"No recuerdo la explosión, solo la sonrisa de mi marido cuando pasó poco antes por mi caseta"

Un año después de la tragedia de la Pirotecnia, los supervivientes reviven con dolor aquel fatídico día. Silvia Leciñena perdió a su esposo y estuvo 4 meses hospitalizada, pero se aferra a su lema: "siempre adelante".

Lucky y Florencio, los héroes de una mujer que se aferra a la vida. El fino olfato de Lucky permitió que su dueño y guía, el bombero de la DPZ Florencio Pascual rescatara de entre los escombros de la caseta 51 a Silvia Leciñena.
Lucky y Florencio, los héroes de una mujer que se aferra a la vida. El fino olfato de Lucky permitió que su dueño y guía, el bombero de la DPZ Florencio Pascual rescatara de entre los escombros de la caseta 51 a Silvia Leciñena.
Guillermo Mestre

Cuando el reloj marque hoy las 14.15, en los barrios de Casetas y Garrapinillos será inevitable levantar la mirada y recordar aquella inmensa nube de humo negro que hace un año emergió en el cielo anunciando la tragedia de la Pirotecnia Zaragozana. Aquel fatídico 31 de agosto de 2015, una sobrecogedora cadena de explosiones segó la vida de seis trabajadores y marcó para siempre la del resto de la plantilla, que sobrevivieron al suceso pero tardarán en suturar sus heridas: las físicas y las emocionales.


Pero hasta de un infierno como aquel han brotado historias que alimentan la esperanza. "Si no fuera por un perro y un bombero, yo no estaría hoy aquí. He perdido a mi marido, pasé cuatro meses en el hospital y me aguardan varias operaciones. Pero tengo dos hijos y no me puedo permitir aferrarme al recuerdo", aseguraba ayer Silvia Leciñena. Ella y su hermana Ana Isabel, que también fue víctima del trágico accidente, simbolizan las ganas de "tirar hacia adelante" de un puñado de empleados que fabricaban ilusiones y les saltaron por los aires.


"No recuerdo la explosión, solo la sonrisa de mi marido cuando pasó poco antes por mi caseta", confiesa esta vecina de Casetas, de 42 años y natural de Tauste. Su esposo, Carlos Comas, era el conductor de la furgoneta que estaba recogiendo material cuando se produjo la detonación y falleció en el acto.


"Tardaron más de un mes en despertarme, y ni siquiera entonces quisieron decirme qué le había pasado", cuenta. Su hermana, todavía en tratamiento psicológico, explica que fueron los propios médicos los que desaconsejaron a la familia darle la noticia, ya que podía afectar a su recuperación.


Con el paso de los días, Silvia fue consciente de la realidad. "Fue muy duro asumirlo. Como lo fue reencontrarme con mis hijos –Raúl y Carlos, de 8 y 15 años– casi tres meses después de la explosión", indica. Sus "pequeños" eran su principal razón para vivir, pero no consintió que la vieran hasta tener un aspecto "algo más saludable". "‘¡Pero qué fea estás, mama’, me dijo el menor!", recordaba este martes esbozando una sonrisa. Aunque para entonces ya se había sometido a varios injertos de piel, todavía tendrá que volver a pasar por el quirófano para que le retiren algunos ‘colgajos’.Un emocionante reencuentro


Silvia es una mujer agradecida y ha querido volver a encontrarse con las personas que le ayudaron a superar el trance para transmitirles su gratitud. Y en su larga lista de héroes figuran en un lugar destacado el bombero de la Diputación de Zaragoza Florencio Pascual y su perro Lucky, porque ellos fueron las que la rescataron de entre los escombros cuando el fuego y las explosiones seguían sucediéndose en la planta de Garrapinillos. "Sabíamos el riesgo que asumíamos al entrar en la zona. Pero alguien tenía que hacerlo", recordaba ayer el funcionario tras reencontrarse con Silvia. Se conocieron a finales de julio, cuando las hermanas Leciñena se acercaron al parque de La Almunia para hacerle un regalo. "Cuando me lo presentaron, le di un enorme abrazo. Y le regalé un reloj porque quiero que cada vez que lo mire se acuerde de las horas de vida que me ha regalado para estar con mis dos hijos", dice, emocionada.


Ana Isabel, a la que la onda expansiva proyectó más de cien metros, reconoce que le está costando más superar lo sucedido. Sin embargo, su marido –también empleado de la Pirotecnia Zaragoza– ha vuelto a prender castillos de fuegos artificiales y a la pregunta de si ella volverá algún día a fabricar carcasas responde: "No lo descarto".

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