Una ciudad con futuro

"Un gobierno inexperto y radicalizado genera problemas donde no los había".

Para hablar del futuro de Zaragoza es indispensable comenzar con una diferencia sustancial entre el porvenir político del Ayuntamiento y las expectativas de nuestra ciudad. Del primero –lo pudimos comprobar en el reciente debate sobre el estado de la ciudad– nada halagüeño cabe esperar. Pero en lo segundo, en las capacidades y posibilidades de Zaragoza y sus vecinos, sin embargo, es donde reside nuestro potencial para desarrollarnos como una urbe moderna y avanzada.

Por desgracia, la realidad política actual en el Ayuntamiento es la de un gobierno débil, inexperto y radicalizado que exhibe una incapacidad crónica para gestionar porque prefiere dedicarse a generar problemas donde no los había. Esa realidad es la que impide impulsar el potencial de la sociedad zaragozana para construir una ciudad desde un planteamiento estratégico que aproveche la revolución tecnológica en la que estamos inmersos. Y en 2018 esa situación política que lastra a Zaragoza indudablemente va a ir a peor.

Entramos en año preelectoral y Zaragoza en Común ahondará en lo que realmente es su única preocupación: la lucha contra PSOE y Chunta Aragonesista por el espacio electoral de la izquierda. La aproximación de las elecciones únicamente puede agravar esa clave, que ha sido el elemento central de lo que llevamos de legislatura para convertir el Ayuntamiento en una trinchera política en lugar de una herramienta de gestión para resolver los problemas de los ciudadanos. De ese lío constante entre los partidos de izquierda nada bueno ha salido nunca para la ciudad, menos aún con una coalición tan sectaria y caótica como ZEC ocupando la Alcaldía.

Pero a pesar de todo, Zaragoza tiene futuro. Somos una ciudad con recursos y talento de sobra para construir una estrategia municipal ambiciosa y pujante. Lo único preciso para llevarla adelante es un gobierno que recupere el sentido común y que ponga sobre la mesa un proyecto sólido, con capacidad y liderazgo, que se centre en resolver los problemas reales de los ciudadanos.

Las oportunidades tecnológicas para implantar ese nuevo modelo están al alcance de la mano, pero hace falta un gobierno que apueste por ellas, que priorice la aplicación de esos avances en la gestión diaria de la ciudad. Lo cierto es que otras ciudades de tamaño similar, y por supuesto las de mayor peso demográfico, nos llevan ventaja en un asunto que es esencial no solo para mejorar el bienestar de los zaragozanos, sino también para la atracción de inversiones y desarrollar un crecimiento económico sostenible.

El futuro de Zaragoza será tecnológico o no será. Y hay que recuperar el terreno perdido con rapidez. Por poner un ejemplo decepcionante, es un atraso palpable que seamos la gran ciudad española que más retraso acumula en la transición hacia la movilidad eléctrica. Ni uno solo de los autobuses de la flota de la contrata municipal es todavía cien por cien eléctrico. Y lo peor es que cuando hemos propuesto un plan solvente para cambiar esa situación y que en 2030 todos los vehículos que presten servicio sean completamente ecológicos, los partidos de la izquierda se han unido para continuar con la implantación del contaminante y desfasado autobús híbrido.

La movilidad eléctrica, con sus ventajas indiscutibles en economía, medio ambiente y salud, es únicamente un elemento del progreso que necesitamos incorporar cuanto antes a Zaragoza. La economía circular, que genera oportunidades de la necesidad insoslayable del reciclaje, la movilidad compartida, la aplicación del ‘big data’, la robótica y todos los avances tecnológicos 4.0 nos plantean constantemente nuevas propuestas para mejorar nuestras ciudades y nuestras vidas con productos y servicios cada vez más sofisticados y precisos.

Zaragoza no puede permitirse el error de quedarse rezagada en esta nueva realidad si quiere construirse un futuro próspero para las tres próximas décadas.