ACCIDENTE DE UN HELICÓPTERO EN TERUEL

Un fallo técnico, tesis sobre el accidente aéreo

Una semana después del siniestro que costó la vida a seis brigadistas contra incendios, sigue abierta la investigación.

Albert Batllé, el piloto, en un helicóptero.
Un fallo técnico, tesis sobre el accidente aéreo
HERALDO

Una semana después del trágico accidente aéreo de Villastar en el que seis brigadistas forestales perdieron la vida al estrellarse el helicóptero con el que acudían a sofocar un incendio, las investigaciones iniciadas para esclarecer las causas que motivaron el siniestro -el más grave producido en la aviación aragonesa- no han arrojado todavía luz.


Por un lado, el Juzgado número 2 de Teruel no ha recibido aún el atestado de la Unidad de la Policía Judicial de la Guardia Civil, cuyos agentes realizaron una inspección ocular de la zona donde cayó el aparato y tomaron declaración al único superviviente, Ángel Aznar -que sufrió fractura de fémur- y a los miembros del dispositivo de emergencias que acudieron a rescatar a las víctimas. El informe podría llegar esta semana. Algo más tardarán en conocerse los resultados del análisis de las muestras de sangre y humor vítreo tomadas al piloto, Albert Batllé -uno de los fallecidos- por el Instituto de Medicina Legal de Aragón (Imla).


Por otro, el trabajo de la Comisión para la Investigación de los Accidentes e Incidentes de la Aviación Civil (Ciaiac), un organismo dependiente del Ministerio de Fomento, no ha hecho más que empezar y sus conclusiones definitivas podrían demorarse años.


Mientras llegan, una de las hipótesis que se baraja desde el principio es que la aeronave sufriera un fallo mecánico en pleno vuelo. En una ladera próxima se encontraron restos de las hélices, lo que podría atribuirse a que el piloto intentara un aterrizaje de emergencia en el transcurso del cual el aparato rozó con la montaña antes de estrellarse en un campo de labor. El herido recordó ante la Guardia Civil que el helicóptero cayó de forma súbita, en apenas unos segundos, sin que ninguno de los ocupantes tuviera tiempo de quitarse el cinturón de seguridad y saltar fuera de la cabina.


Un solo motor


El helicóptero accidentado, un Bell 407 de la empresa Inaer, era de un solo motor o turbina, algo que, de confirmarse la tesis de la avería técnica, podría haber jugado en contra de aquella situación. Nacho Ayuso, piloto de la compañía Hasa -la cual, al igual que Inaer, realiza tareas de extinción de incendios para el Departamento de Medio Ambiente de la DGA- señala que «llevar dos motores es un plus de seguridad, lo mismo que contar con dos pilotos, y debería ser obligatorio en las operaciones de incendios».


Ayuso, que trabaja con helicópteros dotados de dos motores y tripulados por dos pilotos, explica que, ante un fallo de motor en vuelo, la aeronave puede sustentarse con una segunda turbina, si bien en esta situación el protocolo obliga al piloto a tomar tierra «tan pronto como sea seguro el aterrizaje». El piloto añade que, por contra, si el helicóptero tiene un solo motor y este falla, «evidentemente, el piloto tendrá que tomar tierra inmediatamente».


Añade que en este último caso el tripulante tiene que recurrir a una maniobra conocida como autorrotación, que aprovecha la energía residual del rotor principal para planear hasta el suelo. «Si la autorrotación está correctamente ejecutada y no hay otro problema añadido, el aparato aterrizará de forma segura para los ocupantes y la propia máquina», señala.


El Bell 407, según informa Inaer, es un aparato de última generación. La aeronave accidentada había sido construida en 2008 y se incorporó a la campaña contra incendios de Aragón en 2010. Había pasado la revisión en enero sin problemas. Inaer hizo público un comunicado esta semana en el que avalaba la experiencia y profesionalidad del comandante fallecido, Albert Batllé, que acumulaba cerca de 400 horas de vuelo con el modelo Bell 407.


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