A lo largo de la provincia de Teruel se conservan más de cien castillos y recintos amurallados, uno de los conjuntos más numerosos de España; pero entre todos sobresale como el más emblemático el de Peracense, en la comarca de Jiloca, como un compendio de los distintos atractivos de estos monumentos. Peracense atrae tanto por su arquitectura y su capacidad evocadora de la Edad Media como por su arriscada ubicación y su relación con el entorno. Elevado sobre un paraje escarpado de piedra rodena, este castillo destaca porque el edificio y su entorno se unen en una estampa única.

El mismo nombre de la fortaleza y del pueblo vecino tienen su origen en ‘pietra solez’, la roca arenisca del terreno y que además sirvió también de cantera para su construcción. El rodeno, también conocido como piedra de afilar, es una roca arenisca de color rojizo formada hace unos 250 millones de años por la acumulación y compactación de gravas y arenas en lo que entonces era una gran cuenca fluvial.

Esta roca convive con otros estratos de conglomerados y su desigual comportamiento frente a la erosión provocada por el agua y el viento ha conformado un peculiar relieve de bloques fragmentados, torres aisladas, oquedades, curiosas trazas erosivas (con nombres como alveolos, tafonis o gnammas) y vistosas ‘viseras’, con formas y colores muy característicos.

Este mismo modelado es el que configura el Paisaje Protegido de los Pinares de Rodeno, espacio natural protegido en la vecina sierra de Albarracín, pero también está magníficamente representado en este paraje de sierra Menera. Mimetizado y acoplado a las formas del relieve, el castillo aprovecha un farallón rocoso natural que forma por tres de sus lados un acantilado inexpugnable.

Tres recintos

Las excavaciones arqueológicas han mostrado que este privilegiado enclave, dominando la llanura sobre el valle del Jiloca, fue ocupado desde finales de la Edad del Bronce y siguió habitado en época íbera, romana y musulmana. Tras la conquista por los aragoneses hacia el año 1140, su importancia estratégica creció como punto fronterizo frente al señorío de Albarracín y el reino de Castilla. Así, el conjunto actual es el resultado de una gran ampliación realizada a mediados del siglo XIV, en el marco de la guerra de los Dos Pedros (1356-1369) entre aragoneses y castellanos, que preparó a Peracense frente a la naciente artillería.

Tras la unión de los reinos, el castillo se convirtió en cárcel de la Comunidad de Aldeas de Daroca y aún acogió una guarnición militar en el siglo XIX, durante la primera guerra Carlista. Luego, vino una etapa de deterioro, usado como cantera y campo de pastos, que duró hasta 1987, cuando comenzó la rehabilitación del conjunto como parte de los proyectos de recolocación y reconversión tras el cierre de las vecinas minas de hierro de Ojos Negros. Tras más de una década de trabajos, Peracense se ha convertido en uno de los castillos más conocidos.

La visita se inicia atravesando la albaraca o recinto exterior, espacio para acoger ganado y caballerías, cerrado por tres torres rectangulares unidas por gruesos lienzos de murallas almenadas con dos niveles de aspilleras, estrechas ventanas para disparar a través de ellas, y un paso de ronda. Este cerramiento protegía así la zona menos escarpada.

En este gran patio se conservan elementos como los pesebres, excavados en los muros, de las caballerizas o una cantera, de la que se extraían piedras circulares para los molinos. Alberga también una exposición de armas de asedio medievales, recreadas fielmente por el historiador Rubén Sáez.

Formando un segundo anillo de defensa en el interior, una nueva muralla separa un segundo recinto, el destinado al cuerpo de guardia. Se accede por una segunda puerta junto a la que se alza la robusta torre del Hospital, ingreso también al camino de ronda de este recinto. En las estancias adosadas se ha instalado un museo que expone las piezas recuperadas en las excavaciones del castillo.

En la plaza de armas se localiza también un aljibe excavado en la roca, elemento indispensable en cualquier fortaleza que quisiera resistir un asedio, que aún conserva los arcos de la bóveda de piedra que en su origen lo cubría; el suministro de agua se completaba con otros tres depósitos en el nivel superior, a los que se conducía el agua de lluvia por canalillos. Además se pueden ver restos de una capilla y enterramientos y una estancia en parte excavada que pudo servir de cárcel.

Por fin, el núcleo principal y originario del castillo, destinado a residencia del alcaide, se asienta sobre un resalte rocoso; una nueva protección que se supera por una escalera que en origen acabaría en puente levadizo. Por escaleras talladas en la roca se accede a la zona residencial, con estancias como la cocina y el horno junto con las habitaciones principales.

Propuestas turísticas

Veinte años después del inicio de los trabajos de restauración, Peracense se ha convertido en uno de los castillos más visitados y se trabaja en distintas iniciativas en torno a sus atractivos y los de su entorno.

Así, desde 2007 se celebra el primer fin de semana de agosto un encuentro de grupos de recreaciones históricas que muestran en vivo distintos oficios y actividades del siglo XIII, como la vida de los soldados de guardia, y que se completan con un mercado medieval, charlas y actividades.

Por otra parte, se proponen rutas para recorrer, a pie o en bici, la zona y conocer poblaciones como la propia Peracense u otras cercanas de sierra Menera como Ródenas y Ojos Negros, donde los restos medievales y la naturaleza siguen mostrando los atractivos que se unen en el castillo.

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