El mercado medieval supera los 220.000 visitantes en una edición marcada por el calor

Los puestos de artesanía y las recreaciones históricas sedujeron a 20.000 espectadores más que el año pasado.

Acróbatas y malabaristas animaron durante toda la jornada la plaza de San Bruno.
El mercado medieval supera los 220.000 visitantes en una edición marcada por el calor
Julián Fallás

Anoche se batían en retirada juglares, pícaros y decenas de caballeros medievales arrastrando tras de sí pesadas armaduras, dagas, ballestas y hachas. La plaza del Pilar ya ha quedado despejada de aquellos personajes propios de hace siete u ocho siglos, que durante el pasado fin de semana animaron un mercado medieval de récord.

La feria de las tres culturas se cerró con un balance provisional de unas 220.000 visitas –20.000 más que en 2016–, según los datos proporcionados por Zaragoza Eventos, concesionaria de la muestra. Este año el tiempo acompañó (quizá incluso demasiado) y el único problema fue que el intenso calor que provocó algún que otro sofoco, no solo entre los visitantes sino también entre los actores ataviados con trajes de cuero y cotas de malla.

Ayer apenas cabía un alfiler entre los 150 puestos desplegados y, de hecho, la del domingo fue la jornada con más afluencia, acaso azuzada también porque a pocos metros se celebraba el rastrillo de la Magdalena: en las calles de Palafox, Pabostria y la zona aledaña al arco del Deán (casi) se confundía ambas citas.

Más de 85.000 personas apuraron para disfrutar de las batallas de caballeros, los talleres de cantería o soplado de vidrio y el pasacalles con el que se recreó la llegada a Borja en 1492 de los Reyes Católicos para homenajear a Juan de Coloma, uno de los redactores de las capitulaciones de Santa Fe. Por la noche la plaza de San Bruno estuvo también de lo más animada pues muchos zaragozanos quisieron disfrutaron a última hora del concierto de Ixera Companyia Almugavar y del espectáculo de Nomaduk Duo.

Lo común de los tres días de feria fue que los visitantes buscaron con ahínco sombras en las que cobijarse y actividades refrescantes como las batallas de globos de agua. Muchos se cobijaban bajo los toldos azules de los puestos y otros buscaban fortuna en las jaimas del Balcón de San Lázaro, que si bien estaban más tranquilas tampoco resultaban en exceso frescas. Triunfaron igualmente los puestos en los que se preparaban granizados de mojito o piña colada, así como los de las cervezas artesanas de Aineto, sin que eso signifique que los de viandas ‘churrascosas’ congregaran poco público. De cara al año que viene, el mercado tiene el reto de incluir a más artesanos locales (el 60% de los puestos eran de fuera) y, acaso, innovar con campamentos y espectáculos porque el programa resulta un tanto repetitivo año tras año.

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