Un paseo con aroma a gran ciudad que rima con tranvía

La Gran Vía de Zaragoza sirvió para expandir la capital hacia el sur tras cubrir parte del río Huerva. Hoy es una de sus avenidas más transitadas y reconocibles.

La reforma de Gran Vía por el tranvía ha introducido nuevos elementos urbanos en el paseo.
La reforma de Gran Vía por el tranvía ha introducido nuevos elementos urbanos en el paseo.
Jose Miguel Marco

"En la esquina con Goya, los Hermanos Tonetti montaban un circo muy famoso, pero un año se quemó por la chispa de uno de los trenes que pasaban por allí», recuerda Carlos Terrer, presidente de la asociación de vecinos Puerta del Carmen. La imagen que evoca dista mucho de lo que la mayoría de zaragozanos entienden por la actual Gran Vía, una arteria distinguida y comercial que ha vivido un nuevo cambio de imagen con la llegada de la línea 1 del tranvía en 2011.

Sin embargo, «en los años 50, la Gran Vía era las afueras, estaba construida, pero no las calles laterales», comenta Terrer. Por ejemplo, «el Instituto Goya eran campos, y allí íbamos los chavales a jugar», rememora. «Éramos de clase baja, y en la Gran Vía, más bien media, pero hay que desterrar esa imagen de que en el distrito Centro solo vive gente de clase alta», reivindica.

Algo parecido opina Silvia, propietaria de Roses, una tienda de bisutería y complementos en la zona. «Vienen clientes de todo tipo, mayores y jóvenes, de clase media... aunque muchos los mantenemos de cuando estábamos en el pasaje Palafox», comenta esta comerciante. Su marido es la tercera generación del negocio, y en su caso, vivieron en primera persona las obras del tranvía. «Pensaba, ¿para qué abro la tienda? Pero en verdad que fue peor la crisis de hace tres o cuatro años», relata.

Ahora la situación «va mejor» y explica cómo se han juntado varios establecimientos de proximidad que se complementan (moda, joyería, zapatos...) para ser un punto de atracción para los clientes.

La última reforma de la Gran Vía, con motivo de la puesta en marcha de la línea 1 del tranvía que la atraviesa ha ahondado en su carácter ciudadano, amable y de paseo. Terrer reconoce que «la movilidad se ha mejorado mucho», y el nuevo medio de transporte «ha sido un éxito» para vecinos y comerciantes. Sin embargo, denuncia que «habría que hacer una reordenación de las líneas de bus», desplazadas por los convoyes. Además, los vecinos critican el estado de los parterres y jardineras del bulevar central, así como los fallos en «medio centenar» de luminarias, y algunos problemas de botellón en el entorno de la calle de Doctor Cerrada.

Sobre el Huerva

Tradicionalmente, la creación de grandes vías en España sirvió para remodelar espacios ya urbanizados, a los que se les pretendía conferir mejoras estéticas, higiénicas y de circulación, como ocurrió en Madrid. Sin embargo, el caso zaragozano responde a un segundo modelo que propicia la expansión de la ciudad, en concreto hacia el sur.

El primer sistema se aplicó en la capital aragonesa en calles como las de Alfonso I o San Vicente de Paúl. Pero, tal y como recogen Javier Monclús e Iñaki Bergera en el libro ‘La Gran Vía de Zaragoza y otras grandes vías’, «en paralelo a las propuestas de reforma interior, las extensiones residenciales se van articulando en torno al sistema de bulevares que convergen en la plaza de Aragón».

En 1906 se elaboró un proyecto de Ensanche en el que aparece por primera vez dibujado un trazado –que debería tomar el nombre de avenida de la Libertad– que sería el origen de la Gran Vía. El principal impedimento era el río Huerva. Finalmente, dos décadas después el arquitecto municipal Miguel Ángel Navarro ejecuta su cubrimiento y comienza a tomar forma una de las arterias de la ciudad, al abrigo de un «importante crecimiento demográfico» y de la «voluntad de los propietarios de revalorizar sus terrenos», apuntan Monclús y Bergera.

La configuración de un bulevar central se ha mantenido desde su origen, e incluso se ha acentuado con la última reforma integral de 2011. Entonces, la llegada del tranvía obligó a levantar el cubrimiento del río, lo que dejó una estampa que rara vez un zaragozano puede apreciar: el Huerva al descubierto a su paso por el paseo de la Gran Vía. La imagen generó una enorme curiosidad entre los vecinos, e incluso se reclamó que no se volviera tapar, o que se construyera un suelo de cristal que mantuviera el caudal a la vista.

Una oda al ahorro, en las alturas

La entrada al paseo de la Gran Vía de Zaragoza no podría tener mejores escuderos. A un lado, el Paraninfo de la Universidad, obra de Ricardo Magdalena y un hito para la institución académica. Al otro, el edificio de viviendas del portal 1-3, catalogado por su especial valor arquitectónico.

Este último se construyó sobre los terrenos del antiguo velódromo, y fue proyectado por el arquitecto Teodoro Ríos Balaguer en 1945 bajo encargo de la Caja de Ahorros y Monte de Piedad de Zaragoza, Aragón y Rioja. Las obras concluyeron un año después y dejaron una impronta monumental y clásica al gusto de la burguesía de la época.

En lo alto del inmueble destaca el conjunto escultórico en bronce del artista Félix Burriel, que firmó como ‘Monumento al Ahorro’, junto al escudo de Aragón.

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