La Guardia Civil prueba con una recreación 3D que el crimen de Ricla no fue un accidente

El caso quedará visto para sentencia el próximo lunes cuando el jurado delibere y emita su veredicto.

Francisco Canela Grima, en la sala de la Audiencia Provincial de Zaragoza donde se celebra el juicio por el asesinato de Robert Ricolti.
Francisco Canela Grima, en la sala de la Audiencia Provincial de Zaragoza donde se celebra el juicio por el asesinato de Robert Ricolti.
Aránzazu Navarro

Puede que mantuvieran una lucha previa, pero en el momento en que Francisco Canela Grima disparó a la cabeza de Robert Ricolti se encontraba a más de 30 centímetros de distancia y situado en un plano superior a la víctima. Es decir, el tiro no salió de forma fortuita o accidental durante un forcejeo. Así lo han dejado claro este viernes la docena larga de guardias civiles de distintos departamentos (judicial, balística, química, criminalística y hasta de recreación virtual) que han declarado en el juicio que se sigue contra Canela, de 47 años, por la muerte del joven, de 23, ocurrida el 10 de enero de 2016 en Ricla.

Los guardias civiles de la Policía Judicial de Casetas que hicieron la inspección ocular concluyeron que en la escena del crimen había signos de lucha tales como cristales rotos, unas gafas partidas, el marco de una puerta dañado, manchas de sangre. También que el disparo se produjo cuando la víctima estaba entre la cocina y la puerta de un diminuto aseo, de 82 centímetros, en el que solo hay un lavabo y un váter. Según su pericia, por la proyección de la masa encefálica, que quedó en su mayor parte en el inodoro, la víctima estaba agachada cuando recibió el tiro.

Por vez primera en una sala de juicios pudo verse una recreación figurada en tres dimensiones, prueba que impactó tanto a los miembros del jurado como al público de la sala. Por más que lo que estaban viendo en la pantalla no era más que una figura virtual del fallecido, al contemplar cómo le disparaban, los padres y la hermana de Robert Ricolti no pudieron evitar las lágrimas. Los autores de la recreación explicaron que no se trataba de una reproducción exacta de lo ocurrido, pero sí de las trayectorias de los dos disparos que efectuó el acusado aquella noche. El primero, al suelo e intimidatorio, que provocó la huida de Verónica, rebotó en la pared. El segundo, que resultó mortal, tuvo una trayectoria descendente.

Además de la distancia a la que se efectuó el disparo -conocida en parte por el análisis de los restos de residuos del fulminante en las manos y ropas de los protagonistas de esta triste historia-, los agentes resaltaron la importancia de la localización al pie del inodoro de un fragmento del proyectil detonado y la inexistencia de rebotes en las paredes del reducido habitáculo.

A los funcionarios les llamó la atención que en el lugar donde se hizo el primer disparo hubiese un un cartucho en el suelo sin detonar. Lo mismo ocurrió en el pequeño baño. En su opinión, esto indica o bien la impericia del tirador, que monta la pistola cada vez que quiere hacer un disparo y expulsa el proyectil de la recámara sin detonar; que se le encasquilló; o que fue cargada dos veces.

Aunque el forense Santiago Delgado dijo el jueves que por la proyección de las manchas de sangre y por un impacto de rebote del proyectil que había en el techo la trayectoria del disparo fue ascendente y producto de un forcejeo, los guardias civiles lo descartan totalmente. Aseguran que no existió tal rebote y que los desconchones del techo eran consecuencia del mal estado de la bodega.

Su testimonio ha sido clave para que tanto la representante de la Fiscalía como la acusación particular, a cargo de los abogados Cristian Adrian Anghel y Mariano Montesinos, mantuvieran sin apenas modificaciones su petición de penas por asesinato de 18 y 20 años de cárcel, respectivamente. La primera solicita además 18 meses de prisión por un delito de amenazas a Verónica Z., novia de la víctima, pena que la acusación eleva a 5 años, ya que califica los hechos como de tentativa de asesinato. Ambos reclaman también 20 años de alejamiento de la familia del fallecido y la joven una vez que cumpla condena.

Por su parte, las abogadas de la defensa, Soraya Laborda y Laura Vela, insistieron en que su cliente no tenía intención de matar al joven, que la pistola se disparó accidentalmente, que el día de los hechos estaba bajo la influencia de las drogas y del alcohol y no era dueño de sus actos. También que le tenía miedo (a pesar de que no conocía de nada a Ricolti) y que fue el primero que le efectuó maniobras de primeros auxilios cuando vio que no se movía. Ambas creen que Francisco Canela cometió un homicidio de forma imprudente y el castigo debe ser el de 5 años de cárcel. 

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