Un 'collage' milenario en constante evolución

La avenida de César Augusto es mucho más que un museo y un hogar. Es el reflejo del espíritu positivo y cambiante de la ciudad a lo largo de sus siglos de historia.

La llegada del tranvía cambió, una vez más, la fisonomía de la avenida de César Augusto en su tramo inicial, lo que redujo la presencia de vehículos privados.
La llegada del tranvía cambió, una vez más, la fisonomía de la avenida de César Augusto en su tramo inicial, lo que redujo la presencia de vehículos privados.
Oliver Duch

Recorrer los 1.100 metros de la avenida de César Augusto de Zaragoza permite viajar desde el siglo I hasta la actualidad a través de su historia y su arquitectura. No todas las calles pueden decir lo mismo, pero es que esta vía de entrada a la ciudad a través del Ebro aglutina todas las épocas, y es fruto de numerosos proyectos urbanísticos, algunos de ellos inconclusos, que la han convertido en una especie de ‘collage’ milenario repleto de puntos de interés.

Hasta 46 monumentos, edificios, viviendas y locales comerciales están catalogados. Desde el Torreón de la Zuda, en su entrada norte, hasta la Puerta del Carmen, junto al paseo de Pamplona, la avenida cuenta con un patrimonio de valor incalculable. Solo el tramo antiguo de la avenida es por sí mismo una pequeña ciudad. El citado Torreón, ubicado junto a la iglesia de San Juan de los Panetes, es una de las edificaciones más destacables del entorno. Actualmente aloja una de las Oficina de Turismo del Ayuntamiento, pero se remonta a la época de dominación musulmana. "Tiene el origen su nombre en la denominación del alcázar o conjunto de fortificaciones, residencia del gobernador musulmán emplazado aquí, y casa de gobierno. Era la Zuda de Sarakusta, que en 1118 tras la reconquista de la ciudad pasaba a propiedad del rey", relatan los archivos municipales.

Un 'collage' milenario en constante evolución

El tramo de muralla romana mejor conservada de la ciudad, de unos 80 metros de longitud, permanece a su lado desde hace siglos, y configura un espacio armónico con el edificio del Mercado Central, que con su próxima rehabilitación va a protagonizar el enésimo impulso a una avenida en constante cambio.

El mercado de la ciudad

"El mercado es un proyecto de ciudad que va a ser el motor económico y regenerador del Casco", explica José Carlos Gran, presidente de la Asociación de Detallistas de esta preciada infraestructura. A partir de febrero los vendedores comenzarán su mudanza a una carpa provisional para iniciar unas obras de remodelación que se prolongarán durante un año. El objetivo es devolver todo el esplendor al Mercado Central, proyectado por Félix Navarro y levantado en 1903, con menos puestos pero mejores servicios, más luz y espacio.

Y no solo rejuvenecerá el edificio, también lo hará la clientela. Así lo cree al menos el portavoz de los comerciantes, quien afirma que "en los últimos años ya ha bajado la edad media de los visitantes, y aún bajará más" tras una rehabilitación que "hará que abran más tiendas en su entorno". De hecho, esta zona de la ciudad ha estado siempre vinculada al comercio. El mercado municipal ya se asentaba en el mismo suelo desde su traslado en el siglo XIII procedente de la Puerta Cinegia.

Después, el asentamiento de comerciantes y artesanos en el popular barrio de San Pablo confirió a sus calles el nombre de algunos de sus oficios (Aguadores, Broqueleros, Armas...), e incluso en el siglo XX acogió al denominado Rastro, mercadillo que permaneció en la zona hasta su traslado al entorno de La Romareda a mediados de los años ochenta.

Urbanismo de fantasía

Uno de los cambios más sorprendentes de César Augusto en las últimas décadas se produjo en la curva de enlace con el Coso, donde hasta 1977 existía un bloque de edificios que dividía el actual espacio en dos calles ahora desaparecidas: Cerdán y Escuelas Pías. Fue el resultado de un faraónico proyecto urbanístico que pretendía abrir una Vía Imperial, en línea recta, desde el río hasta la Vía de la Hispanidad. En un primer momento incluso se estudió la posibilidad de derruir el Mercado Central o de trasladarlo, piedra a piedra, a otro punto de la ciudad, pero los responsables de la idea se encontraron con una fuerte contestación ciudadana.

Al final la piqueta ‘solo’ se llevó por delante el citado inmueble, que alojaba numerosos comercios y donde se instaló la primera central telefónica interurbana en 1896. También se perdió la denominación de la calle Escuelas Pías, por el colegio que hoy mantienen un lugar de honor en la confluencia del Coso y Conde de Aranda. "Lleva en esta zona desde 1732, es el centro educativo más antiguo de la ciudad que no se ha trasladado", recuerda Santiago Barcelona, profesor del colegio.

