Las matracas también resuenan a más de 30 metros de altura

Unos 15 miembros de la Hermandad de Terceroles rompen el silencio este viernes desde la torre de San Juan.

Una de las matracas que se tocarán hoy en la torre de San Juan el Real de Calatayud.
Una de las matracas que se tocarán hoy en la torre de San Juan el Real de Calatayud.
Macipe

Durante estos días, además del retumbar de tambores y bombos hay otra melodía muy característica de la Semana Santa: el toque de matracas. Su uso es habitual tanto a pie de calle como con matracas gigantes instaladas en lo alto de algunas de las torres parroquiales para sustituir el repicar de las campanas en momentos puntuales. Pero, ¿qué ocurre cuando no se cuenta con estos grandes instrumentos? En Calatayud la solución al problema la pone la sección de matracas de la Hermandad de Terceroles del Grupo Cultural A. J. B.

Además de sus salidas por el casco urbano de la ciudad, el grupo lleva a cabo un acto cuanto menos curioso: subir al campanario de San Juan el Real, a unos 38 metros de altura, para realizar su toque de matracas durante la mañana del Viernes Santo. "Es un momento muy emotivo para nosotros y que produce una sensación que no es nada fácil de describir: hay que vivirlo para saber lo que se siente. Además, nos juntamos mucha gente, incluso quienes vienen ex profeso para estos días", explica el hermano mayor de la entidad, Javier Villa.

De hecho, este acto fue instaurado por esta hermandad hace ya más de tres décadas, cuando después de unos años de decadencia, durante los años 70 sobre todo, la Semana Santa bilbilitana se revitalizó por completo. "Hasta que se restauraron las matracas de la Colegiata de Santa María, se había perdido esta costumbre", recuerda Villa. En este sentido, puntualiza que la Hermandad "se funda en 1979, a raíz del movimiento que hubo para recuperar las tradiciones de estos días, empezando por el Santo Entierro que estaba prácticamente perdido".

Así, desde 1980, un año después de nacer la entidad, se crea la sección de matracas, de la que hoy forman parte cerca de una veintena de personas, la mayor parte de ellas jóvenes y que en la actualidad tiene una importancia que el propio hermano mayor sintetiza diciendo que "está a la par que el papel que puede tener una sección de tambores y bombos".

De esta forma, este viernes, Viernes Santo, parte de los integrantes de la sección se citan al pie de la torre. "Como el espacio es limitado, subimos alrededor de unas quince personas que tocan este instrumento, que en Aragón se potencia mucho", destaca Villa. Una vez reunidos, el grupo emprende la subida a través de los cuerpos de la torre hasta llegar al campanario: "Nos repartimos como podemos porque tampoco es que sea un sitio muy grande", reconoce.

Una vez allí, comienza toda la operativa. "Nos organizamos los tiempos porque hacemos los sonidos habituales que harían las campanas: a menos diez, a menos cinco y a menos tres". Así, desde semejante altitud desarrollan un toque que Villa define como "rítmico, acompasado y muy repetitivo, no el habitual". Por su parte, el responsable de la hermandad reconoce que la sección cuenta con "diferentes toques, para los que hacen sus ensayos correspondientes", subraya.

Una llamada a los fieles

Así, recuerda que se hacen los toques habituales que harían las campanas, porque es importante saber que "tradicionalmente la matraca se utiliza para llamar a los fieles ya que las campanas tienen que permanecer mudas". En concreto, el toque de Viernes Santo se produce "cerca de las 11.45, poco antes de la Santa Hora, momento de la muerte de Jesús", explica Villa. "Es un acto que es parte esencial, es una forma de transmitir a todos la existencia de este instrumento y de revitalizarlo", asume.

Cuando este viernes las campanas de Calatayud guarden silencio, desde la torre de San Juan el Real, a 38 metros del suelo, la sección de matracas de la Hermandad de Terceroles será la encargada de marcar el ritmo.

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