonio.

La etapa como aguador de Manuel Gutiérrez concluyó en 1974, cuando el suministro de agua corriente llegó por fin a Valdefierro. «Mi padre nunca dejó a un cliente sin agua. Acudía en todo momento, fuese la hora que fuese», asegura Pilar.

«Con 57 años, todavía sueño con esa época», confiesa aquella joven aguadora que hoy sigue viviendo en el barrio de Valdefierro.

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