El inmueble "se hizo comprando casas poco a poco que se iban añadiendo", explica y añade que su forma era distinta, "pero en 1905 el alcalde Octavio Burriel quiso construir una calle principal que el edificio tapaba, y se negoció un derribo parcial para abrir la avenida de Conde de Aranda". En la actualidad cuenta con 1.200 alumnos, y en el pasado incluso albergó un internado con más de 200 chavales llegados de toda la provincia.

Pros y contras vecinales

La vida en la avenida es "cómoda, céntrica y bien comunicada". Así opina José Luis Rivas, presidente de la Unión Vecinal Cesaraugusta. "Tenemos buenos servicios de movilidad, con el tranvía y muchos buses", afirma, pero también encuentra puntos de mejora. "La limpieza no es buena, y la seguridad... a veces. Además, tenemos algunos puntos de prostitución en las calles adyacentes que siguen sin resolverse", resume.

Él reside en el barrio desde siempre, y comenta que la parte moderna de César Augusto tiene tantos atractivos o más que la antigua. Recuerda cómo se derribó el Hospital Militar adherido a la iglesia de Santiago, un lugar de culto en el que se ha asentado desde hace medio siglo la cofradía del Señor Atado a la Columna. "Fuimos muy bien recibidos y hacemos muchas actividades y obras sociales, tenemos una relación muy estrecha con la parroquia", asegura su hermano mayor, Armando Cester.

Un teatro en el purgatorio

La avenida de César Augusto avanza hacia la modernidad camino del paseo de Pamplona. Bloques de viviendas de gran altura –en algunos casos, más de la que deberían tener–, iconos como el Hotel Meliá, tristemente recordado por el incendio del antiguo Corona, y monumentos queridos por los zaragozanos, como la Puerta del Carmen, en su extremo final.

Entre medias, y pese al paso del tiempo, muchos vecinos y amantes de la cultura y del patrimonio siguen sin olvidar el abandono del Teatro Fleta. En origen, la parcela albergaba un complejo de espectáculos conocido como Gran Teatro Iris que fue derribado en 1953 para elevar el nuevo –obra del arquitecto José de Yarza y García–. Contaba con un aforo de 1.710 butacas y un gran escenario de 16 metros de ancho pensado tanto para la representación de obras teatrales como para la proyección de películas de cine.

Cuenta con catalogación por su interés arquitectónico y en la actualidad es propiedad del Gobierno de Aragón, que impulsó un proyecto de recuperación que chocó, durante las excavaciones con problemas de construcción que frenaron su ejecución. Ahora espera su turno, que supondrá un nuevo impulso a esta arteria de la ciudad.

La Puerta del Carmen, símbolo de heroísmo, puede con todo

En el extremo sur de la avenida de César Augusto se encuentra uno de los monumentos más queridos de los zaragozanos. La Puerta del Carmen, antes de Baltax, era uno de los accesos a la capital aragonesa para atravesar su muralla medieval. Diseñada por el arquitecto Agustín Sanz, cuenta con un vano central más grande, destinado en la época para el paso de animales y vehículos, y dos laterales de menor tamaño para peatones.

Se levantó entre 1792 y 1795, pero poco le duró su brillo inicial. Los Sitios de Zaragoza hicieron mella en su estado, pero superada esa prueba, ha resistido al paso del tiempo... y a otros achaques más graves que convirtieron a la puerta en un símbolo del heroísmo de la ciudad.

Hace dos décadas un autobús discrecional se empotró el 23 de febrero de 1997 contra el monumento, dañando seriamente su estructura. La imagen todavía perdura en la memoria colectiva de los zaragozanos. El suceso obligó a llevar a cabo la última reforma de importancia.

Dos calles para una ‘Vía Imperial’

La actual configuración de la avenida de César Augusto tiene su origen, en parte, por el sueño urbanístico de crear una gran arteria que uniera el Ebro con la Vía Hispanidad. Se llamaría Vía Imperial y para ello se derribó (1977) el bloque de edificios entre las desaparecidas calles de Cerdán y Escuelas Pías. El proyecto incluía el traslado del Mercado Central a otro lugar.

Nueva vida para un edificio marcado

En 2018 cumplirá medio siglo de vida. Y ha sido una vida intensa. El edificio del actual Hotel Meliá es uno de los inmuebles más identificativos de la zona moderna de la avenida de César Augusto. Su envergadura, ubicación y diseño ya le valdrían para obtener este reconocimiento. Pero desgraciadamente, su historia viene marcada por el terrible incendio declarado en el interior del entonces Corona en julio de 1979, que causó 79 muertos y 113 heridos.

Pasaron tres décadas hasta que el Tribunal Supremo asumió que el fuego fue intencionado y para tratar a los dañados como víctimas del terrorismo, que próximamente contarán con una calle en su honor en la capital aragonesa, según aprobó el Ayuntamiento de Zaragoza la semana pasada.

Por su parte, el Hotel Meliá prepara ahora un cambio de rumbo en su dilatada trayectoria. La propiedad del establecimiento va a ejecutar una reforma integral del edificio que convertirá siete de sus once plantas en 68 viviendas de alta gama para su venta. A cambio, reducirá el número de habitaciones de 245 a 105.

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