Recortes en miniatura por las calles de El Burgo

Los carretones infantiles recorrieron ayer el centro del municipio. Delante de los astados, los pequeños aficionados hicieron sus mejores carreras y sorteos.

Como si de los mismísimos Sanfermines se tratara, El Burgo de Ebro celebró ayer por la mañana un encierro para los más pequeños.

Correr delante de los toros –aunque sean ficticios– conlleva sus riesgos, por ello, lo primero que hicieron los niños de la localidad fue calentar: estiraron bien los gemelos, giraron los tobillos y movieron las caderas. Cuando ya estuvieron listos, con un papel enrollado en la mano entonaron el típico cántico de la fiesta pamplonesa y tras él, el cohete anunciador. Comenzó entonces el encierro, tres carretones de toros conducidos por jóvenes y un toro inflable salieron desde el ayuntamiento y persiguieron a los valientes corredores. "A los críos les gusta mucho, aunque a los adultos nos hacen madrugar un poco después de haber trasnochado", contaba entre risas Beatriz Pola, quien acompañaba a sus dos hijas, que a pesar de no residir en el pueblo nunca se pierden las fiestas. "Corren, se divierten y ven algo diferente que no sea la tele", añadía.


Durante la carrera hubo bastantes cogidas, aunque ninguna de gravedad, ya que estos astados embestían tanto a niños como a adultos. Algunos de los pequeños se aferraban a las manos de sus padres, y es que aunque sean carretones, los animales asustaban.

Creando afición taurina


El encierro terminó en la plaza de toros del pueblo, donde los jóvenes del espectáculo infantil ‘Vamos a jugar a toros’ enseñaron a los niños otras modalidades de festejos populares como las anillas, los roscaderos y los quiebros. Esta actuación, de la empresa taurina Ignacio Ríos, se creó hace tres años y recorre cada verano entre quince y veinte localidades. "En los pueblos hay mucha afición y queremos que los más pequeños de la casa se animen para que estos festejos sigan adelante", apuntaba Miguel Ángel Calvo, de ‘Vamos a jugar a toros’.


Y tanto que se animaron, más de treinta niños, los que venían del encierro más los que se incorporaron en la plaza, disfrutaron en la arena y se sintieron unos auténticos recortadores. Les plantaron cara a los toros que, aunque eran de mentira, no les ponían nada fácil el trabajo, pero todos consiguieron agarrar los cuernos y meter las anillas.


Después, en cuadrillas de cuatro sujetaron el pequeño roscadero y aguantaron las embestidas del carretón. No obstante, el momento álgido de la mañana llegó cuando vistieron a algunos niños de toreros y rejoneadores –con caballito de palo incluido–. Aunque las monteras volaban a causa del viento, los chavales dieron la vuelta al ruedo y aprendieron a torear con capote y muleta, al igual que a poner banderillas. Raquel Lafuente, vecina del municipio, no paraba de hacer fotografías a su hijo Alejandro, de cinco años, que lucía una sonrisa de oreja a oreja, feliz de ser uno de los toreros. "Siempre le han gustado las vacas, no falta a ningún espectáculo taurino", relataba su madre.

"Unas fiestas de maravilla"


Tras siete días continuados de actos, El Burgo de Ebro puso ayer fin a unas celebraciones que el alcalde, Miguel Ángel Girón, consideraba que habían ido "de maravilla". Con un programa repleto de actos, tradicionales pero también con novedades como la puesta del pañuelico a los 28 niños que nacieron este año en el pueblo y el tobogán acuático. "Pero la participación más alta es en los festejos taurinos y en los bailes de por la noche", destacaba el primer edil.

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