La Bola de Plata, los churros zaragozanos de toda la vida

Se trata de una de las churrerías más antiguas de la ciudad, cuyos inicios se remontan a 1920.

Juan Cruz y su esposa Mari Carmen Martínez, tercera generación de una familia de churreros emn "de los de toda la vida", indica. Junto a ella, su marido, Juan Cruz.
Juan Cruz y su esposa Mari Carmen Martínez, tercera generación de una familia de churreros emn "de los de toda la vida", indica. Junto a ella, su marido, Juan Cruz.
C. I.

En el número 38 de la calle Sobrarbe, en un solar ubicado a escasos metros del puente de Piedra y el río Ebro pero y en una de las calles más comerciales del Arrabal, se encuentra la churrería La Bola de Plata, un comercio que actualmente regenta Mari Carmen Martínez, tercera generación de una familia de churreros "de los de toda la vida", indica. Junto a ella, su marido, Juan Cruz.

Haga frío o calor, sea festivo o día de labor, llueva o truene, La Bola de Plata jamás falta a su cita con los clientes de casa. “Nos dedicamos a los hogares, la gente que viene aquí compra para la familia, para el hogar”, explica Martínez, que asegura que su único enemigo es el aire. “Si hace mucho cierzo no podemos abrir, se vuela el producto”, asevera.

A punto de cumplir 100 años desde su apertura, su historia familiar se remonta a 1920, cuando su abuelo, Carlos Martínez, decidió dedicarse a este oficio, sin saber, por aquel entonces, que iniciaría una larga estirpe de maestros churreros. “Mi familia procede de San Vicente de Sonsierra, La Rioja. Mi abuelo se quedó sin trabajo y, como había estado un tiempo como aprendiz de un churrero en La Bola de Oro, decidió intentarlo por su cuenta y llamarla así en su honor”, recuerda su nieta. Mientras su fundador preparaba la masa y freía en casa, su bisabuela, Rosario, salía a venderlos por la calle.

Fotografía de Miguel Faci Abad de 1925, publicada en la web del Gran Archivo Zaragoza Antigua (GAZA). Aparecen los abuelos de Mari Carmen Martínez y varios trabajadores.

Poco después, y tras adquirir su primer puesto ambulante, Martínez comenzaría a visitar los pueblos y ciudades de la zona junto a la que sería su mujer, Luisa Picón. “Fue entonces cuando decidieron establecerse en Zaragoza, ciudad que conocían muy bien gracias a las ferias, pero en este caso en una churrería de obra en Paseo María Agustín, al lado de la puerta del Carmen y frente a la estación de Ágreda”, recuerda.

En una fotografía de Miguel Faci Abad de 1925, publicada en la web del Gran Archivo Zaragoza Antigua (GAZA), aparece el puesto de la churrería y buñolería ‘La Bola de Plata’ en la plaza de Castelar en un amplio solar donde años antes se había ubicado la Expo 1908 y el cual había pasado a ocupar el recinto ferial de la época. Sin embargo, al fondo del puesto, sobre la máquina de chocolate caliente, hay una imagen de 1929 que pertenece a la colección familiar. “Salen mis abuelos y varios trabajadores de la época, no sabemos quién la hizo solo que es del recinto ferial de Gran Vía. Si mi abuelo lo viese creo que estaría orgulloso”, señala.

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Fotografía de La bola de Plata tomada por Miguel Ángel Faci en 1925.

Si accedemos al archivo de HERALDO encontramos una referencia posterior a la churrería en la sección de ‘Pequeños anuncios económicos’ con un pequeño texto publicado el jueves, 24 de noviembre de 1938: “Se necesita un chico de 15 años en adelante, a poder ser que sepa algo del oficio. Razón, Churrería La bola de plata o Avenida de Mayo 15”.

Pronto, el negocio prosperaría y abrirían un segundo local en la calle Gil Berges, cerca de la plaza San Felipe. “Corría en año 53 y mi padre, Carlos Martínez, se acababa de casar con mi madre, Carmen Lairado, y se quedaron en el local de la puerta del Carmen”, añade la zaragozana. De nuevo, otra fotografía de José Antonio Duce capta a una mujer comprando una docena de churros en la churrería ubicada en el paseo de María Agustín en 1968.

La churrería La Bola de Plata, fotografiada por José Antonio Duce en 1968.

El inicio de las obras en paseo María Agustín propicia el cierre de los establecimientos que se mudan a otros lugares con más tránsito de gente como El Tubo (en 1977)- en concreto en la esquina frente al conocido bar Texas, en la que hoy en día se ubica un Sex shop-, y la plaza Salamero, donde permanecerían desde 1983 hasta 1996.

“Pocos años después de cerrar el puesto del solar de El Tubo y al jubilarse mi padre, el local de Salamero pasaría a manos de mi hermano Luis, que se vio obligado a cerrar porque edificaron en el solar. Se marchó a Camino de las Torres donde finalmente cerraría, en 1998, y tras más de 30 años en el negocio”, resume.

Casi 14 años después, Mari Carmen Martínez decidiría recuperar el negocio familiar cuyo oficio aprendió siendo de niña: “yo siempre digo que nací bajo el mostrador”. Tras un año de investigación, búsqueda de un solar y pensarlo, decidieron instalarse en su ubicación actual el 1 de noviembre de 2012. “Pasamos muchos nervios el primer día, no sabíamos cómo iban a reaccionar los vecinos, cómo iban a responder… el primer día fue un no parar”, asegura.

Sin embargo, ahora y tras más de 5 años en el Arrabal, asegura que La Bola de Plata ha venido para quedarse: “y espero jubilarme aquí”. Además, y aunque no han tenido hijos, afirma que sus sobrinos no descartan continuar con el negocio familiar.

Aunque se trata de un negocio estacional, Martínez asegura que “el zaragozano es, tradicionalmente, muy churrero”. Aunque en su mostrador, cada mañana a partir de las 9.00 lucen buñuelos y porras, así como chocolate caliente. Desde septiembre hasta mayo abren todos los días, mañana y tarde, mientras que en verano tan solo atienden los fines de semana por la mañana. “En cuanto viene el calor bajan mucho las ventas, algo que no ocurre en otros lugares como Andalucía”, explica.

¿Cuál es el secreto de una receta tan sencilla, que tan solo cuenta con tres ingredientes –agua, harina y sal-?, Martínez lo tiene claro: el cariño y la mano de obra tradicional. “Mi padre compró una máquina de masa, la usó de veces y la dejó abandonada en un rincón, no sabía igual”, añade.

Hablando en cifras, los días más fuertes del año coinciden con las fechas navideñas, Navidad, Año Nuevo o el día de Reyes. “También en las fiestas del Pilar pero hay más competencia”, explica. “Un 25 de diciembre puedo hacer más de 100 docenas”, añade Cruz, su marido, mientras da vuelta a una nueva ración de churros recién hechos bajo la atenta mirada de un par de clientes. El precio de una docena es de 3 euros desde que abrieron. “Las porras y los buñuelos son 50 céntimos la unidad”, añade.

?“Qué arte tienes con los churros, pareces un pianista”, bromea Rafael Navarro, uno de sus clientes más fieles que no falta ningún fin de semana con su cita con la churrería del barrio. Se lleva un par de docenas y varios buñuelos, “hay que cumplir con los nietos”, añade. “A nosotros nos atrae el olor. Son los mejores churros de la ciudad y encima los tenemos en el barrio. Raro es el día que pasamos y no picamos”, aseguran Sebastián Cabello y Celia Jarreta.

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