Cuando los zaragozanos salvaron el Mercado Central de la piqueta

En 1968 se presentó un plan urbanístico que proponía su derribo para crear la Vía Imperial, una gran avenida entre el puente de Santiago y la puerta del Carmen.

Dentro de 12 meses, el Mercado Central se someterá a una nueva y ambiciosa reforma que, según el Plan Director presentado la pasada semana, costará unos 9.577.903 euros. Este nuevo proyecto plantea, además la reducción del número de puestos de 187 a un máximo de 88 y la mejora de la accesibilidad de esta lonja.


El edificio, obra de Félix Navarrro, se comenzó a construir en 1895 y fue inaugurado en 1903. Fue declarado Bien de Interés Cultural hace 35 años, gracias al esfuerzo de sus detallistas, los vecinos del Casco Histórico y miles de zaragozanos de toda clase y condición que con su apoyo evitaron que el Mercado de Lanuza desapareciera.

El plan Larrodera

A finales de la década de los 60, la sombra de la piqueta planeaba sobre este espacio cuando se redactó el Plan General de Ordenación Urbana a cargo de del arquitecto y urbanista zaragozano Emilio Larrodera, quien también había intervenido en los planes de ordenación de Madrid (1963) y Huesca (1958).


En los años del desarrollismo, se apostaba por una ciudad cuya población aumentaba y esta, a su vez, demandaba un mayor número de coches. Eran tiempos en los que la ciudad se concebía en función del automóvil y la industrialización de la capital aragonesa demandaba nuevas soluciones para dar cabida a un número creciente de habitantes.


El plan de Larrodera desterraba antiguas aspiraciones, como la de ampliar el paseo de la Independencia hasta el Ebro, ya planteado en el siglo XIX, que amenazaba la estructura romana del Casco Histórico y varios edificios de importante valor arquitectónico.

La Vía Imperial

Sin embargo, incluía la creación de la Vía Imperial, una avenida que uniría el reciente inaugurado puente de Santiago (1967) con la puerta del Carmen. Para ello, se echaría abajo la manzana de casas ubicada entre las calles Cerdán y Escuelas Pías –en el tramo de la actual avenida de César Augusto- y también se derribaría el Mercado Central, sustituyéndolo por un centro comercial de menor tamaño en el emplazamiento histórico junto la plaza de Lanuza.


En la década de los 70, el plan seguía su curso mientras la Asociación de Detallistas pugnaba por mantener en pie el Mercado Central, no solo por ser fuente de trabajo, sino porque también actuaba como regulador de precios en la zona, además de la importancia arquitectónica del edificio de piedra, hierro y cristal proyectado por Félix Navarro.


Al mismo tiempo, los bajos del Mercado Central quedaron vacíos por la marcha de los mayoristas a Mercazaragoza, donde comenzaron a operar a partir de 1972. Los sótanos fueron utilizados a partir de entonces por diversos colectivos culturales, sociales y políticos.


Mercado Central


Campaña de firmas

La Asociación de Detallistas puso en marcha una campaña de firmas para pedir que el edificio del mercado fuera declarado Monumento Histórico Nacional y evitar así su cierre. El  Ayuntamiento de Zaragoza les instó a formular propuestas concretas o en serie respecto a la remodelación del Mercado de Lanuza pero el 31 de diciembre de 1975 se cumplía el último plazo de las concesiones a los detallistas –el Mercado Central contaba entonces con 300 puestos-.


Solicitaron una prórroga de 6 meses pero solo les dieron 3. “La peor manera de vivir es vivir a plazos, -declaraba el entonces presidente de la Asociación de Detallistas, Lázaro Soler-. Estamos dispuestos a ofrecer al Ayuntamiento la remodelación del mercado, respetar la actual estructura y poner al día todos los servicios, con garantías para 50 años. En una palabra, vamos a crear el mercado del año 2000”.

Movimiento vecinal

Ese mismo año se había creado la Asociación de vecinos Lanuza Casco Viejo, que apoyó a los detallistas del Mercado Central y se sumó a la campaña de firmas, en la que decenas de miles de zaragozanos colaboraron para que este espacio no fuera derribado.


No corrió la misma suerte la manzana de casas entre las calles Cerdán y Escuelas Pías, que a finales de del año 77 ya había desaparecido. Aunque finalmente, las movilizaciones ciudadanas dieron sus frutos y, en 1978, el Mercado Central fue catalogado como monumento histórico.

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