Superhéroes de medio metro y gigantes enmascarados ponen la guinda al carnaval

La soleada mañana propició que la fiesta infantil en la plaza del Pilar fuera multitudinaria.

Hulk es capaz de coger a pulso un coche y hacerlo fosfatina con sus poderosos puños pero, ay, que no le tiren confeti por encima porque dice que duele y le da una pataleta. Esta exótica estampa se dio ayer en la plaza de Pilar, donde se congregaron cientos de superhéroes –ninguno superaba el medio metro de altura– para despedir una intensa semana de carnaval. El Consistorio estima que más de 30.000 personas acudieron a ver el desfile del Conde del Salchichón y sus adláteres y el mejor botón de muestra es que media hora antes de que comenzara en la calle de Alfonso I no cabía un alfiler.

Cientos de piratas, diablesas, dráculas, zombies, blancanieves y tortugas ninja se acercaron a saludar al Caballero de la Hornilla y a Don Carnal, que ayer parecía especialmente locuaz y desde lo alto de su carroza, micrófono en mano, iba felicitando a los presentes: "¡Qué gran disfraz de abuela, señora!", decía provocando a una mujer que apenas pasaría de los 50. "¡El traje de voluntario de la ciudad le queda a usted que ni pintado! ¡Qué currada de disfraz", bromeaba, efectivamente, con un voluntario de los de chaleco y gorra roja.

En el pasacalles lo más celebrado por la chavalería fueron las catapultas con balones gigantes de una de las comparsas, así como la plaga de insectos bailongos que pinchaban todos los hits discotequeros de los últimos años. Las hortalizas andantes y un enorme hinchable con forma de rana también acapararon gestos de sorpresa (y admiración) y no pocas fotos de móvil.

"Me gusta el carnaval porque sus personajes hacen cosas muy locas en la plaza", decía Silvia, una pequeña discípula de Wonder Woman de apenas 7 años. "Lo mejor es que todos bailan con la música de los dibujos animados", replicaba –esta vez– un minúsculo Darth Vader a hombros de su padre. Inasequibles al desaliento, los músicos de Oua Umplute abrían la comitiva con sus sonidos de ‘dixieland’, que metían la fiesta en el cuerpo incluso al más desanimado.

Un jolgorio discutido

Y, efectivamente, allí estaba ella, Doña Cuaresma, también conocida como ‘la reina de la borraja’, dispuesta a aguar la fiesta a todos los presentes porque ella considera que "esto es un jolgorio que no tiene sentido". La también ‘amante del bacalao’ se llevó algún que otro abucheo por sus ansias de aburrimiento y, aristócrata como en el fondo es, dedicó un "¡que os den morcilla!" al respetable.

Y qué más iba a querer Don Carnal sino morcillas, panceta y otras carnes suculentas. Con sus 230 kilos, "de auténtico tocino" –presumía, bailó con la Mojiganga al ritmo que les marcaba el Rey de Gallos. Este año el lema de la fiesta era ‘Danzad, danzad, que es carnaval’ y los pequeños se aprendieron bien la lección incluso cuando erróneamente y para enfado del arlequinado gallo sonó por megafonía ‘La gallina turuleta’.

"Olvidad la tristeza, alegrad los corazones, vaciad las despensas y comeos los jamones", gritó con su habitual sapiencia el Conde del Salchichón, antes de dejar paso a la verbena de los Titiriteros de Binéfar, que volvieron a demostrar que tienen una fiel legión de pequeños seguidores en Zaragoza. A modo de despedida, el Conde pidió a los niños que saboreen la libertad de ser ellos mismos, con o sin disfraces de carnaval.

La comparsa de gigantes enmascarados y los Gaiteros de Aragón también ayudaron a colorear la mañana en la plaza, en donde quedó instalado incluso en horario vespertino el voraz Tragachicos con su antifaz de dimensiones XXL.

Seis compañías de animación locales (K de Calle, Caleidoscopio, Tarde o Temprano Danza, Coscorrón, Callejeatro y Almozandia) secundaron ayer a la perfección a la ‘troupe’ del Conde del Salchichón. En el escenario de la plaza del Pilar actuaron después los Titiriteros de Binéfar, que demostraron tener una gran conexión con los niños zaragozanos.

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