Un proyecto de ocio del Arrabal formará a monitores expertos en discapacidad

La oferta del curso se abrirá a todos los vecinos del barrio con preferencia de los voluntarios del proyecto.

Una de las iniciativas en las que participaron los usuarios del proyecto de ocio inclusivo del Arrabal.
Un proyecto de ocio del Arrabal formará a monitores expertos en discapacidad

El proyecto de ocio inclusivo del Arrabal se ha consolidado tras más de un año y medio de actividad. Nació en febrero de 2015, de la mano de la Asociación de Vecinos Tío Jorge, con el objetivo de satisfacer las necesidades de ocio de las personas con discapacidad intelectual en el barrio, fundamentalmente durante los fines de semana, así como ofrecer un respiro a sus familias.


Actualmente, son una veintena los usuarios del programa –la mayoría tienen entre 14 y 30 años- y 30 los voluntarios que trabajan en él. “Muchos de ellos son del barrio, pero no todos, pues el proyecto está abierto a toda la ciudad. No conocemos una iniciativa similar que parta de una asociación vecinal y que trabaje por que estas personas participen en las actividades de su entorno del mismo modo que el resto de ciudadanos”, cuenta Marta Mira, una de las responsables.


El pasado año, este proyecto comenzó a desarrollar también su labor formativa con la puesta en marcha de un curso sobre el conocimiento de la discapacidad intelectual y el tratamiento de las personas que la poseen, que además fue reconocido oficialmente por la Universidad de Zaragoza. Y este año, su apuesta por la formación en diversidad funcional se amplía.


Así, el proyecto de ocio inclusivo del Arrabal realizará un curso de monitor de tiempo libre especializado en el colectivo de personas jóvenes con discapacidad intelectual. Ahora, en plena fase de desarrollo del programa y búsqueda de financiación, la intención de sus responsables es comenzar a impartir el nuevo curso en el mes de noviembre, para unos 20 alumnos, con una duración de entre cuatro y seis meses y en el Centro Cívico Estación del Norte. “Se ofertará a todos los vecinos del barrio, pero tendrán preferencia los voluntarios del programa”, cuenta Rafael Tejedor, presidente de la asociación Tío Jorge Arrabal, quien apunta que esta propuesta es pionera en Zaragoza.


Su finalidad es la de ofrecer una formación más específica y dar la posibilidad a los voluntarios de disponer del título oficial de monitor de tiempo libre para este colectivo. Desde la organización intentarán, de nuevo, que su programa formativo sea reconocido con créditos en la Universidad y no descartan ampliar su oferta con la formación en director de tiempo libre especializado en diversidad funcional.


“Trabajar con estas personas requiere conocer sus necesidades en materia de accesibilidad, primeros auxilios, comunicación aumentativa… Es importante formar a la gente del barrio y a quienes preparan actividades en él para no obviar la realidad de que existen usuarios con discapacidad a los que se debe incluir”, relata Marta Mira. En ocasiones, añade, “no nos damos cuenta de que sencillamente no pueden participar en un acontecimiento porque no tienen la posibilidad de acceder al espacio al haber un escalón, o no nos percatamos de una persona sordociega tiene que situarse en la primera fila de un concierto”.Un barrio entregado

Su programa de ocio se adapta a las diferentes actividades que tienen lugar en el barrio del Arrabal. “No diseñamos nada especial ya que el objetivo es la inclusión. Estudiamos qué actividades nos pueden encajar más de las que se realizan aquí y cuáles son más fáciles de adaptar a nuestras necesidades”, explica Mira. Por ello, hasta que finalice el año, usuarios y voluntarios volverán a participar en citas como los ‘prepilares’ del Arrabal, el festival ‘Jazz al Margen’ o la fiesta de fin de año navideña. Mientras, para los familiares de los usuarios, la organización valora poner en marcha este año diferentes actividades como clases de yoga o deporte que contribuyan a potenciar ese respiro familiar.


Los responsables del programa de ocio inclusivo califican de estupenda la respuesta de los vecinos del entorno: “Al principio, en las primeras actividades se daban conductas que podían no comprender, pero ahora saben perfectamente qué necesidades tiene cada uno de los usuarios y se adaptan a ellos. En una actuación musical, por ejemplo, ya han aprendido a bailar con las personas que utilizan una silla de ruedas y ya saben quién se puede mover más y quién menos”, explican.

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